Independientemente del caso de la excongresista Piedad Córdoba, algo que nos duele profundamente, las decisiones de cualquier órgano de control que por naturaleza democrática tienen que ser autónomos, en la práctica no lo son, y contrario a todo esto, se percibe un tufillo a persecución.
Es evidente el hostigamiento a la oposición y el etiquetamiento que hacen, con la ayuda de unos medios de comunicación que escalan la persecución y aúpan por que se establezca el autoritarismo en Colombia.
Con solo observar y escuchar un minuto de noticias en TV, se da cuenta cualquiera de qué lado están. Es impresionante la falta de objetividad y el desmesurado afán de manipular. Es un periodismo vacuo, carente de credibilidad.
Las decisiones tomadas por los mencionados órganos de control y de justicia, especialmente Fiscalía, causan dudas permanentes y la lectura que hacemos los de a pie, es que son una clara persecución al que piensa diferente. En ese contexto se enmarcan las acusaciones endilgadas últimamente contra la aguerrida excongresista.
Lo que tenemos son órganos de control cooptados y esto se debe básicamente, a la forma de elegir a su máxima cabeza en la dirección. Su elección lo define la política representada en el Congreso, la Presidencia de la República y las altas cortes: La Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, La Procuraduría y la Contraloría o sea las llamadas "ías".
Su dirección no se aparta de la política, en consecuencia, sus decisiones vienen atadas a intereses puramente de grupos, que han apoyado su elección, por tanto, el elegido queda en deuda con la politiquería y cualquier decisión es insoslayable no interpretarla como amañada.
Al fiscal finalmente lo elige la Corte Suprema de una terna que envía el presidente; el defensor del Pueblo, la Cámara de Representantes de terna enviada por presidencia; el procurador lo elige el Senado de terna elaborada por las altas cortes y presidencia de la República; el contralor es elegido por el Congreso en pleno.
En este orden, claramente son funcionarios que sus decisiones no Irán a ser ajenas a intereses políticos. Ese es el gran problema de fondo, que tendría que solucionarse con una ambiciosa reforma a la justicia, que recupere la confianza perdida
El aniquilamiento a la oposición viene desde arriba. ¿Usted volvió a ver alocuciones presidenciales? El Estatuto de la Oposición contempla una réplica del partido opositor a cada pronunciamiento presidencial por televisión que se realizaba en horario triple A.
La solución que se dio para evitar que la oposición no exponga su réplica es radical y opera como el síndrome del sofá: botarlo para evitar la infidelidad; en este caso para que no haya réplica de la oposición, se acabaron las alocuciones presidenciales. Algo incomprensible.
Con todo lo anterior, no se puede esperar menos de las decisiones en un sistema con desbalances de los "pesos y contrapesos" que justamente deben operar en una democracia.
Volviendo al tema de Piedad, no voy a entrar a absolverla porque no soy juez. En una columna anterior que escribí, mencionaba los inconvenientes que se le podrían presentar a Piedad por su retorno a la política.
Le aconsejaba un sereno retiro a sus cuarteles de invierno y como buena liberal darnos sus luces desde su retiro. Si bien es cierto Piedad es una líder que ha trabajado incansablemente en la lucha por la paz, y por salvar vidas, e incluso tiene una votación importante por aportar, su retorno activaría a sus enconados enemigos hoy en el poder, para atacarla sin piedad e incluso prefabricar entrampamientos como parece efectivamente ocurrió. ¡Dicho y hecho! Ella, sabedora de esos riesgos y apasionada por servir, decidió correrlos.
Son refritos y cosas absurdas por las que se le acusa, pero no dejan de convertirse en graves, dentro de un sistema totalmente cooptado por los intereses políticos.
Básicamente la acusan de que retrasó la entrega de Íngrid Betancourt cuando se encontraba "retenida" por parte de la hoy desmovilizadas FARC; también que utilizó la entrega de secuestrados para su beneficio político.
Y me pregunto: ¿A quién se le puede ocurrir que una guerrilla tan fuerte como eran las Farc en su momento, un político como Piedad Córdoba les va imponer su cronograma dentro de sus propósitos de guerra?
Los mismos excomandantes de las Farc han salido a desmentir eso. ¿Que con las diligencias de entrega de secuestrados buscaba fortalecerse políticamente? ¿Qué persona metida de lleno en la política, al desarrollar un servicio de buena fe, no busca intrínsecamente obtener réditos políticos? Todo lo anterior es de perogrullo.
Sobre lo sucedido con su hermano no se puede meter las manos al fuego, pero parece que es parte integral de la impiedad con que se le persigue.
El cronograma electoral que corre a velocidades inusitadas obligan a todos aquellos que sienten que soplan vientos de cambio (y que ese cambio lo incentiva un auténtico despertar) a luchar por todos los medios por detenerlo y qué más preciso para sus protervos propósitos que pulverizar y enconarse contra una valerosa mujer negra como Córdoba.
Su caso hay que mirarlo con suprema desconfianza. Se podría entrar asegurar que en todo lo que está ocurriendo contra ella, actúa el soterrado racismo que indudablemente existe.
Tradicionalmente la raza negra y sus territorios han sido marginados y excluidos del poder central, no posee participación significativa en los gobiernos, ni en los altos mandos de las fuerzas militares y menos en los ministerios.
De pronto, surge una líder negra como ella y el claro propósito es destruirla.