Carta de un padre a su hija mayor de edad: el desafío de ser libre hoy

Carta de un padre a su hija mayor de edad: el desafío de ser libre hoy

Cumplir 18 años podría significar el paso a una mayor libertad. Pero ¿qué significa ser libre en estos tiempos? Una canción de Natalia Lafourcade da pistas

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
marzo 29, 2022
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Carta de un padre a su hija mayor de edad: el desafío de ser libre hoy
Foto: Flickr

Hija, por esas cosas extrañas de la vida, hace poco alguien tuvo el gesto amable de acercarme a las canciones de una mujer llamada Natalia Lafourcade, como se conoce en su medio artístico, y me llamó la atención una de sus tantas letras, en especial por la fuerza espiritual que desprende cuando canta el tema Hasta la raíz, que me hizo suspender un escrito que desde meses atrás construía para ti como una manera íntima y muy personal de celebrar tu llegada a los 18 años de existencia. Ni siquiera sabes cuántas veces he escuchado la canción para tratar de encontrarle una pequeña hendija que me permita llegar hasta lo más profundo de su mensaje, porque tengo la certeza de que su letra va más allá de lo simple que parecen decir sus estrofas.

Ahora, como cualquier buzo, he salido a la superficie para respirar y vuelvo a retomar el asunto de tus 18 años. Está dicho que muchas veces uno quiere escribir sobre un tema, pero es al final el tema el que se impone. En mi caso sucedió cuando, en buena hora, se me atravesó la voz de esta mujer. Creí en un principio que esa letra estaba inspirada en el amor, como todas las letras de muchas canciones, incluso en el amor de pareja.

Así me lo hizo saber aquella persona que con sus manos maestras me condujo a este nuevo espacio musical. A mí, en cambio, me pareció que era un homenaje a quien uno lleva en sus entrañas, en sus raíces, en su andar por esta vida, y entonces pensé en ti. Fue de una manera tan sencilla y directa que parecía escrito desde mucho antes. Más tarde volveré a la canción.

María José, llegaste a la mayoría de edad, es decir, cumpliste los 18 años tal y como lo señala una ley que fijó esa edad para decir que superaste la etapa de la infancia y de la adolescencia y ahora puedes ver al mundo con otras herramientas que te las entrega la Juventud, así con mayúscula. Lo de los 18 años no lo tengo bien claro por qué fue escogido ese número para designarlo como la mayoría de edad, y entiendo que algunos dirán que fue como resultado de muchos estudios sociológicos y económicos e, incluso, hasta de manera caprichosa.

En todo caso, llegar a ellos significa asumir responsabilidades y para eso hay que ir a una oficina del Estado para que le expidan la cédula, el documento que lo acredita a uno como ciudadano de este país. Antes de esa edad nos tratan y nos miran de otra manera, pero uno añora dar ese paso para tratar de hacer cosas que a veces nuestros padres nos niegan con el argumento de que es por nuestro bien: o eso es lo que uno piensa.

Te cuento que por muchos años esa gracia estaba concedida a quienes llegaban a los 21 años. A mí me tocaron los 18 como a ti, y desde que llegué a los 14 no veía la hora de cumplirlos porque sentía que con ellos lograba una especie de emancipación, una libertad para hacer de mi vida todas las cosas que hasta esos años eran tan solo sueños.

Sin embargo la vida me mostró, con la capacidad que tiene de hacer las cosas como ella quiere y no como uno las busca, que la tal libertad que uno alcanza no servirá para nada si con ella no logra uno abrirse un camino como persona. No se trata de ser libre por ser libre, sino lo que uno tiene que hacer con esa libertad. Los años te lo harán entender.

Te cuento ahora que fueron tan cortos mis primeros sueños al llegar a esa edad que tan solo quería cumplirlos para que un policía en El Bagre no me jodiera más cuando me sorprendía en cualquier sitio público y me sacara de allí, dejándome como un don nadie ante los demás, sobre todo en un pueblo en donde las diversiones sanas eran escasas y uno tenía que enrolarse con otros amigos para visitar bares y cantinas y de esta manera sentirse importante dentro de esa tribu. La vida, como te lo dije, hace las cosas como le da la gana.

