Nuestra selección colombiana de fútbol quedó afuera del Mundial de Catar en unas eliminatorias dignas del olvido, en las cuales hubo más penas que glorias por parte nuestro seleccionado.
En estos momentos queda el sinsabor de lo que pudo ser y no fue debido a un sinnúmero de factores que confluyeron para la vergonzosa eliminación de un equipo que nunca encontró el rumbo del camino exitoso.
Como todo lo que empieza mal termina ídem, todo tuvo su inicio con la desacertada decisión de reemplazar a José Pekerman, quien nos había devuelto la alegría de estar en los mundiales, con sus dos clasificaciones a cuestas, lo que no fue sopesado y valorado por el gusto de una dirigencia que tenía sus pensamientos en las conveniencias del rendimiento rentable de sus arcas que en el sentimiento de una afición que adora y añora al "viejito" argentino con alma de colombiano.
La dirigencia de nuestro fútbol lo sacó sin más preámbulos y dentro de sus querencias trajo al técnico portugués Carlos Queiroz, que en las primeras de cambio, intentó variar el esquema y el adn del futbol colombiano, logrando triunfos parciales, pero que para el paladar del futbolista colombiano, acostumbrado a otros ritmos y tratos, no fue suficiente la etiqueta y los pergaminos del luso; terminaron "haciéndole el cajón" con las increíbles derrotas por goleadas ante los elencos uruguayos y ecuatorianos.
Estos resultados, a la postre, fueron decisivos para no asistir a la máxima justa mundialista y, determinantes, para que se pensara en otro técnico que satisficiera a jugadores como de la dirigencia, quien encontró en Reinaldo Rueda, al técnico que se amoldara a las exigencias de la degustación de ambos.
Y con Reinaldo se inició el periplo de unas eliminatorias por parte de un seleccionado plagado de errores, con más incertidumbres que certezas, volviendo a su reducto, otrora inexpugnable por su clima y entorno, en un escenario de fácil acceso, en el que se cuajó de manera indecorosa quedar excluido de la fiesta del futbol orbital y estemos en el muro de las lamentaciones.
Ojalá este fracaso sea un espejo en que se mire una dirigencia mediocre que no supo percatarse a tiempo las consecuencias de sus actos y de un grupo de jugadores que ya cumplieron su ciclo y entraron a la zona de confort, a quienes agradecemos por las alegrías que nos dispensaron en el ayer, lo cual no es óbice para decirles que esperábamos más de ellos, aunque fueron inferiores a las circunstancias.
El fútbol sigue, vendrán otras eliminatorias en que el abanico de posibilidades de clasificación se abre y en su tiempo y su momento sepamos catar cual será el próximo técnico, al cual Dios le de sabiduría y sapiencia para manejar todas las situaciones que se le presenten en una selección que urge de un recambio en sus jugadores.