'Sostiene Pereira' (1996): Olvidarse de la muerte para ir en pos de la vida

'Sostiene Pereira' (1996): Olvidarse de la muerte para ir en pos de la vida

El segundo filme del Ciclo El Periodismo visto por el Cine es 'Sostiene Pereira' (1996), de Roberto Faenza, con base en la novela homónima (1994)

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
marzo 24, 2022
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'Sostiene Pereira' (1996): Olvidarse de la muerte para ir en pos de la vida
Foto: Pixabay

No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros:  comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos. (Hermann hesse)

Destrúyete para conocerte, constrúyete para sorprenderte, lo importante no es ser, sino transformarse. (Franz Kafka)

Más vale ser atrevido, aunque se cometan muchos errores, que ser estrecho de mente y demasiado prudente. (Vincent van Gogh)

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El segundo filme del Ciclo El Periodismo visto por el Cine, del Cine-Club Al Filo del Tiempo, es Sostiene Pereira (1996), de Roberto Faenza, con base en la novela homónima (1994), del italiano Antonio Tabucchi (1943-2012), ambientada en Lisboa, 1938, es decir, en plena dictadura de Antônio de Oliveira Salazar. (1)

Obra que, en breve, va sobre la admiración de un escritor por las literaturas italiana y francesa de su época, con una honda reflexión sobre la ética, la censura y su hija natural, en sentido peyorativo, la autocensura, así como un aviso a los jóvenes, ya en el filme, para que actúen siempre con los ojos bien abiertos y pasen de pensar en la muerte a actuar con los vivos.

Como hace el protagonista, el Dr. Pereira, con el joven colaborador del periódico Lisboa, en su sección cultural, Francesco Monteiro Rossi, quien funge de ‘necrologista’, es decir, el que se encarga del obituario en sus páginas, las de un diario en apariencia ‘libre e independiente’ pero que, como se verá, está lejos de tal ideal.

Con narrador en off, el filme de Faenza lleva al espectador por el camino de la saudade, la nostalgia, la añoranza, la vida, la muerte y, desde luego, la enfermedad, la vejez, la obesidad, los males del corazón (con doble sentido), en fin, la dictadura, lo único por prohibir, las ansias de libertad/justicia del pueblo, el abuso policial, el despertar ante ello, la toma de conciencia y la acción revolucionaria.

Olvidar, de paso, pensar en la resurrección de la carne, pero no en la del alma. En la congregación de las almas en torno a un ideal colectivo, cooperativo, sin ignorar noticias que el ‘Lisboa’, y toda prensa, debería publicar: el asesinato de un carretero por la policía. El perseguir al que piensa/cree en su país.

O el brutal asesinato de un periodista. Así, otros de los tópicos abordados por Tabucchi y Faenza son: la lucha anticolonial, el fascismo, las dictaduras, el periodismo hecho con profesionalismo, la búsqueda de la verdad por la intuición o siguiendo las razones del corazón, el existencialismo por vía de B. Pascal.

Un leitmotiv, en novela y filme, es ‘sostiene Pereira’, cuya inflexión de sostener no equivale a ‘Pretend’, como da a entender la traducción inglesa de la voz original. Es clave porque para Pereira es una sentencia de afirmación vital, de búsqueda del sueño, en lo real, ya no en la actividad onírica.

El subtítulo, Una declaración, es más de principios que otra cosa, aunque a la vez parezca ante alguna ‘autoridad’: la que genera más miedo que confianza. Siempre que coge el teléfono, tiembla, como si lo atacara la angustia.

Prueba de la transformación que sufrirá como producto de sus vivencias y del encuentro con personajes cuya vitalidad le hará olvidar la muerte para ir hacia la vida: lo que le interesa a Monteiro Rossi, no la muerte, ni un poco. Y, sin embargo, por contraste, podría verse el caso de un ser víctima de sus temores.

Para Tabucchi, como lo explica al final de su obra, ‘pereira’ en portugués es ‘peral’. Como todo nombre de árbol frutal es de origen hebreo, tanto como en Italia los nombres de raíz judía son topónimos: Finzi, apellido de prestigio (su complemento, Contini, da título a un filme clásico, El jardín de los Finzi-Contini, 1970, de V. de Sica, y cuyo origen se basa en la ciudad Faenza, como el apellido del cineasta, otra en Pinhas y una más en Pilsen, al oeste de la zona histórica de Bohemia, imperio austro-húngaro, hoy República Checa y nombre de la cerveza de ese tipo más fina del mundo, la Pilsner Urquell); Milani o Milano, por Milán; Modigliani (como el pintor), Pugliese (como el director de tango, Oswaldo); Padovani/o. Con ello, Faenza rinde tributo al pueblo judío de la época, perseguido por el fascismo ítalo/nazi.