Sucedió que me dispuse a buscarle importancia a la cédula, que estaba recién expedida, y con ella en mi cartera entré a un bar del pueblo con el fin de provocar al policía, que era el comandante de la estación, para más señas, y que me dijera algo y el muy animal ni siquiera tuvo el menor gesto de molestia cuando me sorprendió muy orondo en la mitad de aquel salón, apoderado de una mesa, con un par de mujeres y tres amigos más y con el telón de fondo de uno de los vallenatos más hermosos que se han compuesto para reflejar cómo nos trata la vida: “Tiempos de la cometa”.

Entonces, contrario a lo que me pasaba antes, ahora hacía fuerzas para que la autoridad, vestida de verde oliva, se acercara a la mesa a pedir documentos y me dijera: ¿usted que hace aquí? Pero no, porque de nada me sirvió el bendito documento. Allí me di cuenta que los 18 años eran para otra cosa.

Vuelvo ahora con la cantante Natalia. Ella se llama María Natalia Lafourcade Silva, de origen mexicano, de Ciudad de México, en donde nació el domingo 26 de febrero del año bisiesto de 1984, pero vivió su infancia en un pueblo llamado Coatepec, en Veracruz, rodeada de música y arte ya que es hija del músico chileno Gastón Lafourcade Valdenegro, quien además es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro de la Facultad de Bellas Artes en Querétaro.

Su mamá es una pianista de nombre María del Carmen Silva Contreras, y además tiene una especialidad en pedagogía musical y creadora del método Macarsi para la formación musical y el desarrollo integral y humano de los niños, el mismo que adaptó y practicó su hija Natalia, para tratar de recuperarse de las secuelas que le dejó un golpe en la frente que le propinó un caballo. En síntesis, ese método era un camino para ayudarla en su rehabilitación por medio de la música.

Ella, desde los dos años, había dado señales de tener aptitudes artísticas y cuenta que se reunía con los vecinos y comenzaba a cantar canciones de otros artistas. Para eso tomó clases de flauta, baile, teatro, piano, saxofón y canto, lo que le permitió que a los diez años incursionara en la música sin mayores preocupaciones. Quizá te preguntarás si es que con este cuento te quiero poner un espejo. No se trata de eso, por el contrario, se trata de demostrarme a mí mismo que uno a veces quiere hacer las cosas y no es así. Es lo que Dios disponga y mande; así uno crea o no en Él.

Veamos por qué me atrapó la canción a partir de su primera estrofa y por sobre todo en la voz de esa mujer: “Sigo cruzando ríos/ andando selvas/ amando el sol/cada día sigo sacando espinas/de lo profundo del corazón/En la noche sigo encendiendo sueños/para limpiar con el humo sagrado cada recuerdo”.

Es desde allí que se me hace tan parecido a un testamento y eso me obligó a devolverme muchos años atrás para intentar al menos de asomarme al momento preciso en el que a partir de mi existencia comenzó la tuya, y la verdad es que todavía no he encontrado una explicación sensata que me permita quedarme tranquilo sobre lo uno y lo otro, muy a pesar de que siempre me he declarado ser un racionalista.

Y se me da por avanzar, no sin cierto temor, a la letra que sigue y que dice “Cuando escriba tu nombre en la arena blanca con fondo azul/cuando mire el cielo en la forma cruel de una nube gris aparezcas tú/y una tarde suba una alta loma/mire el pasado, sabrás que no te he olvidado”. Y entonces parece que se enciende la luz que ilumina el camino para saber que después de mi tendrías que seguir tú, tal como lo leí alguna vez en no sé qué libro que dice que los hijos no son más que la extensión de sus padres, eso sí, con las mejoras que entrega la experiencia para que sean mejores en cada generación. O por lo menos eso fue lo que leí.

