Los costos del poder absorbente en una sociedad, ciudad, región, país suelen ser altos. Vayamos a lo que pierde la ciudadanía en materia de información cuando se presenta esa situación.
En Barranquilla, hace de eso ya varios años, dejó de venderse en una cadena de centros comerciales un medio informativo impreso de circulación nacional, porque ese diario había entregado de manera periódica unas crónicas elaboradas por el investigador y periodista Fabio Castillo que relacionaban a un influyente personaje de la economía, la política, del deporte, del periodismo de la ciudad con actividades derivadas del narcotráfico que habrían contribuido a convertirlo en una figura de tanta importancia.
No está claro por qué el medio impreso volvió a ser vendido en la cadena aludida.
Pero la concentración del poder no solo produce eso. Surgen nuevas narrativas como las que conocemos de unos 15 años hacia acá, es decir desde que comenzó a gobernar la familia de los Luis (XIV; XV; XVI), aunque en justicia deberíamos llamarla la época adamita, por aquello de ser los pioneros del cemento, que es como decir el progreso en general de la ciudad. Y, apenas natural, también de la democratización de la contratación.
Una más obsecuente, como cabe ser para tan grandes propósitos, no puede faltar. Una verdadera labor de orfebre constituiría encontrar en el diario oficial de la ciudad un editorial cuestionador de la labor gubernamental de la engolada familia, tan infalible ella ha sido. Y no se pretenda hablar de los entuertos por los que por tantos flancos se la ha pretendido atacar sin resultados hasta ahora convincentes.
Una pretendida idiosincrasia barranquillera que presenta a su ciudadanía permisiva con el delito y naturalizadora del desmadre es entregada en dosis frecuentes por medios locales y nacionales. Alguno que otro aspirante a contratista de la administración distrital, morador de tierras paramunas, se faja un chabacano artículo periodístico sobre el virtuosismo barranquillero actual de sus gobernantes y san se acabó.
La ideologización del status quo ha surtido su efecto en la mayoría de la población de la ciudad, incluso en la región Caribe. O al menos así nos lo enseñan.
El humilde vendedor al menudeo se cree igual al vástago del clan que lo engatuza con un pase de bailarín fallido y un saludo con choque de puños.
La ratificación del empeño familiar en mantenerse incólume ante las críticas de los envidiosos se acaba de conocer en la decisión del Equipo por Colombia este fin de semana en Montería al negarse a hablar del affaire Merlano y lo que la relaciona con el bordón.
Hay vida para largo rato.