En las páginas iniciales de la novela, Tabucchi observa: “[…] ¿quién podría tener el valor de dar una noticia de ese tipo, que un carretero socialista había sido asesinado brutalmente en Alentejo [‘más allá del río Tejo’ o Tajo, en Portugal] en su propio carro y que había cubierto de sangre todos sus melones? [Muerte similar tendrá el joven héroe del filme] Nadie, porque el país callaba, no podía hacer otra cosa sino callar [como hoy calla Fosa Común y ojalá hable el Pacto Histórico al llegar al poder] y, mientras tanto, la gente moría y la policía era dueña y señora. Pereira comenzó a sudar, porque pensó de nuevo en la muerte. Y pensó: esta ciudad apesta a muerte, toda Europa apesta a muerte”. (2) Como hoy toda Fosa Común apesta a muerte y todo el mundo calla como en tiempos de la Omertà siciliana o la Ley del Silencio.

Ocuparse de la muerte: de la suya y de la de los demás

Aunque en general es una adaptación muy fiel de la novela, salvo algunos detalles, el filme de Faenza aclara desde el inicio estar ‘inspirada’ en aquella, es decir, como punto de partida. El narrador omnisciente se transforma en voz en off para transmitir todo lo que ‘sostiene Pereira’ de cabo a rabo, a partir del ensayo ‘La muerte para comprender el sentido de la vida’, firmado por ‘un tal’ Francesco Monteiro Rossi.

Pereira también pensaba en la muerte, quizás porque su padre tenía una funeraria llamada Pereira da Dores o Pereira de los Dolores. O como se cita en el filme, ‘Pereira La Dolorosa’. Tal vez porque su madre había muerto de tisis algunos años atrás. Si la muerte era inevitable y afectaba a todos, él tenía el deber de ocuparse de la suya y de la de los demás. Al menos mientras estuviera vivo, sostenía Pereira.

Mientras éste va en tranvía y los policías azotan a la gente en la calle, el pueblo grita: ‘¡Libertad, justicia, libertad!’ Su indignación se hace evidente y lo llevará a un despertar, a una toma de conciencia, a la acción revolucionaria, más allá del papel de cronista de la página cultural del diario ‘Lisboa’.

Por ahora, no piensa en otra cosa que en la muerte: le parece que todos están muertos o a punto de morir; además, él cree en el alma y en su resurrección, pero no en ‘la de la carne’. Sostiene Pereira que esa actitud expeditiva que, cada vez que le preguntaba algo, el padre Antônio asumía con él, lo inquietaba.

Al inquirir en qué mundo vivía le venía la estrafalaria idea de que él no vivía, sino que estaba como si ya fuese cadáver. ‘Desde que había muerto su mujer, él vivía como si estuviera muerto’, dice la novela. (3) Por eso, Pereira piensa en alguien para la página cultural del sábado. Monteiro Rossi le confiesa no tener experiencia. Algo más hay detrás, relacionado con su novia Marta, según aquél…

El encuentro con M. Rossi, lo mismo que con su musa Marta, tendrá un valor capital en la vida futura de Pereira, primero con la postura existencialista del joven y su radicalidad y rebeldía y luego con las charlas, al inicio de toma y daca (‘su’ periódico no habla del carretero que la policía asesinó) y luego de entendimiento y aceptación con esa mujer que lo lleva al cine para ver ‘A Revolução de Maio’ (1937), de Antônio Lopes Ribeiro; y que luego adelgaza y usa gafas para pasar a ser alemana de origen portugués, y así escapar al acoso policial.

Así como Kamo en Vodka-Limón a su mujer, Pereira le habla al retrato de Teresa: como ella se fue, ahora a él le toca hacer la comida. Canción: ‘Luz que brilla blanca por la mañana / sobre el mercado de los melones dorados / curiosa acecha las casas de color de rosa / a la busca de nuestro tesoro / el secreto a descubrir está…’ Pereira se asoma a la ventana y ve a la tropa…

Sí, a la tropa marchar. Se trata de la dictadura de Antônio de Oliveira Salazar (1932-1974), quien, en 1968, ya impedido, es reemplazado por su pupilo/ficha Marcelo Caetano, artífice de una lánguida liberalización.