La historia de Natalia dice que después de vivir varios años en Coatepec, se trasladó junto con su madre a Ciudad de México, donde ingresó al Instituto Pedagógico Anglo Español, y en 1998, gracias a su talento, a los 14 años, se incorporó a un grupo de música pop llamado Twist, integrado por Tabatha y Pamela, exconductora de un programa infantil de TV Azteca, el mismo que se desintegró al año siguiente.

En el año 2000, el productor Loris Ceroni escuchó las maquetas que había recibido de Natalia y decidió producir su primer disco como solista. Fue cuando se presentó en la ciudad de Dolores Hidalgo en un concierto organizado por el 'Colegio Licenciado Álvaro de Osio y Ocampo', en donde recibe un gran reconocimiento dentro del país, dicen las crónicas de ese momento.

Ahora, con el paso del tiempo esta activista tiene numerosos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos dos Premios Grammy, catorce premios Grammy Latino, cinco premios MTV Video Music Awards Latinoamérica, entre otros. Para que sepas, entre sus canciones más destacadas se encuentran «Tú sí sabes quererme», y «Hasta la raíz», que me sirvió para recomponer el camino que había transitado para celebrar tus 18 años.- Su letra sigue diciéndome cosas como éstas: Yo te llevo dentro/ hasta la raíz/y por más que crezca/ vas a estar aquí/Aunque yo me oculte tras la montaña/y encuentre un campo lleno de caña/no habrá manera/ mi rayo de luna/que tú te vayas.

El mundo, desde que es mundo, ha estado siempre lleno de dificultades, de caos, de guerras, de peleas entre hermanos de un mismo país y nación, así que lo que tenemos hoy no es nuevo; incluso cuando uno mira algunos libros de historia descubre a veces, no con cierto sonrojo, que tuvimos épocas peores, como cuando los cristianos eran lanzados a la arena de un circo para que fueran el tierno alimento de los leones mientras centenares de espectadores aclamaban repetir este espectáculo patrocinado por los césares de la época, que con solo bajar el dedo pulgar daban por terminada la batalla.

Cuentan que los cristianos rezaban por ellos mismos, cuando en realidad lo hacían por los leones, sus victimarios. De allí se desprende aquella frase que dice que al pueblo, para embolatarle la realidad, hay que darle pan y circo. Total, hoy estamos en las mismas, mi querida María José.

No estaría yo en capacidad de ponerte cargas en tus espaldas como, a Dios gracias, no me las pusieron a mí ni me obligaron a seguir tal o cual profesión, tal o cual arte. Soy lo que soy porque creo que era inevitable, así que no veo mayor problema si por ahora no has logrado acceder a un cupo en una universidad.

Además, uno se debe poner sus propias metas y no dejar que otros se las pongan. Son ellos los que le imponen a uno esas metas, los que al final de la tarde le dicen a uno fracasado porque uno no las cumplió. Nacimos para vivir nuestra vida, no para que nos la marquen.

Esto, por supuesto, no significa regresar al estado salvaje de la desobediencia total en una familia. No. De lo que se trata es de reflexionar lo que de verdad queremos para nosotros y si los que están a nuestro lado estarían dispuestos en ser nuestros apoyos y de esta manera avanzar.

Pues yo, en la medida de las circunstancias, te digo que aquí estoy. Felices 18 años, tres meses y seis días de vida y los que el Creador te haya depositado en tu banco personal, que espero sean muchos para ser bien vividos.-

La canción de Natalia termina de la siguiente manera: "Pienso que cada instante sobrevivido al caminar/Y cada segundo de incertidumbre/Cada momento de no saber/Son la clave exacta de este tejido/Que ando cargando bajo la piel/Así te protejo, aquí sigues dentro".

El Bagre, Antioquia, lunes 14 de enero de 1985
Medellín, sábado 26 de marzo del 2022

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