La pastilla, recetada por médicos, que ha matado a un millón de personas

La pastilla, recetada por médicos, que ha matado a un millón de personas

El filántropo y respetado Robert Sackler creó el Oxycodin con el que ganó miles de millones de dólares sin importarle dejar un rastro de muerte a su paso

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febrero 04, 2022
La pastilla, recetada por médicos, que ha matado a un millón de personas

Era una dinastía y, con la ambición de los faraones, estaban obsesionados a perpetuarse en el tiempo. Por eso estaban acostumbrados a extravagancias carísimas, que hicieran pensar a los norteamericanos que los Sackler eran más que una familia de inmigrantes judíos que habían acumulado una fortuna creando calmantes que generan tanta adicción como el Valium.

Tenían tanto dinero que el patriarca de la familia, Arthur, mandó a traer uno de los primeros templos cristianos afincados al lado del Nilo, a mediados de los años sesenta, cuando Nasser decidió su faraónica obra, la represa de Asuan, e iban a inundar esa orilla del Nilo. Arthur decidió contratar a todo un equipo de arqueólogos y arquitectos, desarmar el templo y llevarlo al Museo de Arte Metropolitano de Nueva York en donde lo instaló en la sala que llevaba su nombre.

A Arthur Sackler le gustaba el arte oriental. Estaba tan obsesionado que su familia estaba convencida de que era adicto a comprar arte chino. Eran cajas y cajas que él compraba compulsivamente, que ni siquiera abría, era como ver el depósito del Ciudadano Kane después de morir, como si en cualquier rincón se fueran a encontrar un trineo con el nombre de Rosebud. Lo hacía para intentar convencer al mundo que los Sackler no eran sólo unos mercachifles de la salud sino que era gente respetable.

Su hijo, Robert, tuvo en 1996 la idea de lanzar al mercado, después de procesar la amapola y crear una sustancia opiácea más poderosa que la heroína, un comprimido de Oxicodona que serviría para aliviar, durante 12 horas, los más punzantes de los dolores. Ese año Pardue Pharma, la industria familiar, recibió 46 millones de dólares en ganancia. En el 2010 la cifra se multiplicó hasta la absurda cifra de 13 mil millones. Todo esto se hizo con una estrategia publicitaria muy agresiva, que obligaba a los médicos de la Norteamérica profunda a recetar por cualquier molestia muscular el OxiContin.

Los que la consumen dicen que la heroína es una inyección de té frío a la luz del sol al lado de esta potente droga que hacer ver al que la consume burbujas de colores y a Lucy cabalgando por el cielo de diamantes. Entre 1996 y el 2008, a la par que se multiplicaban las ventas, se ahondaba la epidemia: 400 mil norteamericanos murieron de sobredosis. La pastilla se inhalaba, se inyectaba, se traficaba en las calles de Estados Unidos. Las quejas llegaban al departamento jurídico de Pardue Pharma y ellos la escondían debajo de la alfombra.

Los Sackler corrompieron a todos los médicos. Destinaron un presupuesto de 12 millones de dólares anuales para invertirlos en simposios, viajes y costosos regalos a los médicos más cotizados de los Estados Unidos que recomendaban por televisión el uso de la Oxicodona. La FDA, el Invima gringo, le puso el sello que la hacía apta para su circulación masiva. Mientras tanto la gente que iba por una leve molestia al médico salía, sin saberlo, adicta a la droga más poderosa que haya existido. Poderosa y cara. Se empezaba con una dosis de una pastilla de 10 miligramos cuyo efecto, según la FDA, debería durar 12 horas. Era mentiras. Después del subidón inicial, a las seis horas ya se necesitaba otra dosis. La gente, a las pocas semanas, ya se estaba mandando 7 pastillas al día. A medida que aumentaba el consumo los Sackler no hacían sino aumentar los miligramos en las pastillas. Llegaron a vender una de 100 miligramos. El infierno se había desatado. Los adictos lo perdían todo por lo caro que salía el vicio. Algunos se pasaban a la heroína porque era más barata.

Y mientras tanto los Sackler y su ejército de abogados seguían regalándole millones de dólares a los museos más importantes del mundo. Negaban todo y decían que no era culpa de la pastilla sino de la gente que era adicta. Manipularon todo hasta que no pudieron esconder más los muertos. Los familiares de las víctimas se organizaron y los bloquearon socialmente. En el 2021 museos como el MET o el Guggenheim rechazaron abiertamente a la familia. El New York Times se refirió a Richard Sackler como el Pablo Escobar de Estados Unidos. Ni la coca había matado tanta gente.

Y, sin embargo, la Oxicodina se sigue recetando masivamente en casos de extremo dolor y sigue ahondándose la crisis de los opiáceos, sobre todo después de la pandemia. En Colombia el opiáceo que más ha generado adicción es el Tramadol. Sin embargo no hay cifras, nadie hace nada.

*La información de este artículo se sacó del libro El Imperio del dolor, La historia secreta de la dinastía que reinó en la industria farmacéutica, escrito por Patrick Radden Keefe. Editado en Colombia por Reservoir Books

 

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