En 1974, vino la ‘Revolución de los Claveles’, otra suerte de primavera de colores sobre la cual hay un filme de Maria de Medeiros: Capitanes de abril (2000), su ópera-prima, inspirada en los hechos del 24/25 de abril de 1974.

Con imágenes de cadáveres mutilados/quemados por el ejército luso en las colonias africanas, como detonador de la citada sublevación: a los milicos que la urdieron se les revolcaban las tripas al verlas en directo. Entre asco y decepción, deciden poner fin a la política colonial y al gobierno que la echó a andar y se lanzan a la calle, mientras suena Grândola, Vila Morena, tonada de Zeca Afonso bajo censura, pero que la radio insiste en transmitir cual secreto santo y seña. (4) No obstante, el filme no trasciende los hechos o plantea otras claves ni hurga en las viejas heridas.

La ideología, bicho raro hoy, entra en juego, al preguntarle Pereira a Montero Rossi si integra las juventudes nacionalistas/salazaristas. Se sorprende y le dice que es licenciado en filosofía. El primero lo pregunta porque sostiene que su periódico es ‘libre e independiente’ y no se ocupa de política (su ingenuidad, en tal sentido, es proverbial): Monteiro, tampoco, pero ¿se puede? No, no.

A él le pagan por cantar, ya que es de origen italiano. A Pereira le parece perfecto. ‘Entonces, ¿me habla de su artículo sobre la muerte? Y le pregunta si le interesa: ‘Ni un poco, a mí me interesa la vida’. Está harto de la muerte. Un año antes murió su padre; hace dos, su madre, como detalla la novela. (1995: 9) Cada vez que muere un intelectual importante el ‘Lisboa’ hace un obituario, que no se improvisa y encarga a Monteiro uno sobre Rapagnetta. El más importante poeta italiano de la época: en realidad, Gabriele D’Annuncio.

Monteiro presenta a Marta con Pereira. Bailan un vals. Le recuerda que su diario no habla del carretero del Alentejo que mató la policía. El director está de vacaciones, Pereira solo habla de literatura y hasta el sábado el ‘Lisboa’ tendrá toda una página cultural.

¿No debería preocuparle a Pereira la muerte de un inocente y más allá a todo Portugal? ‘Baje la voz’, le pide él para evitar el bochorno o el acoso policial. Y va sobre el D’Annuncio de Monteiro, a quien sus admiradores conocen por tal, pero, nacido Rapagnetta, fue cambiado porque no era lo suficiente altisonante. Un gran poeta, a la vez fanfarrón, belicista, personaje que no debería ser ‘ejemplo’ por la ‘insoportable vulgaridad’ de sus ideas. Alguien que, deslumbrado por el fascismo, exaltó las sangrientas conquistas coloniales. Con él desaparece un personaje siniestro, capaz de las peores atrocidades… Pereira lo interrumpe y acusa de inconsciente y/o provocador: ‘El periodismo que se hace hoy en Portugal no necesita de uno ni de otro’.

Monteiro ignora por qué, entonces Pereira sostiene que si acaso no sabe que D’Annuncio es el poeta del fascismo italiano ni que los soldados italianos combaten con los voluntarios lusos en España en el bando de Franco. En síntesis, el ‘necrólogo’ le propone un texto por completo distinto y le ruega pues necesita trabajar. Monteiro sabe que aquél le exige profesionalismo y que debe trabajar con el cerebro, pero es que ha seguido las razones del corazón. Su jefe no entiende.

Y aquí interviene Pascal en Tabucchi, sin que él lo diga en la novela, lo cual en todo caso puede inferirse: ‘El corazón tiene razones que la razón ignora’. Significa no solo que la emoción es la razón del corazón, sino que el arte es emoción antes que coherencia. Y por eso, preciso, Camus sostenía: ‘Voy a decirte algo: los pensamientos nunca son honestos. Las emociones, sí’. Y esta es una postura existencialista camusiana, pero antes pascalsiana. Monteiro está enamorado de Marta: se trata de una razón más, y no cualquiera, del corazón.

