El joven de 15 años estaba en la sala esperando lo que ya sabía que iba a pasar cuando descubrieran, sin necesidad de mucho buscar, los cadáveres de sus padres y su hermano de 10 años en el quiosco de las herramientas ubicado al lado de la casa.
Sin remordimientos y con una frialdad incomprensible les confesó a los investigadores que él había matado a tiros a todos los integrantes de su familia y que la culpa la tuvo su mamá, por haberle quitado el acceso al wi-fi de la vivienda.
El asesino, aficionado de juegos en línea y a las redes sociales, fue explicitó y contó cómo mató a cada de ellos. Su mamá fue la primera en morir. Después de una discusión que tuvo con ella por haberlo dejado sin internet, por haber perdido cinco materias en el colegio, fue hasta el cobertizo, cargó la escopeta de cacería de su padre y le pegó dos tiros a su mamá.
A su hermano menor, de 10 años, lo asesinó con dos balazos mientras el niño intentaba huir de la casa. Arrastró como pudo a su mamá y a su hermano hasta el cobertizo de madera detrás de la casa y se sentó a esperar como un cazador a que su otra presa, su padre, llegara de trabajar.
Cuando el adolescente sintió que el carro ya había entrado en la propiedad se escondió muy cerca y apenas su padre abrió la puerta del carro le disparó en tres oportunidades. También lo escondió en aquella cochera y luego se sentó a jugar en sus computadoras.
Al tercer día una de sus vecinas se lo encontró de camino y al preguntarle por sus padres este sin vacilar le respondió que los había matado. El hecho ocurrió el municipio de Alicante, en España. Un par de llamadas luego los oficiales estaban registrando y encontrando a los muertos mientras que el joven asesino seguía pendiente de que su teléfono celular tuviera señal.