Colombia está pintada en Un día de éstos, un cuento de García Márquez del 62. El alcalde de un pueblo amanece con un dolor de muela insoportable. Va donde don Aurelio Escovar, dentista que carece de título, a que le saque la muela. Así se lo hace saber, cuando llega a la sala de espera del consultorio, al hijo del dentista quien, a su vez, se lo comunica a su padre. Díle que no estoy aquí, le responde. Al rato, el niño le trae otro recado: Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro. Finalmente, don Aurelio atiende al alcalde y después de una dolorosa intervención le extrae el molar. Al final del cuento, el dentista le pregunta a quién le debe pasar la cuenta: ¿A usted o al municipio? El alcalde respondió: Es la misma vaina.
Hay otro cuento, del 70, Muerte constante más allá del amor, que narra un episodio de la campaña electoral en la Guajira del senador Onésimo Sánchez, un hombre graduado en Alemania. Después llegaron los camiones con los indios de alquiler que llevaban por los pueblos para completar las multitudes de los actos públicos. En algún momento, el senador se dirige a sus votantes:
—Entonces —dijo— no tengo que repetirles lo que ya saben de sobra: que mi reelección es mejor negocio para ustedes que para mí, porque yo estoy hasta aquí de aguas podridas y sudor de indios, y en cambio ustedes viven de eso.
Las revelaciones de Aída Merlano destapan parte de lo que que ya se sabe: la compra de votos, el reparto de recursos públicos, el cinismo de una parte de la clase política. En la Costa y en todo el país. Lo que pasa es que están rodeadas de la espectacularidad: el romance, el éxito electoral, la captura, la fuga, el asilo, la detención en Venezuela…
El lío, en esta ocasión, es que no se acusa al clan Char solo de financiar campañas políticas con recursos públicos sino de organizar y pagar la operación de rescate de Merlano. Y, para colmo de males, el protagonista principal, no solo del novelón sentimental, sino de la supuesta movilización de las palancas de los actos delictivos, es la persona que hasta hace dos semanas se perfilaba como la ganadora de la consulta entre los candidatos del Equipo por Colombia. Ante la falta de combustible electoral del candidato del uribismo, parecía que todo apuntaría a que, finalmente, Alejandro Char podría capitalizar los votos de una amplia franja del espectro de la derecha. Y, por qué no, pasar a segunda vuelta y, por qué no, coronar como presidente.
Ya nadie discute el monto de los recursos que se destinaron a la compra de votos para sacar senadora a Aída Merlano. Si todo provino de Gerlein, cuál fue el aporte de los Char, la participación de otros “mecenas” políticos, beneficiarios siempre de la contratación pública, son sólo detalles sobre el origen de los fondos. Valga saber que se trató de, al menos, 12.000 millones de pesos. Dado el ingreso mensual de los congresistas en el 2018, de $ 31 millones, los ingresos brutos durante los cuatro años son cercanos a los 1.500 millones. Invertir 12.000 millones, una cifra ocho veces mayor que los ingresos totales, solo significa lo que ya todos sabemos: que se trata de inversiones con altas tasas de retorno, basadas en el copamiento de entidades públicas con los señalados por los clanes, que adjudican inmensas sumas de contratos a los propios.
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Lamentables las reacciones de la semana. Francamente, la peor fue la de Enrique Peñalosa
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De ahí que son lamentables las reacciones de la semana. Francamente, la peor fue la de Enrique Peñalosa, una persona con la que se puede estar o no de acuerdo, pero que ha sido un alcalde de la capital con estrategias consistentes en temas clave como el del espacio público, entre otras. Su afirmación de “toda la información con relación a las acusaciones contra Char proviene única y exclusivamente de las declaraciones de una mujer con la que evidentemente tuvo una relación sentimental, que está ardida y con deseos de venganza… es una prófuga de la justicia colombiana, protegida por Maduro, quien probablemente estaría muy contento de debilitar a Char en la Costa para ayudarle así a Petro…” (Semana)
Lamentable todo, incluida la alusión al mediocre dictador Maduro. Ni una palabra acerca de la compra de votos, de las demás imputaciones. Por supuesto, debe garantizarse a Char el debido proceso y nadie puede culparlo de forma anticipada. De ahí a poner la carga de la corrupción exclusivamente en los hombros de Aída Merlano, desde luego una delincuente, es un acto de ceguera. Con certeza, de no haber caído Merlano en el 2018, estaría compartiendo hoy tribuna pública con los candidatos del Equipo por Colombia.
Ya sobre las declaraciones de la esposa de Char, ni hablar. Caerle a Aída Merlano, una mujer que no es de las nuestras.
Todos, a una, le han caído a la Merlano. En eventos de corrupción, las mujeres suelen llevar las mayores cargas, como ocurrió también con Yidis Medina.
Sin embargo, aunque, lenta, la justicia se mueve, como lo muestran los últimos pasos de la Corte… Y Colombia no es feudo del clan Char.