Vivo con mi mamá, mi hermana de dieciséis años y mi hijo de nueve. Él entrena fútbol tres veces a la semana, le encanta lo físico y también lo teórico. Se sabe la nómina del Manchester para cualquier juego. También le gusta bailar y lo hace de maravilla, pero no quiere que lo vean. Baila break dance y grafitea con nosotros. También baila salsa muy bien porque su abuelo materno es un salsero duro y le está enseñando.
Soy bueno organizando eventos, es algo de lo que sé la fórmula. El evento más grande que he hecho lo hice en 2010 en tres días. Un festival de Hip Hop al que asistieron treinta mil personas, el más grande que se ha hecho en esta ciudad. No fueron exactamente tres días porque llevábamos un tiempo de planeación, pero firmamos contrato un miércoles y el festival era el sábado.
Soy muy bueno conversando y me gusta mucho. Creo que eso se lo debo a los libros. Mi segunda pasión en la vida, después del Hip Hop son los libros. Leo de todo, Mario Mendoza me tiene, el man es un teso, un rayado. Héctor Abad, que además es un parcero, nos escribimos por correo y tal. Leí “El olvido que seremos”, el único libro con el que he llorado en mi vida.
En el 96, el mismo año en que conocí el Hip Hop, abrieron la primera biblioteca del barrio, una biblioteca chiquita, barrial, pero fue magia. Ese año perdí el año escolar, estaba en 7º y me quedé en ocho materias. Cuando el coordinador le informó a mi mamá qua había perdido tales materias, pero que pasaba a 8º y reforzaba luego, ella se paró en la raya y les dijo que cómo iban a pasarme si no había hecho nada en todo el año. Yo llorando, todo cachorro le decía que no me pusiera a repetir, que ella misma había invertido mucha plata. Lo único que me dijo es que si me dolía la plata por qué no había pensado en eso antes y me hizo entrar de nuevo a 7º, ella, no el colegio.
Mientas repetía el año me di cuenta que sabía todo lo que me estaban enseñando, pero ya no me quedaba en la biblioteca tres tardes a la semana y hacía tareas. Aunque he ganado muchos premios y reconocimientos, el más grande que tengo guardado es el reconocimiento a la excelencia académica que gané el año que repetí.
Seguí yendo a la biblioteca y me hice parcero del encargado. En ese tiempo leí a Saramago, a García Márquez. Cuando leí “Cien años de soledad” le escribí una canción a mi papá -que no conozco- y la comienzo diciendo:
Quisiera tener un recuerdo como el que tuvo el coronel Aureliano Buendía
Que con mi padre fui a conocer el hielo o cualquier porquería
Al final esto no importaría
Lo importante sería que con él estaría
Y así se desarrolla la canción que termina diciendo algo como que “hoy tengo un hijo y quiero que el tenga muchos recuerdos conmigo”.
Sueño con cantar bastante, girar con el parche. Sueño con que Casa Kolacho sea un edificio al que los chicos vayan a tomar talleres cada vez más pro, que los chicos que estudien para ser DJ salgan certificados para que los contraten como profesionales. Son muchos sueños. En diez años mi hijo ya va a tener veinte años. Me lo imagino después de los quince que uno es tan plaga y no me preocupa la droga y esas cosas porque me siento tranquilo de la relación que tenemos.
Quisiera que nada se lo vaya a llevar, que nada lo controle, eso es lo que le enseño, que haga lo que quiera y pueda controlar. No es sólo la droga, es el dinero, el amor, las mujeres. Uno ve a muchos futbolistas y son muy caspas, pero lo más grave es que no tienen nada que decir. Que sea lo que quiera, pero que tenga cosas en la cabeza y la cabeza abierta no sólo para aprender, sino para respetar.