Justicias injustas e injusticias justas
Opinión

Justicias injustas e injusticias justas

Por:
noviembre 15, 2014
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Aún recuerdo el día, tendría yo seis o siete años, en que mi primo Adalberto llegó donde la tía Eulalia y enseñándole la cabeza reventada y sangrante le dijo que yo merecía un ejemplar castigo por ser el culpable de tanta desgracia.

Me acuerdo como si fuera hoy. Me sentaron al fondo de la sala, en un taburete con tres patas de esos de ordeñar, y la tía Eulalia sentada en la pura mitad en su poltrona favorita. A su lado el tío Luis, siempre silencioso.

Adalberto rindió su versión que se resumía en una zancadilla que le hice mientras él andaba corriendo, mientras yo juraba por los santísimos que era inocente; es más, hasta afirmé que ese día yo no salí a la calle.

El juicio y la consecuente sentencia condenatoria duró diez minutos.

Me obligaron a pedirle perdón al primo y me quitaron el telebolito por quince días, y desde entonces soy enemigo de los juicios sumarios. Oigo de un juicio de esos que duran tres horas y me acuerdo en forma inmediata de la verruga de la tía Eulalia, así como de los procesos políticos en Cuba, la URSS de Stalin o la España de Franco. Son juicios sin segunda instancia, sin apelación o clemencia, sin súplicas o recursos y sin posibilidad alguna de demorarse quince años.

Y no creía ni en la justicia sumaria y menos en la de siempre, aquella ejercida por gentes dedicadas a dilatar los tiempos.

Hasta que…

Hasta que se da el juicio de los indígenas a los guerrilleros de las Farc que días antes habían cometido uno o muchos de sus asesinatos. Creo que el juicio duró menos que el de mi tía y la condena fue algo más que implacable: 40 ó 60 años de prisión para los adultos y 20 latigazos a los menores de edad.

Creo que tanta justicia nunca se había visto en Colombia.

Llevé mentalmente el mismo juicio a los estrados judiciales que casualmente ahora andan en huelga. Primero, no los habrían cogido y, de estar incomunicados, ya tendrían en su haber un colectivo de abogados que los tendría en la calle en menos de lo que canta un gallo.

Desde entonces replanteo mi posición crítica frente a los llamados juicios sumarios.

Ah, por último…, debo aclarar que la zancadilla al primo no fue adrede, es que me iba ganando en la carrera.

… y hablando de…

Hace pocos días fui testigo de la demencial respuesta de una señora a la cerrada brutal de un taxi. Con una serenidad tremenda se baja de su vehículo y con un hierro destroza el panorámico del taxi y su propia mano.

Al día siguiente veo el video de tres o cuatro supuestos estudiantes de la Pedagógica o Piedralógica intentando quemar con gasolina o bombas lapa un bus con dos o tres pasajeros. Asusta la frialdad asesina y cómo no ocurre nada.

Hay sociedades que necesitan un mejoral con yerbabuena para ya.

 

 

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