Las personas mayores se dividen en dos grupos a medida que envejecen:
los que se vuelven mucho más felices y los que se vuelven mucho más infelices.
(C. Brooks)
Para abordar este tema hay que tener en cuenta el estado actual del individuo, es decir, se considera la vejez a partir de los 60 años según un estudio de la ONU, “Cuando se cumplen 75 años de edad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) los nombra viejos o ancianos. Después de los 90 años, los distingue como grandes viejos o longevos.”, de ahí que se debe identificar claramente el tiempo de la vejez.
Ahora bien, la felicidad está centrada en el aspecto económico, pues para algunos al llegar a la vejez el individuo está definido profesional y económicamente, mientras que otros no lograron ni lo uno ni lo otro.
La planificación de la existencia viene de la mano con lo logrado a partir de las experiencias sociales por un lado y los resultados obtenidos a raíz de la vida laboral por el otro, por lo que asociamos lo que se hizo y lo que acumulamos.
Pensar entonces, que ser feliz es disfrutar de comodidades económicas, tener buena salud y poder disfrutar estas, depende entonces de la planificación anticipada de lo que se ahorró, y cómo se distribuye ese capital.
“En Colombia, desde los 55 años ya se les incluye dentro del grupo adulto mayor, los exámenes de control y de rutina, llamados tamizajes, comienzan desde esa edad”. (Nury Lugo) y las políticas legislativas no ayudan a que en efecto esa planificación se cumpla, por lo que la pobreza se presenta en su gran mayoría en este segmento de personas.
Esa planificación estratégica del modo de vida comprende precisamente el estilo de vida, los hábitos, las relaciones sociales, el trabajo y el manejo de la felicidad.
De ahí que, el pensar en cómo invertir para el bienestar futuro es importante desde la edad productiva, es una solución a esa incertidumbre que se va acumulando a través del tiempo hasta llegar a la edad adulta, muchos llegan con una mano atrás y otra adelante, y unos pocos con los bolsillos llenos, sintiéndose jóvenes y arrolladores, pensando en las farragosas madrugadas llenos de expectativas, de ideas alucinantes esbozando una sonrisa al recorrer el pueblo de la vida.
“Mis paisanos van a venir por mí. Díganles que ahora no, que más tarde, es mucha complicación para un entierro” (Plinio Apuleyo Mendoza en Postales de una vida), nos hace reflexionar si en verdad somos o seremos felices al sobrepasar el umbral de los años arriba mencionados y en especial determinar las complicaciones a las que nos enfrentaremos.
Categorizar felicidad, salud, riqueza es aprender a invertir en ese futuro que evite los “enfermos tristes” que están por debajo del promedio de edad de vejez, de viejos y longevos, pues se debe emerger de ese espectro que evita el comprender la obligación del ser humano por trabajar por su felicidad futura, por el sostenimiento económico al final de la existencia y en especial poder terminar ese nacimiento con sentimientos de gratitud vivencial.
Sin embargo, se han establecido algunos hábitos mal sanos que no dejan disfrutar del periodo referido, y entre estos están: falta de planeación estratégica para la vejez, evitar el cigarrillo, la forma de beber, mantener un peso saludable, hacer ejercicio con regularidad, realizar terapias antiestrés, espirituales etc., mantener la mente activa y aprender otro arte, cultivar las relaciones interpersonales para evitar la soledad.
Estos objetivos no son irrealizables, antes, por el contrario, requieren de constancia y compromiso y sobre todo recordar que el hombre vino a este mundo terrenal a ser feliz y al mismo tiempo aprovechar lo que recoge y siembra.