En esta época electoral muchas cosas han cambiado a causa de los avances tecnológicos. Los discursos, principal recurso del orador para exponer sus pensamientos ideológicos y respectivos programas de gobierno, brillan por su ausencia.
Los Demóstenes han sido suplidos por los Zuckerberg de las redes sociales. El cerebro, como órgano procesador de nuestras ideas y pensamientos, ha venido siendo reemplazado por la máquina. Hoy no es el carisma del orador, su vehemencia y la forma en que comunica al auditorio sus ideas lo que determina la conviccion del elector de escoger a quien piensa que va a cambiar o mejorar la situación crítica de este estado de cosas que estamos viviendo.
El hombre de las plazas públicas ha cedido ante la aparicion en las redes sociales de las denominadas bodegas (net centers) como estrategia más expedita para llegar a miles de usuarios. Mediante esta modalidad, se contratan personas para crear una serie de cuentas falsas con el objeto de despotricar a sectores contrarios de opinión, con la intención de impactar su imagen, ya sea de manera positiva o negativa.
Esta práctica que comunmente se conoce como "calumniad... calumniad... que algo queda", se ha ido transformando, pasando del chisme mediático por las paredes hasta llegar a comunicar y difundir informaciones, generalmente de contenido falso, que producen en sus recepcionistas, que son los millares de usuarios de las redes, la percepción de una opinión colectiva.
Este método encuentra abonado el terreno para que cristalice su real propósito, en consideración a que la mayoría que acudimos a este sistema en búsqueda de información rapida y oportuna somos demasiadosvulnerables, ya que hemos perdido la capacidad de análisis, digiriendo la noticia sin masticarla, descartando de un tajo a Descartes y su duda metódica, dándola como cierta y veraz, de tal manera que nos convertimos en piezas replicadoras, transformándolas en verdad, como nos enseñó el propagandista nazi Joseph Goebbels.
Como van las cosas, estaremos gobernados por la difamación, la mentira y por quien supo canalizar esta tecnología, sin que sea reprobada o desconocida a la manera en que la recordada e inigualable profesora de mi pueblo, doña Abigail Hoyos de Urueta, la Niña Chiqui, cuando pillaba a alguien escribiendo palabras obscenas e inmorales en las paredes, solía decir: "La pared y la muralla son el papel de la canalla".