Con cinco periodos en el Senado y tras dos fallidas aspiraciones presidenciales a cuestas, Jorge Enrique Robledo, el alma y nervio del movimiento Dignidad, se encuentra en su punto más bajo; el “eterno senador de la izquierda” está reducido y asumiendo su mayor derrota en medio siglo de carrera política. A Robledo le pasó factura su sonada salida del Polo Democrático, su insistencia en integrar su base electoral (tradicionalmente de izquierda) a un centro indefinido y encarnado en Fajardo (un personaje desconectado de la izquierda), y su incapacidad para posicionar nuevos liderazgos en el movimiento Dignidad.
Los datos hablan por sí solos: Robledo pasó de ser el tercer senador más votado en 2018 (con 229.276 votos) a sacar 161.244 votos en la consulta de Centro Esperanza, siendo doblado por Alejandro Gaviria y triplicado por Carlos Amaya. ¿Qué pasó con uno de los mayores electores de la historia reciente?
Inicialmente, Robledo nunca se pudo desprender del aura de “eterno senador”, algo revalidado en su consolidación permanente como el mejor senador; sin embargo, esto le impidió asumirse ante la opinión pública como un presidenciable y romper el techo de su reconocimiento; por lo general, asociado a su labor en el Congreso (una institución bastante desprestigiada) y reducido a los sectores políticos y círculos de opinión. Robledo nunca se convirtió en un personaje conocido en el país; además, sus movimientos en las elecciones 2018 (más motivados por su animadversión hacia Petro) le fueron granjeando cierta distancia de su base electoral y no le permitieron ser visible a nivel nacional.
Al fracaso de su aspiración presidencial se suma la frágil posición en la que quedó el movimiento Dignidad, el partido heredero del Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (Moir) y caricaturizado desde su creación como el partido de Robledo. A Dignidad le fue tan mal que perdió la representación histórica del Moir en el Senado y solo alcanzó una curul en la Cámara por Bogotá. A Robledo no le funcionó su estrategia de endoso porque su ficha de reemplazo, el representante antioqueño Jorge Gómez, solo alcanzó 29.338 votos. Un resultado muy alejado de los 229.276 votos y más cercano a los 29.104 apoyos con los que Gómez ingresó a la Cámara en 2018.
Con la salida de Jorge Gómez de la Cámara, el movimiento Dignidad queda virtualmente acéfalo en Antioquia, tan solo con el escaño del diputado Luis Peláez. A Gómez tampoco le funcionó su estrategia de endoso, pues su ficha de reemplazo, el exrepresentante Víctor Correa, solo alcanzó 14.370 votos, hasta el logo de la coalición Centro Esperanza lo superó (17.240 votos). Sin duda, Dignidad perdió terreno en Antioquia (Robledo solo alcanzó 26.091 votos); y en contraste, el Polo ganó muchísimo espacio, lo que se refleja en los 93.863 votos alcanzados por Francia Márquez y el ingreso de la exconcejala Luz María Munera, tercer renglón en la lista cerrada del Pacto Histórico, a la Cámara de Representantes.
El fracaso de Dignidad confirma la desesperanza del centro y el desgaste del “robledismo” tras su salida del Polo, la adhesión a Fajardo y el voto en blanco en la segunda vuelta de 2018. Con un elemento difícil de digerir para el ego de Robledo: el ascenso de Petro y del Pacto Histórico como el principal proyecto de la izquierda desde la creación del Polo Democrático en 2005. Por primera vez en su extensa carrera política, Robledo no participa de la transformación de la izquierda.
En un reciente debate, el eterno senador afirmó que, si los resultados no le eran favorables en la consulta, regresaría a los salones a “echar tiza”. A sus 72 años y con un partido reducido a su mínima expresión, no resulta viable que Robledo renazca de cara a 2026. Pasará a la historia como lo que fue desde 2002, como un senador brillante y un protagonista de primera línea en la izquierda colombiana; aunque paradójicamente, ahora no participa de un momento culmen: la posible llegada de la izquierda al poder.