Que estúpido atribuir a un asunto de ideología política (derecha o izquierda) así como religiosa, la defensa de la vida.
Ya salieron los militantes de la izquierda, y algunos seudoliberales oportunistas, a decir que ha sido un triunfo de la libertad, la autonomía de las mujeres y de responsabilidad social.
Unos con altivez seudointelectual y otros con cálculos políticos. Y, de otra parte, los amigos de la derecha a arrogarse la defensa de la vida, como adalides del cristianismo, con cálculos igualmente electorales, y buscando la legitimidad pérdida en el terreno político.
El señor Mockus se hizo grande en el país al recordarnos que “la vida es sagrada" y que hay que respetarla. No era nada novedoso, pero en un país tan violento como el nuestro, que un migrante extranjero lo dijera, como que tenía más peso.
Y, él no pertenece a ningún partido político de derecha, pero sí ha fungido como miembro de un partido de centroizquierda (verde) que ahora con oportunismo político sale a defender la decisión de la Corte Constitucional. Incoherencias típicas de nuestros políticos.
El problema del aborto es un asunto que va más allá de las consideraciones de la Corte y sus defensores. Es un problema de orden educativo y de valores. Incluso de orden económico donde a la sociedad de consumo se le vende sexo por todos los medios día y noche.
Total, como ciudadano y amante de la vida no celebraré la decisión de la Corte, que por cierto no ha sido la más brillante, y que es bueno recordar que uno de los ponentes ha estado en el ojo del huracán por corrupción y acoso sexual, ni saldré a acompañar a unos jurásicos políticos como Pastrana o Uribe que se quieren reencauchar con una causa noble, como la defensa de la vida, con propósitos políticos.
Y que a propósito en el tema de defensa de la vida y la dignidad de los niños, el primero ha sido objeto de un escándalo en redes que no ha aclarado, y el segundo a través del títere que pusieron como ministro de defensa decía con ocasión de un bombardeo que los niños son máquinas de guerra.
La defensa de la vida no es una cuestión política, ni solo religiosa, es una condición natural que nos incumbe a todos como miembros de una misma especie que hemos obtenido el don de la vida.
La doble moral de esta clase política de todos los pelambres no tiene límites. De otra parte, es evidente cómo los ineptos congresistas han dejado en manos de dudosos magistrados las grandes decisiones del país.
En una democracia representativa estas decisiones tan trascendentales para los pueblos las toman los parlamentos o directamente el pueblo y no cinco magistrados.