Esa sería la cuestión, ¿qué tengo qué ver con un país lejano, con el que Colombia no comercia, ni intercambia turismo; qué me permite opinar de asuntos ajenos, mientras acá se libra otra guerra y persisten problemas enormes sin camino a la vista; cómo se explica este empeño en montar una campaña de solidaridad respecto de aconteceres de un lugar del que los analistas internacionales, los funcionarios y ahora todo el mundo, hablan cual si lo conocieran como la palma de sus manos, en realidad tras la lectura apresurada de datos de Wikipedia?
En suma ¿qué tenemos de relación con Ucrania y la conflictiva frontera con Rusia, como si esa tierra hubiese sido sembrada aquí cruzando nuestra puerta?
¡¡Todo!! Tal como suena, tenemos todo y todos que ver con la pesadilla desatada contra Ucrania. Y no simplemente porque el precio del petróleo se vaya a disparar, porque los insumos de la producción de alimentos suban o incluso bajen, o por razón de que precisamente al lado Maduro ofrezca su lengua para lamer uno u otro interés y eso represente un serio riesgo para Colombia.
Hay todo que ver pero por otra razón, por la razón infame e intolerable para cualquier ser humano de que en un lugar de la tierra, a la vista y con la violencia de Estado más arrasadora de la que haya noticia en los últimos tiempos, estén asesinando en masa a otros seres humanos; porque es una afrenta para la humanidad saber o pasar de largo ante la circunstancia de que un ejercito arreado un gobernante imperialista se haya dado a la sórdida gestión de expulsar a millones de personas y destruir a un país vecino por que sí, porque no le satisface la autodeterminación de aquél, la ideología de aquel, o simplemente porque la cruda geopolítica y los intereses de todos los que no ponen víctimas así lo ha instalado sobre la mesa para hacer un pulso (Otán vs Rusia y sus aliados).
He oído repetir mucho por estos días la idea de que esto es pura propaganda de desinformación occidental; la noción de que aquí los medios y la gente sin idea se rasga el alma porque el que actúa de “malo” en la escena en esta ocasión es Rusia y no Estados Unidos. He oído recalcar que lo de Rusia en su criminal campaña contra Ucrania es paralelo a lo que hizo sin casi ninguna crítica del mundo Estados Unidos en Irak o Afganistán; incluso creo que es cierto y agregaría, que también puede resultar similar a las campañas gringas en Vietnam, en Granada, en Guatemala, en República Dominicana y en el sur de América en donde contribuyeron sin recato internacional a instaurar dictaduras sanguinarias, y también complementaría diciendo que es equivalente al imperialismo francés u otras devastaciones europeas en África.
Pero comparar campañas siniestras o balancear la acción de opresores como lo es ahora Putin, respecto de otros como en su momento fueron Reagan, los Bush o Nixon, no justifica, ni matiza la bestialidad del ejercito ruso desvergonzadamente invasor y criminal de guerra sin olvido posible de la humanidad.
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A la vanidad siniestra de Putin se le deberá la masacre del pueblo ucraniano y las tribulaciones que deberá afrontar la propia población de Rusia ante la sanción mundial
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Putin obra como un sátrapa, uno que avergüenza principios humanos, incluso principios si se quiere socialistas. A su vanidad siniestra se le deberá la masacre del pueblo ucraniano y las tribulaciones que deberá afrontar la propia población de Rusia ante la sanción mundial. Putin terminará no muy lejos como criminal de guerra y la pasará mal; merece pasarla mal.
Debería recordar ese sátrapa, lo que afirmaba Trotski, un socialista sabio: “Quienes necesitan la guerra son los generales, los banqueros, los zares y los terratenientes. Ellos incrementan su poder, su fuerza y su riqueza mediante la guerra. Convierten la sangre del pueblo en oro para sus amos.”
Hoy le haría sonar estridente en su despacho colosal a Putin “Señores de la guerra”, la canción de Bob Dylan:
Vengan señores de la guerra, ustedes que fabrican todas las armas, ustedes que fabrican mortíferos aviones, ustedes que fabrican grandes bombas, ustedes que se esconden tras muros, ustedes que se esconden tras escritorios, solo quiero que sepan que veo a través de sus máscaras.
Ustedes que no han hecho nada salvo construir para destruir, ustedes juegan con mi mundo como si fuera su pequeño juguete, ustedes ponen un arma en mi mano y se quitan de mi vista, y giran y corren lo más lejos cuando las balas vuelan rápidas.
(…) Ustedes ajustan todos los gatillos para que otros disparen, luego se apartan y esperan cuando las listas de muertos aumentan, ustedes se esconden en su mansión mientras la sangre de los jóvenes se escapa de sus cuerpos y se hunde en el barro.
(…) Y espero que mueran, y que su muerte venga pronto, seguiré su ataúd
en la pálida tarde, y esperaré mientras son bajados a su lecho de muerte, y me quedaré sobre su tumba hasta asegurarme que están muertos.
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