El narrador en off refiere que sostiene Pereira que habría querido decirle a Monteiro que si escribe con la razón del corazón tendrá serios problemas, pero se arrepintió. Y aunque los diez mandamientos no lo digan, lo dice él: las razones del corazón son claves, pero se debe encontrar un equilibrio. Con el corazón, sí, pero con los ojos siempre abiertos.

Monteiro asiente. Pereira llama la atención a Celeste (como la servidora y amanuense de Proust) por meter la nariz en lo que no le concierne. Ella le echa en cara que su marido es policía y conoce personas muy importantes. Con lo cual ya le avisa sobre lo que pasará. Y viene la nota de Monteiro sobre Maiakovski, suicidado en Moscú por un desengaño amoroso, tras adherir muy joven al partido bolchevique, ser arrestado tres veces y torturado por la policía zarista…

En el tren Ingeborg Delgado se presenta: ‘alemana’, pero de origen portugués. Ha venido por sus raíces. Es judía, lee a Mann, quien también pidió la visa para marcharse. Pereira dice no estar feliz con lo que pasa en Portugal; Ingeborg lo insta a hacer algo: contar lo que sucede, hacer oír su disensión. Él, dice no ser Mann. Solo traduce cuentos del francés. Ella insiste en que todo está por hacerse y se puede: basta la voluntad. Que no tienen los políticos, porque siempre están mirando al bolsillo.

Plano brumoso: se despiden, en una buena elipsis. Pereira al taxista: en la vejez, si se tiene cerebro, lo mejor es disfrutar la vida. Sobre lo que pasa en Portugal, España, Alemania, los ‘fanáticos’ políticos, quieren arrasar todo a sangre y fuego. Como hoy EEUU en Ucrania, vía OTAN, la incendia como ya lo hizo en Maidán, 2014, al orquestar el Golpe que sacó a Víktor Yanukóvich por no ingresar su país a la misma OTAN.

Al taxista lo deja perplejo que siendo periodista Pereira crea en la ‘opinión pública’. En tanto es una entelequia (como democracia, libertad, justicia) ya que no solo a nadie se le tiene en cuenta su voz, menos su voto (se lo roban), sino que al pueblo nada se le consulta. Y cuando hay plebiscitos, gana el SÍ o el NO según convenga: a los políticos, claro, no al pueblo. Todo está prescrito en el guion de los políticos y, más allá, en el del Sistema. Si no véase: apenas apareció la guerra, se evaporó el virus y ahora la OMS pretende tomarse los sistemas de salud del orbe.

Francesco Monteiro Rossi es el nombre completo del obituarista. Va adonde Pereira. Está en apuros y su primo ha llegado. Viene de España, de combatir junto a los republicanos y recluta voluntarios para que lo sigan. En teoría, un mal anarquista pues éste no sigue a nadie ni busca que lo sigan. Necesita en suma esconderse por un tiempo. Se llama Bruno Rossi. Hay soldados por todas partes y Francesco y Bruno se sienten rodeados.

Pereira intenta calmarlos, como si fuera tan fácil: ‘No estamos en España, aquí no hay guerra civil’. Aquello cierto, esto no; hay calma chicha en Portugal que solo cesará, parece, con la Revolución de los Claveles. Les señala que no está por la causa monárquica ni por la republicana. Martha muestra a Pereira la diferencia entre fanatismo y fe: ‘Podemos decir que lo ideal es creer que los hombres deben ser libres, iguales e incluso hermanos’.

A Pereira le parece que se cita a la Revolución Francesa. ‘Y a Marx y a Engels’, agrega Marta, lo que a aquél le resulta indiferente pues no están entre sus lecturas preferidas. Ella no le habla de literatura, sino de libertad. Y lo invita a ser ‘One of Us’, como dice la frase de Conrad en Lord Jim y que Scorsese retomó en Buenos muchachos o, justo, Uno de los nuestros. ‘Señorita, no soy ni de ustedes, ni de ellos’. No sabe quiénes son ellos, ni quiere saberlo.

El Dr. Cardoso ya repasó el historial de Pereira: insuficiencia coronaria, sin razón de alarma. Es un experto en literatura francesa. Parece solo comer ‘tortilla a las finas hierbas’. Pero miente sin motivo: pescado, carne; ‘me alimento de modo racional’. La obesidad es posterior a la muerte de su esposa, Teresa. Toma diez limonadas diarias, mitad fruta y mitad azúcar. Cardoso: ‘A partir de hoy, agua mineral sin gas’.

