Cerca de 100 mil personas tenían un plan en común: pasar el puente en Ibagué. Habían comprado la boleta desde hacía meses para celebrar en Playa Hawái los 10 años del Jamming, uno de los festivales que más había crecido en los últimos años. Muchos aprovecharon la noche del jueves para ganarle la partida al que parecía ser el trancón del año y llegar a una ciudad que tenía el 100% de la ocupación hotelera. De Brasil, Ecuador y Estados Unidos un número cercano a los 8.000 personas llegaron a Ibagué para disfrutar de una edición más del Festival. Pero no sólo se desplazaron hasta allí espectadores o amantes de la música sino emprendedores que habían hecho préstamos hasta de 70 millones de pesos para vender comida a las 100 mil personas que estarían en los tres días de música.
A las 9 de la mañana del 18 de marzo, horas antes de comenzar el evento, la organización anunció su aplazamiento que no era otra cosa que un eufemismo para no reconocer la verdad: el Festival se había cancelado.
Las preguntas eran obvias: ¿si habían vendido 140 mil boletas, donde estaban los 75 mil millones que habrían dejado en sus arcas la venta de esa boletería? ¿Por qué si, ya habían pagado a los artistas no hubo festival?
Alfredo Villaveces, el empresario que ha traído dos veces a Metallica, a Bruno Mars, a los Rolling Stones, Roger Waters y a cientos de artistas de primer nivel, lanza sus hipótesis sobre un desastre que parecía anunciado