Colombia tiene hondas marcas de desprecio de los gobernantes por las estructuras democráticas que deben defender. Las actuaciones del poder impactan directamente en la sociedad, que perpleja aumenta su desconfianza en las instituciones y se asombra ante la pérdida total de la neutralidad de funcionarios, ministros, y en general, del establecimiento que optó por atender su interés propio y de su partido y no el del Estado y la nación.
El marco de reglas impuestas por la Constitución y la ética son la única ruta que han de seguir quienes asumen tareas de gobierno en beneficio del interés colectivo. En época electoral el gobierno pone a prueba su talante democrático y su estatura intelectual y política. Infortunadamente, los hechos del presente electoral muestran una evaluación perdida en el talante y la estatura del gobierno, que ya ha provocado irremediables consecuencias negativas.
El presidente representa la unidad de la nación, lo que exige de su talante, respeto, prudencia, neutralidad como garante de un estado de derecho moderno. Pero, además, requiere usar un lenguaje apropiado en el que expresiones para referirse a otros como “rata de alcantarilla”, “sabandija” y otros desatinos impiden ver en el presidente a un estadista, a un hombre culto y civilizado.
Las actitudes y participaciones sesgadas en favor de su partido en el poder, que acumula la mayor cantidad de desafueros y cuestionamiento por sus actuaciones sin ley ni límite, impiden los avances hacia la superación y sanación de las heridas de la barbarie.
Ningún gobierno puede convertirse en un club de personajes ajenos, extraños, miembros de una élite sin contacto con la gente real, y menos aún ser complacientes con quienes pretende frustrarles sus ansias de cambio para salir de sus crisis nada despreciables de hambre, miseria, exclusión e inequidades que crecen antes que disminuir.
Aunque en teoría y con voz fuerte, gestos amenazantes o exacerbación del ánimo, el gobierno afirme su respeto y apoyo a la democracia, el pueblo está entendiendo que lo que está es asqueado por las instituciones democráticas reales y que su mayor desprecio es por los derechos y libertades de la gente.
Con expresiones y vituperios desatiende las sentencias de los jueces, los reclamos de sus jóvenes, la evidente sistematicidad de un genocidio en marcha, la continuidad del despojo, las agresiones a la imparcialidad de la justicia especial de paz, a la comisión de la verdad, a los adversarios políticos, a los periodistas independientes y a las víctimas a las que revictimiza.
Muchas de tales actuaciones están en el borde mismo de la ilegalidad con alcance penal, ahora o después. En época electoral se manifiestan con participación, anuencia o connivencia del Estado y del gobierno algunas prácticas que fueron ejecutadas por el ministerio de propaganda del reich nazi.
Es destacable, por ejemplo, siguiendo el manual nazi, se trate con todo tipo de estrategias manipular la percepción de la realidad con tres mecanismos principales.
El miedo hacia un futuro lleno de peligros infundados, creados en laboratorios de la maldad. Las encuestas como valor agregado con capacidad de distorsión, sumando o restando para minimizar o sobrevalorar. Las matrices de información que replican los principios de la propaganda del reich para quebrar la voluntad de sus adversarios.
El ministerio de propaganda del reich fue el departamento responsable de regular, orientar y censurar. Organizaba, clasificaba y distribuía la información de prensa, arte, literatura, música, teatro, radiodifusión, creaba los textos para engañar y someter, fijaba la hora de emisión de alertas, comunicados e intervenciones del furher, indicaba el tono del orador para atacar las emociones de la gente.
El objetivo era imponer “la verdad”, resaltar y replicar el verbo y la lengua del führer, crear la percepción de que había un enemigo al que todos tendrían que atacar para defender la patria y en esa lógica logro provocar la barbarie nunca imaginable del holocausto, mientras ocurrían inclusive unos juegos olímpicos y llegaban decenas de declaraciones a favor de las buenas prácticas del poder.
Es necesario recordar que toda esa maldad está prohibida, fue convertida a delito y al gobierno corresponde “Combatir la glorificación del nazismo, neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia” (plenaria número 80 de la Asamblea general de naciones Unidas de 2015).
Si el gobierno y en particular el partido en el poder desobedecen este mandato internacional inviolable acogido por el texto constitucional y las leyes, entra en la órbita del delito, ofende a la humanidad, deshonra a las víctimas, trasgrede la democracia y menosprecia derechos y libertades.
