Los casos de Char y Piedad Córdoba, a la derecha y a la izquierda del espectro político, han salido a flote por boca de personas muy cercanas a una y otro. Ambos, quizás, sufrirán las consecuencias en sus carreras y, quizás, en el frente judicial.
Otros, de menor resonancia, como el de Rodrigo Noguera, rector de la Universidad Sergio Arboleda, la U. del presidente y del fiscal general, también tienen en común ese elemento del colaborador inmediato que acusa. ¿Qué mueve a los delatores?
Personas que, de una u otra forma tuvieron acceso a secretos bien resguardados, que gozaron de la confianza incondicional de sus jefes y que, de un momento a otro, se convierten en sus implacables -y, con frecuencia, efectivos- delatores de supuestos actos delictivos. ¿Venganza por algún maltrato del patrón, la patrona? ¿Expectativas no satisfechas? ¿Aprovechamiento de oportunidades? ¿Cinismo? ¿Mentiras?
Desde luego, es la justicia la llamada a resolver los casos, de manera que las presentes líneas solo se enfocan en los actos de delación de estos “segundos a bordo”, en sus probables móviles y en las preguntas que dejan a la ciudadanía acerca de su proceder.
¿Participaron los delatores en la comisión de algunos de los supuestos actos de los que acusan a sus jefes?
En el caso de Piedad Córdoba, es evidente que el conocimiento de su antiguo asesor, Andrés Vásquez Moreno, acerca de la vida diaria de la política debía ser muy estrecho. La presunta cercanía con la dirigencia de las Farc, su rol como Teodora Bolívar, son acusaciones que se conocen hace rato y que la justicia colombiana rechazó, en su momento, por carecer de sustento legal. Sin embargo, lo nuevo, que puede arrasar con las aspiraciones políticas de Piedad y, de paso, afectar al Pacto Histórico, es que se trata de alguien que afirma haber presenciado sus actos y, más grave, conocer de su papel en la aceleración o retraso de la liberación de secuestrados, una infamia. ¿No hay co-responsabilidad de Vásquez en los supuestos actos delictivos? ¿Siente Vásquez que Córdoba no le retribuyó como era debido?
Acerca de los móviles de Aída Merlano, ella misma da las razones (Cambio): Ha sido traicionada por el clan; está hundida y no irá al hueco sola. Odia a sus antiguos benefactores que la abandonaron y que, según ella, quisieron asesinarla. No es el resultado del arrepentimiento, desde luego, sino el deseo de que la justicia les llegue, también, ellos, ahora que siente que todo lo ha perdido… y que ella lo sabe todo.
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¿Qué motiva a Espinosa? Aparentemente, acciones que considera degradantes (pasarlo de decano de la facultad de Derecho a un cargo de rango inferior) y, en general, el “hacerlo a un lado”
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En cuanto al caso Noguera - Espinosa, la opinión pública se enteró de los hechos en dos entregas del Reporte Coronell (wradio). En pocas palabras, Espinosa acusa a Noguera de disponer de activos de la universidad en beneficio familiar personal y de indelicadezas varias, cuando se supone que la universidad es una institución que carece de ánimo de lucro. Es sorprendente: Espinosa, entre otros cargos, ocupó el de secretario general de la universidad y siempre fue una persona de confianza de Noguera. ¿Qué lo motiva? Aparentemente, acciones que éste considera degradantes (pasarlo de decano de la facultad de Derecho a un cargo de rango inferior) y, en general, lo que podríamos llamar “hacerlo a un lado”. Parece ser que a las directivas les es imposible destituir a Espinosa, de quien se dice, ha promovido la creación de un sindicato (acto legal, ni más faltaba) en un claustro con alergia a tales asociaciones. ¿No conocía Espinosa acerca del supuesto comportamientro de Noguera en los “buenos tiempos” de la confianza?
Es probable que el subalterno, con el tiempo, sienta que no ha existido la suficiente reciprocidad y proceda a delatar con ánimo de venganza.
Hay casuística abundante. Baste traer a la memoria que uno de los líos principales del expresidente Uribe proviene de las acusaciones de los hijos de su antiguo mayordomo en la finca Guacharacas. Que Fernando Botero, exministro de Defensa de Samper, un día de enero del 95 recobró, por arte de magia, la memoria y contó que sí, que sí habían ingresado dineros del narcotráfico a la campaña, de la cual había sido su gerente.
La confianza es necesaria en cualquier equipo humano. Sin embargo, una cosa es la confianza consistente en “guardar la espalda” de alguien que delinque y otra, diferente, la confianza entre pares honrados. En el primer caso, es probable que surja la expectativa de ser debidamente compensado y la pregunta permanente de “¿hasta cuándo haré parte de esta empresa criminal?”. Es probable que el subalterno, con el tiempo, sienta que no ha existido la suficiente reciprocidad y proceda a delatar con ánimo de venganza.
Un rasgo común cuando los hechos delatados sí son ciertos: los acusados no vacilan en pretender destrozar a sus delatores, física o moralmente.