Si los acontecimientos y las noticias, las de los medios tradicionales y toda suerte de opiniones que circulan en las redes, se redujeran al debate electoral, la colección de sentimientos de los votantes no daría espacio para el optimismo y la esperanza y sí, más bien, para un tratamiento siquiátrico colectivo.
Sin embargo, por fortuna, hay poderosas señales de un país vivo, de colombianos que, a pesar de toda suerte de incertidumbres, incluida la política, están concentrados en salir adelante. Comenzando por los empresarios, especialmente, los pequeños y medianos, los grandes generadores de valor y empleo.
Comencemos por los sentimientos asociados a la política. ¿Cuántos años llevamos votando con miedo? La dosis de votar para impedir, por miedo, que fulano o zutano coronen, se repite en el 2022.
Buena parte de la gente que está dispuesta a votar por Gutiérrez lo hace por una mezcla de pánico y bronca al prospecto de Petro presidente. Hace carrera el pavor a la expropiación, que afecta tanto al pequeño campesino cundi-boyacense, al de las zonas cafeteras, como al tendero propietario urbano y a centenares de miles de pequeños empresarios.
______________________________________________________________________________
Buena parte de la gente que está dispuesta a votar por Gutiérrez lo hace por una mezcla de pánico y bronca al prospecto de Petro presidente
________________________________________________________________________________
Los que votan por Fajardo, buscando remontar los pobres resultados de la consulta de marzo 13, no quieren hacerlo ni por el que dijo Uribe ni por Petro, por temor. Repudio a los falsos positivos, por un lado, y desconfianza hacia la personalidad napoleónica y arbitraria, por otro. Votarán en primera vuelta, sin mucha fe en que aquel consiga el caudal requerido para la segunda. Al lado del miedo hay respeto por la experiencia del candidato como alcalde y gobernador y la certidumbre acerca del papel prioritario que le otorga a la educación, al medio ambiente, a la diversidad. Una parte de los votantes del llamado centro, si Fajardo no logra clasificar a segunda vuelta, votará por Fico o Petro, dependiendo de quién le produzca más miedo. Otros lo harán en blanco y, con certeza, serán acusados de haber propiciado el fracaso del perdedor en junio.
En cuanto a Petro, el establecimiento ha trabajado juiciosamente en procurarle votantes. Corrupción, manejo del paro del 21, la crónica desesperanza de los jóvenes, agravada en pandemia, están alineando a millones en las toldas del candidato de izquierda. Explicable resentimiento y dolor, “de los nadies”, como dice la candidata a vicepresidente Francia Márquez. Hay que reconocer que entre el candidato de la izquierda y el de la derecha hay un abismo en las propuestas sobre medio ambiente y población LGTB, para poner dos ejemplos, que convocan un electorado urbano nada despreciable.
Miedo, bronca, desprecio, ira, el voto “en contra de…”, desquite, angustia, no son emociones ni aspectos que se asocien a bellos conceptos como “la construcción de país”, o el gobierno para todos. Medio país se sentirá excluido gane quien gane y el sabotaje al ganador será un mandato.
Mientras estos sentimientos nos acompañan en estas semanas preelectorales, no obstante, en este país complejo, se mueven, como corrientes vivas de un río, los actos de gente que construye país, realizados al margen de la política y que contagian de optimismo en medio de la incertidumbre.
Comienzo con algo obvio. El ejemplo de Egan Bernal, nuestro mejor ciclista en la actualidad, que hace unos pocos meses se partió veinte huesos y que ya está pedaleando y antier apareció, incluso, en un show de Porsche. Esfuerzo personal, perseverancia, actitud de vencer en medio de la adversidad, inspiran a cualquiera.
Pero lo que más me llama la atención son los esfuerzos de empresarios a lo largo y ancho del país, particularmente pequeños y medianos. Sus méritos no aparecen registrados en las redes sociales y las estadísticas del desempeño productivo tipo Dane no nos dan pistas de sus méritos. Las incertidumbres son de todo tipo: cadenas de suministro alborotadas, acceso costoso al crédito, escasez de mano de obra calificada en determinados ámbitos, orden público, costos laborales, los vertiginosos cambios en el mercado laboral en unos pocos años (nuevas ocupaciones que sepultan las antiguas), soledad en la toma de decisiones, entre muchas.
Los hay vinculados al turismo ecológico en algunas de las antiguas zonas de conflicto, en el sur del Tolima, entre el Huila y el Cauca, los hay produciendo variedades de café que compiten en cualquier parte del mundo por su calidad.
Están ls “rock stars”, empresarios jóvenes metidos en las más variadas ofertas por la vía de aplicaciones y plataformas que van de la educación, la oferta de crédito a negocios informales, a la organización de recursos humanos y su demanda alrededor de la economía del cuidado… Avanzando, poniéndose metas que parecen imposibles, se están abriendo paso con su creatividad y dedicación.
Los hay, también jóvenes, que están tomando las riendas de negocios creados por los padres hace 20, 30 años, recreándolos, realizando nuevas alianzas, buscando nuevos mercados.
En fin, empresarios que asumen riesgos a diario, disciplinados, que parecieran no afectarse por el temor a quién gane la presidencia porque andan ocupados creando valor.