Le pregunta si tiene sueños eróticos que lo hagan eyacular: ‘Y mis sueños, ¿qué tienen que ver con la cura?’ No sabe que la psiquis se relaciona con el cuerpo. Que la mayoría de males tiene un carácter psicosomático: de la cabeza pasa al cuerpo y no al revés.

Males aparte, Pereira sueña con La Granja, playa cercana a Oporto, donde vivió el periodo más hermoso de su vida: lo que no es por el paisaje, sino porque allí conoció a Teresa. El paisaje no es el paisaje. El paisaje es el hombre o la mujer.

En igual sentido, la mujer y el hombre son los viajes, como se infiere de lo dicho por F. Pessoa, el mayor poeta portugués y a quien se cita en la novela y no el filme, como también ocurre, v. gr., con Pirandello, uno de los mejores dramaturgos italianos. Pessoa: “Los viajes son los propios viajeros. Lo que vemos no está hecho de lo que vemos, sino de lo que somos”.

A propósito, el ‘Lisboa’ sacará una nota sobre Honorine, cuento de Balzac sobre el arrepentimiento que narra la historia de la heredera genovesa Honorina Pedrotti, quien tras dos años de permanencia en Génova se casa, de manera concertada, con el Cónsul General: “El cónsul se decidió al matrimonio, más que por la pasión que inspiraba a Honorina, por una de esas crisis de la vida que hacen inexplicables hasta las acciones más naturales”. O sea, un cuento sobre el arrepentimiento. ¿Lo habrá leído Ernst Toller, el cura de First Reformed?

¿O Paul Schrader? Bueno, saberlo. Pereira, sí: en clave autobiográfica. Se siente como si fuera reconocido: en el arrepentimiento. Sobre ello, está muy contento con su propia vida. Trabajó 30 años en crónicas y ahora se ocupa de su pasión, la literatura; parece necesitar arrepentirse, así no entienda por qué. Recién ha ocurrido un evento: conoció a dos pobres jóvenes románticos, sin futuro.

Uno, que le escribiría obituarios y a quien creía dotado para ello. Lo pagó de su bolsillo, para no gravar al periódico. Otro, que recluta voluntaria para resistir a Franco. A Pereira lo agobia la resurrección de una entera congregación de almas. Él creía en una sola. Como en el diálogo, no con su esposa sino con su retrato, a la manera de Kamo y Nina en Vodka-Limón. Hablar con sus muertos, para estar más cerca de la vida. Para que su memoria se vuelva inmortal y para que así su recuerdo se transforme en alivio.

Pereira traduce La última lección, de Daudet. Relato que acaba exaltando a Francia en contra de Alemania y Cardoso no cree que los portugueses aprecien esa historia: como hoy, con la guerra armada por EEUU, vía OTAN, por el gasoducto Nord-Stream-II alemán/ruso. Le dice a Pereira que el director del ‘Lisboa’ siempre encabeza las manifestaciones del régimen salazarista. Y tiende el brazo a la ¡Heil, Hitler! Piensa que cualquier día censure e incluso lo haga caer por el tobogán de la autocensura a Pereira.

Éste, recibe de Celeste una carta para Monteiro. Una llamada lo hace ir al Café Orquídea. Manuel lo recibe y le pregunta si está enterado del ‘increíble’ escándalo que estalló en el Vaticano. Ignora el pobre, que todos los escándalos allí son susceptibles de creerse. Un escritor francés, católico, ha denunciado la represión franquista: nada menos que George Bernanos, el autor del Diario de un cura rural, novela llevada al cine por Robert Bresson (1951), sobre la crisis de fe del cura de Ambricourt.

Marta sube al tranvía detrás de Pereira. Sentada a su lado averigua sobre si la recuerda. ‘Sí, claro, usted es Marta’. Pero, ahora es Lise Delaunay. Está más delgada, como Pereira por su dieta con algas marinas, y usa gafas. Ahora es pintora de viaje por Portugal, con pasaporte francés. ‘Sin mí, dice, él (Monteiro) no se hubiera ocupado jamás de la lucha revolucionaria ni de las necrológicas’. Ambos entran a un cine y ven A Revolução (1937), filme que muestra a Antônio como líder de un grupo de subversivos que escapa de la policía. Una historia real, no inventada.