Están prohibidos los grupos, prácticas y partidos nazis, así como sus actuaciones individuales o colectivas, que, si ocurren, necesariamente exigen juicio y castigo a los responsables por la estabilidad de la nación y la defensa del Estado de derecho.
Se pueden destacar solo de la última semana (abril 2022), entre otras: estigmatización (en la que incurre por ejemplo el ministro de defensa al señalar de “campesinos narcococaleros”, a civiles indígenas y campesinos, mujeres, niños, asesinados con armas oficiales en putumayo, para distorsionar y manipular la verdad de hechos que definen una masacre contra personas protegidas); la persecución por razones raciales (las expresiones del presidente del congreso contra la candidata a la vicepresidencia de origen afro); sexuales (los asesinatos selectivos de la comunidad LGTBIQ); políticas (el estratégico ataque por todos los medios y mecanismos contra el candidato adversario al partido en el poder); de ideas o conciencia (acoso, amenaza, persecución y eliminación planeada de lideres y defensores de derechos y de excombatientes que firmaron el acuerdo de paz); igualmente es delito crear mentiras para volverlas verdad (entrampamientos a opositores, persecuciones judiciales, señalamientos de hechos y situaciones que provocan deshonra, sin prueba alguna).
En cada actuación se repite permanentemente un patrón, una conducta, hay un delito planificado, una práctica condenable, abominable. El país en el tiempo presente asiste al retorno de prácticas semejantes a las del ministerio de propaganda nazi. Mentiras fabricadas como estrategia electoral llevadas al WhatsApp, al Twitter y a las redes sociales; creación de falsedades en “bodeguitas del crimen” (una noticia señaló que “Un grupo de WhatsApp, liderado por dos funcionarios del gobierno de Iván Duque e integrado por varios uribistas, diseñó desde ese espacio estrategias en redes sociales para posicionar temas de su interés, que plantean interrogantes éticos y políticos, según expertos” (cerosetenta.uniandes.co. 02/06/2020).
El ministerio de propaganda hizo creer que incluso quienes no tenían nada lo perderían todo a manos del enemigo judío, al que asesinaros millones de veces. En Nuremberg los responsables de la dirigencia política, militar y “terceros” nazis, que organizaron y ejecutaron el plan de exterminio, dijeron que no sabían nada, como se lo enseñó a decir el ministerio de propaganda.
Los principales criminales se defendieron diciendo que no tenían culpa
de nada, que habían seguido ordenes, que cada quien sabía cuál era su orden y debía cumplirla. Todos a la hora de ser juzgados coincidieron en decir que apenas eran hombrecillos que hicieron cuanto Hitler les dijo, que eran gregarios de poca iniciativa y aún en medio del juicio trataron de volver verdad su mentira. Dijeron que, si matar judíos servía de algo, como ganar la guerra, no les molestaba, pero que les molestaba que alguien ensuciara el nombre de Alemania.
Manifestaron que tenían conciencia de que matar mujeres y niños por ser víctimas de la propaganda histérica de Goebbels no correspondía al proceder de un caballero (como la “gente de bien”, los nazis se declaran caballeros) porque sentían veneración por las mujeres y les parecía poco deportivo matar niños.
Dijeron que habían oído rumores de asesinatos en masa pero que de poco servía investigar y que además estaban demasiados ocupados en cosas importantes. En Colombia las demandas de la gente real, víctimas, empobrecidos, perseguidos, chocan con otras cosas y negocios importantes.
Goring, respetable criminal, como Mancuso, Báez, Castaño o Escobar o cualquier otro, dijo que simplemente era un capitalista y un hombre cultivado, que no podía tolerar la prisión en la que se le trataba como a un ladrón o un criminal, después de haber hecho tanto para recuperar la dignidad de la nación, y Triest, otro criminal, concluyó lo mismo después de admitir con orgullo que él fue quien creó los primeros campos de concentración para encerrar a los enemigos y asesinaron a 60 millones.
El partido nazi siempre estuvo contra el Estado democrático y contra las libertades, pero el ministerio de propaganda justificó todos los crímenes en nombre de la democracia y la defensa de las libertades.