Duele la muerte de dos jóvenes trabajadores de la salud, que ocurrió en la noche hace un par de días, ocasionada por uno de los miles de huecos que existen en las calles de Bogotá. Duele, no por ser jóvenes, ni por ser trabajadores de la salud, sino porque como seres humanos caen en la red de la negligencia de nuestra administración.
¿Cómo pueden ufanarse la alcaldesa y el director del IDU saliendo en los noticieros a decir que han tapado 50 mil o más de los 200 mil o más huecos detectados? Deberían avergonzarse ante tanta dejadez y tanto abandono en que tienen nuestra malla vial.
Pero claro, es una moto menos en las calles, al menos por un tiempo; lo mismo se podría decir de muchos automóviles que se ven afectados y tienen que pasar varios días en reparación.
Deberían la Fiscalía y la Procuraduría adelantar profundas investigaciones a fin de establecer responsabilidades por negligencia, porque a la inseguridad que nos agobia, debemos sumarle las trampas mortales que encontramos por doquier.