Los subversivos se arman para derrocar al Gobierno. Aseguran que en el país todo va mal (como en Fosa Común) y van a asesinar al presidente. Antônio acude a la tumba de su madre; Jesuína Valente (1873-1932). ¿Se ha alojado en su alma el arrepentimiento? Aquí enlaza con el de Pereira. Teresa, como la esposa de Pereira, su dulce novia, está angustiada, pero no se desanima e inicia con él una obra de redención, abriéndole los ojos.

Como se los abre Pereira a Monteiro: lo que, por otros medios, habla de la intertextualidad literatura/cine, de la realidad del país y de la manera poco eficaz, si no inútil, como el periodismo la aborda. La obra de Teresa da sus frutos. Antônio comprende sus errores y ahora quiere repararlos: como Pereira con Monteiro. La revolución termina con la frase no exenta de chauvinismo: ‘¡Todo por la Nación, nada contra la Nación!’ Pereira le recuerda al cura que cree ser un buen católico, que ha escuchado la polémica Vaticano/Bernanos y quiere saber cómo debe comportarse.

Tras el bombardeo de Guernica, el clero vasco, desde siempre la gente más cristiana de España, se alió con el bando republicano. Un escritor francés, F. Mauriac, salió en defensa de los vascos. El padre Antônio le dice que todo se complicó cuando el Vaticano apoyó de frente al Gral. Franco: como Pío XII a los nazis. El sátrapa declaró que los vascos eran ‘cristianos rojos’. Y que habría que excomulgarlos sin atenuantes.

Otro escritor, P. Claudel, se alineó con el Vaticano al publicar un opúsculo fascista digno de un verdugo. ‘¿Cómo se define a alguien así? ¡Un hijo de puta!’, dice el padre Antônio. Bernanos le revela al mundo que Franco ha dado un golpe de Estado. Denuncia sus masacres. El Vaticano se equivoca. Franco es un criminal. Pero, Amenábar lo ‘lava’ en Mientras dure la guerra (2019). Y Pereira le dice al padre, antes de los tres minutos, que debería publicar un extracto del Diario de un cura rural.

‘Brindo por el yo dominante que emerge de la congregación de las almas’, le dice Cardoso a Pereira. Manuel a ambos: Mussolini ha enviado a Franco submarinos llenos de armas. Para Cardoso, lo que necesita Pereira es romper con el pasado, olvidarlo. Al decir de Freud: hacer un duelo con el pasado y vivir el presente. Y le sugiere no hablar más con el retrato, sino con los vivos. Una terapia recomendable, aunque duela. Cardoso parece ignorar que el dolor de la muerte no es para el que se va, sino para el...

Por eso mismo, Pereira le dice al retrato de Teresa que seguirá hablando con ella, con la misma canción de fondo: ‘El tesoro brilla aquí, / acaricia el corazón. / pero está escondido…’ Mientras llega al diario ‘libre e independiente’ Lisboa, la tropa baja por las calles. ‘Sostiene Pereira que la policía ya estaba en cada esquina’. (1995: 7) Al pasar oyó al oficial que advierte a sus súbditos que abran bien los ojos, porque los subversivos pueden estar en cualquier sitio. ‘Y aquello no le gustó en lo absoluto’, sostiene Pereira.

En la reunión entre éste y el director del diario, se pasa rápido de la censura a la autocensura: ‘La censura, son unos imbéciles analfabetos’. Y tiene razón. El director de la censura, Mayor Lourenço, no puede leer todo lo que escriben los periodistas. Como tampoco Tik-Tok puede controlar toda la basura que produce entre texto y videos, ni le conviene a la producción de Fake-News. Así que a los periodistas les corresponde estar atentos. ‘Somos nosotros quienes debemos auto vigilarnos’.

‘Nosotros debemos autocensurarnos cuando sea necesario’, dice el director del Lisboa. Una radiografía de los medios masivos en Fosa Común. Para Pereira la portuguesa no es una raza (la única es la Humanidad), sino una mezcla de diversa: celtas, romanos, árabes, judíos. De su reunión solo queda una idea: ‘La fe en los mismos ideales’, dice el director a Pereira. Bruno Rossi ha sido arrestado en el Sur. Monteiro escapó de milagro. Vuelve caminando a lo de Pereira. ‘Nunca olvidaré lo que ha hecho’. Y le pide esconder los pasaportes para voluntarios de la causa.

