Haciéndole seguimiento a la campaña política de 2022 uno se encuentra con personajes hilarantes, curiosos, extrovertidos, incluso algunos divertidos, pero también con idiotas, unos que han ganado elecciones como la Cabal u otros que se candidatizan por primera vez, como el gran pensador “libertario de derecha uribista” Miguel Polo Polo. Y quiero enfocarme en esta columna en este prohombre, gran líder juvenil que aspira a llegar a la Cámara de Representantes por la circunscripción afrodescendiente, no porque se considere un digno representante de esta comunidad, sino porque estratégicamente le es más conveniente por el alcance nacional que tiene y por el menor umbral que se necesita (además de que tenía que demostrar un poco de dignidad luego de que le negaran el aval).
Pero él no es el único; es solo que lo sigo en redes sociales porque decidí hacer un ejercicio de observación sobre su discurso y quiero dar mis primeras impresiones. Hay otros casos como el de la influencer caleña Natalia Bedoya, que también promulga propaganda uribista a sus más de 50.000 seguidores, o la exdiputada Juanita Cataño, que se puso a gritar a todo pulmón en una plaza de un municipio del Valle del Cauca, aunque a ella le tocó migrar de partido.
Polo Polo es un caso particular y de interesante análisis porque ha logrado cautivar jóvenes que le hacen perifoneo en las principales ciudades del país. Aquí me voy a enfocar en su propuesta de campaña Más autoridad, más libertad, más capitalismo y en un trino que lanzó haciendo referencia a los estudiantes de universidades públicas. No está de más mencionar que este candidato reúne todas las características de un líder populista (a los que él tanto critica).
Tiene un discurso maniqueo al dividir el mundo entre los buenos (supongo que para él los uribistas, de derecha y libertarios) y los malos (los que él denomina comunistas, que seríamos todos los demás que no seamos uribistas. La verdad aquí me pierdo porque dice muchas estupideces al respecto).
Adicionalmente, dice cosas para ser popular que son lugares comunes en la política como generación de empleo, atacar a la izquierda, a Venezuela y al socialismo del siglo XXI, entre otras cosas.
Pero ese no es el foco del debate, el punto es su propuesta con la que se presenta, una libertaria que aboga por una reducción del papel del Estado, menos impuestos, más flexibilización laboral, etcétera. Esto inicialmente no tiene nada malo, es una postura respetable que se enlaza con tradiciones liberales económicas y cada quien tiene derecho a creerlas y promulgarlas (yo personalmente no las profeso), pero lo que me molesta en extremo de este candidato es la manera en cómo transmite sus mensajes con propaganda barata y vacía respaldada por comentarios de odio y rencor; es como un uribismo multiplicado por cien. Esto, adicionalmente, al gran desconocimiento que muestra el candidato de teorías políticas y económicas básicas, porque claro, él solo está transmitiendo un discurso light, plagado de lugares comunes que cualquiera podría decir.
Él asegura que una de las razones por las que decidió candidatizarse es para arrebatarle la circunscripción afro a la izquierda. Pero si se analiza quiénes son los representantes de la comunidad afro para el periodo 2018-2022, nos daremos cuenta de que son políticos que han estado ligados con partidos “tradicionales” de derecha. Acorde a la Silla Vacía, John Arley Murillo es pate del grupo político de la gobernadora Dilian Francisca Toro, mientras que Hernán Banguero Andrade fue candidato por Cambio Radical en 2011 para el Concejo de Cali y fue cercano al extinto movimiento MIO, liderado por Juan Carlos Martínez (condenado por parapolítica). Pero le toca decir eso porque tiene que justificar su candidatura en esa circunscripción, no tiene de otra.
En su discurso siempre usa dos ejemplos para decir que la izquierda ha oprimido a las minorías, simples a primera vista, pero que pueden ser convincentes: uno, que el Che Guevara escribió en su diario algo contra la población afro, y dos, que el partido demócrata promovió la segregación racial en Estados Unidos. Ante esto decir dos cosas: primero, el Che Guevara es solo un individuo en un gran espectro donde hay muchas izquierdas políticas, unas radicales y otras moderadas, algunas autoritarias y unas democráticas (pero claro, al candidato solo le sirve lo que es útil para su propaganda); dos, ¿el partido demócrata de izquierda?
Aquí es donde al hombre le falta un poquito más de información y estudio porque yo también tuve una impresión familiar (hace ya muchos años cuando estudiaba mi pregrado) cuando me di cuenta de que quien abolió la esclavitud en Estados Unidos fue un republicano, pero investigué más y comprendí el contexto de la época. Le falta comprender mucho más el tejido institucional estadounidense, pero claro, él dice lo que le conviene para su discurso.
Finalmente, el hombre asegura que va a presentar una ley para que estudiantes de universidades públicas que se vean envueltos en marchas y protestas sean expulsados para siempre. Y luego añade que los colombianos no pueden seguir financiando terroristas urbanos con impuestos. Claro, nadie quiere violencia ni daños, eso es cierto, pero ese mensaje nuevamente deja un tufo malicioso en el ambiente porque, al igual que el uribismo, criminaliza sutilmente la movilización social y estudiantil.
Y la perla que adorna el pastel, llama a que voten por él a los que no se identifiquen como afros a pesar de que él va por la circunscripción afro. Eso raya en lo ofensivo porque este candidato se está aprovechando de un espacio diseñado para una comunidad que reivindicó su derecho a esa circunscripción. ¿Puede ganar? Difícil saberlo porque en esta sociedad tan polarizada los discursos vacíos pero populares y que llenan de odio o miedo calan muy bien en algunas personas.
En la política siempre ha habido idiotas, mediocres, con discursos vacíos, pero al menos antes solo los escuchaban sus electores, ahora con las redes sociales, en algún momento tendremos que aguantarnos a este por un tiempito más, aunque me seguirá divirtiendo.