Desde que comenzaron los diálogos de La Habana se supo que se negociaría sin tregua y en medio de las balas; durante este año se habían secuestrado a veintidós ciudadanos antes del general Alzate y su gente, por lo que sorprende que esta retención genere tamaña reacción del presidente Santos, contradictoria con la forma como se ha venido manejando el Proceso de PAZ de su Gobierno.
El peligroso mensaje que se deja al país es que vale más la vida de un general que la de los veintidós secuestrados anteriores, todos seres humanos y ciudadanos colombianos. Me pregunto: ¿Es que hay ciudadanos de primera y segundones? Eso no se compadece con nuestra Ley Superior ni con el Estado de derecho.
Nuestra Constitución dice en su preámbulo, que esta se promulga, entre otros fines, para fortalecer la unidad de la nación asegurando la igualdad a sus nacionales.
En consonancia, uno de los derechos fundamentales consagrado en el artículo 13, que dice: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades…”
Es lamentable la retención del general Alzate pero no es menos penosa que la de los otros veintidós ciudadanos. Es más, por ser él nada menos que el comandante de la zona, la debe conocer muy bien, que si bien ingresó de civil y sin guardar los protocolos de seguridad, pero al ostentar dicho cargo y ser militar, su retención no es técnicamente un secuestro.
¿Cual sería la diferencia? Para explicarla, aprovecho que los jefes militares llaman “bandoleros o terroristas” a la guerrilla cuando se refieren a ellos en los medios, analicémosla a la luz de la diferencia entre guerra y terrorismo. Terrorismo es cuando se ataca a la población civil o a militares en tiempo de PAZ, mientras que en medio de la guerra, el derecho internacional humanitario condena la agresión a civiles, pero considera que combatir o retener a militares es un típico acto de guerra.
Por ejemplo, si la retención del general Alzate se hubiere efectuado en Bogotá y por delincuentes comunes, podría calificarse de secuestro; pero al haber ocurrido en zona de guerra, es un acto de guerra común y silvestre, que en estricto sentido, no debería afectar las negociaciones de La Habana, que fueron acordadas en medio del conflicto.
El presidente Santos debe ser consecuente con la forma como pactó adelantar el Proceso de PAZ y reanudar las conversaciones. La PAZ no puede tener condiciones y mucho menos conceder privilegios.
Le pido a papá Dios —y convoco a todos los colombianos de bien a que lo hagamos conjuntamente—, que ilumine al presidente Santos para que tenga la sabiduría y el temple de no dejarse provocar de los enemigos de la PAZ, para que no se levante de la mesa de negociaciones de La Habana; especialmente cuando precisamente esta semana se iba a hacer un anuncio conjunto entre el gobierno y las Farc, demasiado importante para permitir tirar todo lo que se ha avanzado por la borda. Consistía en declarar el inicio de un desescalamiento del conflicto en el cual habían venido trabajando y avanzando conjuntamente, una estrategia que todos los colombianos estamos esperando ansiosamente.
El presidente debe exigir a los militares, a quienes mucho aprecio y admiro, a no hacer un operativo, como intuyo que se debe estar haciendo en este momento —si es que aprendí algo durante mis estudios en la Escuela Superior de Guerra—, que de llegar a fracasar y terminar con la muerte del general retenido, arrastraría consigo todo el Proceso de PAZ.
Es por ello que con todo respeto, pero con el derecho que me otorga el apoyo —aunque modesto de una simple ciudadana, pero irrestricto—, que he venido dando al Proceso de PAZ, sugiero al presidente, que:
1) Antes que pedir la liberación del general, primero debería solicitar la de todos los secuestrados antes que él, que constitucionalmente tienen mayor derecho.
2) Como no me ha quedado muy claro en todo esto, si los militares están por su cuenta u obedecen al presidente, sugiero que nos demuestre quien manda aquí. Y finalmente…
3) Presidente, por favor no se deje picar, que hay demasiados enemigos de la PAZ sueltos por ahí, actuando en consecuencia y usted sabe quienes son.