Cobra sentido su nueva vida en presente, con los vivos. Le pide contactar con Marta y decirle que está a salvo. La llama desde el Orquídea: desde su casa no puede, por lo de la ‘centralita’. Monteiro le trae otro texto, sobre García Lorca, ser asesinado en extraños hechos que donó al pueblo su pasión por la poesía, la cultura, la libertad.

‘Sabemos quiénes lo han asesinado: los esbirros del Gral. Franco’. En efecto, como cuenta Ian Gibson en su libro El asesinato de García Lorca, que sirvió de base para el filme de Marcos Zurinaga Muerte en Granada (1997), con Andy García en el rol del poeta. Que parte, también, de la obra La represión nacionalista de Granada en 1936. Gibson: ‘¿Se daría cuenta García Lorca, en aquellos últimos y espantosos momentos, de la profunda ironía de lo que le ocurría? ¿De que en él se repetía, casi al pie de la letra, la historia de Mariana Pineda, que con intuición certera él mismo había llevado al teatro? Quisiéramos saberlo, pero solo nos responde el silencio’. (5)

Muy parecido a lo que le pasa a Pereira con Monteiro. De pronto, irrumpe la policía política a registrar la casa. Pereira le pide documentos al ‘comandante’: el tira de sombrero le saca su pistola como ‘documento’. Y su jefe lo tilda hasta de pedófilo al insinuar relaciones con ‘jovencitos’. ‘¡Usted es innoble! ¡Todo esto es innoble!’, dice Pereira.

Fonseca y Lima se hacen cargo de Monteiro, quien se entrega para que no sigan abusando del viejo Dr. Pereira. Según ellos, no ha soltado nada sobre Marta y así se lo dicen a Pereira. Pero, cuando se van los ‘tiras’, no sin antes amenazarlo por si cuenta algo de lo ocurrido, y llama una y otra vez a Monteiro, lo descubre asesinado en la cama.

Con un ingenioso ardid, valiéndose del Dr. Cardoso, Pereira logra eludir la censura, publicar su artículo y luego huir. Él no es pendejo ni se miente más a sí mismo: sabe que si se queda será otra víctima de la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE): o, peor, una hipotética EXIGE, Escuela de Xenofobia Internacional y Grupo de Extorsión. Pereira oye gritos. Se asoma y al ver niños policías recibir instrucción se indigna con razón. Va al Orquídea y le pide a Manuel hacerle llegar un mensaje al Dr. Cardoso. Ahora, Pereira escribe su primera ‘necrológica’. Vale la pena volver sobre lo más destacado de su obituario sobre Francesco Monteiro Rossi.

De origen italiano, colaborador del Lisboa. Escribió sobre grandes escritores contemporáneos, desde García Lorca hasta Maiakovski, pasando por Pirandello, Nobel 1934. Un joven simpático, que amaba la vida. Lo han golpeado con saña: el cráneo… hundido con la culata de la pistola. Asesinado por tres siniestros sujetos: el primero, delgado, se hacía llamar ‘comandante’.

Y los otros dos, grandes como armarios, se llaman Fonseca y Lima. Se invita a todos los ciudadanos a vigilar/denunciar estos episodios de violencia brutal que se perpetran en Portugal, con la complicidad de algunos. Monteiro estaba enamorado de una chica joven y valiente, amante de la libertad, a quien si lee el artículo le envían el más sentido pésame y un saludo muy afectuoso. El Lisboa recuerda y saluda a Monteiro. Firma: Pereira.

Canción: ‘El secreto a descubrir / está encerrado en nosotros’. No hay nada que buscar por fuera, todo está adentro, diría el taoísta. Niño voceador: ‘¡Periodista asesinado brutalmente!’ Mientras Pereira se aleja entre la multitud, en un memorable plano/secuencia, siente que su edad ya no le pesa. Como si volviera a ser joven, ágil/esbelto, con grandes deseos de vivir.

Entonces, recordó La Granja y a una joven que le había dado sus mejores años. Entonces, tuvo ganas de un hermoso sueño con los ojos abiertos: ya no para ir al encuentro de la desdicha, ni para tener felicidad, que no existe, sino para desear ser feliz, lo único concreto. Pero, de este sueño no habla, porque se lo contaría al narrador del filme. Ya conoce a Voltaire: ‘La felicidad es lo único que se da sin tenerla y es al darla que la conseguimos’. ‘El tesoro brilla aquí / acaricia el corazón. Pero está escondido / en las palabras y las manos calientes’.

Pereira ha aprendido el arte de amar

Pereira tuvo en su cabeza la idea del arrepentimiento, quizás por haber puesto a Francesco Monteiro Rossi a escribir un obituario y luego, por esa especia de transubstanciación de la vida al arte, porque terminó por escribir la ‘necrológica’ sobre su propia creación humana. En la vida hay que ser atrevido, sin pensar en errores, parece sostener Pereira, luego de olvidar actuar con prudencia y de evidenciar ser amplio de mente.

Destruir para conocerse, equivale a romper el cascarón, del que hablaba Hesse, si se quiere crear un mundo, ‘otro’ mundo. Y eso hace Pereira, no sin dudas ni flaqueos, pero lo hace. Por compasión, una no cristiana, sino humanística: la de padecer con el Otro, ponerse en sus zapatos, así no le queden bien. Eso es ir tras lo imposible, porque lo posible para qué si está hecho o en vía de hacerse.

Si bien en la novela se habla, también, de Luigi Pirandello y F. Pessoa, en el filme, no. Cosa al menos curiosa, si se sabe que el italiano es uno de los mejores dramaturgos de su país y al lisboano se le considera el mayor poeta de Portugal, ante todo por El libro del desasosiego.

De la dictadura de Salazar es posible extrapolar: los banqueros se asegurarán de que el pueblo se mantenga endeudado; la industria farmacéutica, que permanezca enfermo; los fabricantes de armas, que siga yendo a la guerra; los medios masivos, que no sepa la verdad; y el Gobierno se asegurará de que todo esto se haga legalmente… claro, por debajo de cuerda.

En conclusión, contrario a lo que cree Monteiro y aunque también sea válido pensar en dejar atrás la muerte para estar cerca a los vivos, no sobra pensar en la muerte para estar más cerca de la vida.

Como dice la novela Sostiene Pereira: “La relación que caracteriza de una manera más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque la limitación de nuestra existencia por la muerte es decisiva para comprensión y valoración de la vida”. (1995: 3)

Entretanto, Pereira ha aprendido lo que tanto reclamaba Erich Fromm, mientras el hombre se pierde entre éxito/prestigio/dinero y poder: el arte de amar, al olvidarse la muerte, para ir en busca de la vida o, mejor dicho, para estar con los vivos y, claro, amarlos; y que como decía Jacques Lacan el capitalismo rechaza al amor porque está fuera del cálculo: no hay saber que dé cuenta de la contingencia de los encuentros ni es posible normativizarlo.

A Santiago, de quien aprendí a estar con los vivos y a quererlos: él, en primer lugar.
A Marthica, extraordinario ser humano en el que cada día descubro una nueva virtud.
A Antonio Dumetz, quien me dio el honor de citarme junto a El matador, de Víctor Jara.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) TABUCCHI, Antonio. Sostiene Pereira – Una declaración. Anagrama, Barcelona, 1995, pdf 97 pp. Edición original: Feltrinelli, Milán, 1994.

(2) Íbidem, 1995: p. 5.

(3) Íbidem, 1995: p. 6.

(4) https://www.youtube.com/watch?v=smn_4aSX4oM

(5) GIBSON, Ian. El asesinato de García Lorca. Plaza & Janés, Barcelona, 1997, 397 pp.: 12.

FICHA TÉCNICA: Título original: Afirma Pereira. En Brasil: Páginas da Revolução. En español: Sostiene Pereira. País: Portugal / Italia / Francia. Año: 1996. Guion y Dir.: Roberto Faenza, basado en la novela homónima de Antonio Tabucchi. Género: Drama / Historia. Formato: 35 mm; color / b/n; 103 min. Mús.: Ennio Morricone. Fot.: Blasco Giurato. Mon.: Ruggero Mastroianni. Int.: Dr. Pereira (Marcello Mastroianni); Manuel (Joaquim de Almeida); Dr. Cardoso (Daniel Auteuil); Francesco Monteiro Rossi (Stefano Dionisi); Marta (Nicoletta Braschi); Ingeborg Delgado (Marthe Keller): Celeste, la portera (Teresa Madruga); Padre Antônio (Nicolau Breyner); Silva (Filipe Ferrer); Jefe policial (João Grosso); Editor del Lisboa (Mário Viegas). Prod.: Elda Ferri. Estreno: 7.mar.1996.

*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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