Norma Vera, la mujer a la que no se le pudo escapar Hernán Giraldo

Norma Vera, la mujer a la que no se le pudo escapar Hernán Giraldo

Durante 6 años Norma Vera siguió los pasos del exjefe paramilitar. Recogió el testimonio de 201 niñas abusadas sexualmente por él y logró que la Fiscalía lo imputara

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febrero 02, 2022
Norma Vera, la mujer a la que no se le pudo escapar Hernán Giraldo

Ni la cárcel impidió que Hernán Giraldo dejara de violar niñas vírgenes. En febrero de 2006, el rey de la Sierra Nevada de Santa Marta y su ejército de mil hombres abandonaron sus aposentos en el departamento del Magdalena para someterse a la Ley de Justicia y Paz. Lejos de reincorporarse al proceso de desmovilización diseñado por Uribe, Hernán Giraldo, o Taladro, como le llamaban por su desaforado deseo sexual, siguió siendo el terror de las cárceles en donde estuvo retenido: Itagüí y La Ceja en Antioquia y La Modelo en Barranquilla. Cada domingo, una niña menor de 14 años hacía fila afuera del penal, cuando era su turno para pasar mostraba una cédula falsa mientras preguntaba por el recluso # 129110, el de Hernán Giraldo.

Los reclutadores convencían a las familias de las menores con gigantescos mercados y falsas promesas de riqueza. A pesar de que el desfile de niñas se asemejaba a una fila india de primero de primaria, el Inpec se hizo el de la vista gorda con las particulares visitas. Giraldo pedía niñas menores de 14 años, pero sus favoritas eran las de 7, siempre y cuando, sus cuerpos fueran desarrollados, tuvieran caderas anchas, senos redondos y vientres abultados. Giraldo las recibía en su celda introduciendo su mano en sus vaginas para extraer fajos de billetes y municiones que sus hijos le enviaban desde la Sierra. Todas las menores que lo visitaron en la cárcel se contagiaron de sífilis. El número de víctimas sería aún mayor si no lo hubieran extraditado a Estados Unidos por narcotráfico en 2007.

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Día en el que Hernán Giraldo se desmovilizó y sometió a la Ley de Justicia y Paz con su ejército de mil hombres

Norma Vera tenía solo 21 años cuando escuchó hablar por primera vez de Hernán Giraldo. En el 2000 era un pecado hablar del jefe máximo de las Bloque Resistencia Tayrona de las Autodefensas Unidas de Colombia, era el innombrable, lo respetaban con vehemencia en el Magdalena en donde se referían a él como el Patrón; elegía políticos a diestra y siniestra y mandaba en los hospitales municipales. Su influencia no pasó tampoco desapercibida en Santa Marta, en la Universidad del Magdalena dio la orden de acabar con todo profesor o estudiante que oliera a guerrilla. Norma Vera sufrió el asesinato del estudiante Hugo Maduro que vendía libros para costearse sus estudios de Economía Agrícola. También el del profesor Roque Morelli y el vicerrector Julio Otero. Pero la verdadera carta de presentación de Giraldo era su obsesión por las niñas.

Norma no era ajena a los abusos, cuando tenía 8 años fue violada, una pesadilla que se prolongó hasta sus 12 años, noche tras noche era ultrajada en una casa de barro que no tenía luz. Durante el día apaciguaba el dolor vendiendo pescado, bollo y guineo en la plaza de mercado del centro de Santa Marta. Norma guardó silencio, y solo 30 años después se atrevió a denunciar a su abusador ante la justicia, pero para ella ya no había posibilidad: el delito había prescrito.

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Durante más de 20 años, Norma ha trabajado con diez mil victimas de abuso sexual, feminicidio y violencia intrafamiliar

Hace seis años Norma se topó de frente con el fantasma de Hernán Giraldo. Su trabajo con diez mil víctimas de violencia sexual la convirtieron en una líder en la región Caribe, por eso, mientras cursaba una maestría en derechos humanos, una víctima de Giraldo la contactó. Sus abusos sexuales nunca se habían documentado, la justicia colombiana lo juzgó únicamente por sus masacres y asesinatos, más no por su depravación sexual. Este capítulo oscuro en el historial delictivo del temido jefe paramilitar era un rumor a voces  que se convirtió en mito. Nadie se atrevía a indagar o investigar hasta que Norma se adentró en la espesura de la Sierra Nevada, Guachaca y Minca, un territorio en el que mandaban los herederos de Giraldo.

Reconstruyó rutas, conectó los casos y poco a poco siguió los pasos de Hernán Giraldo localizando una a una de las 201 víctimas, entre ellas las que habían sido obligadas a ingresar a las cárceles para visitarlo. Norma llama como su compañera clandestina a la víctima número 201. No puede revelar su nombre pues es protegida por la Fiscalía al ser la testigo estrella contra Giraldo, denunció que la Registraduría falsificó su identificación para ingresar a la cárcel y el Inpec la entregó a su violador sabiendo que solo tenía 8 años cuando su cuerpo aparentaba 14 años. Dada la dureza de las heridas en sus genitales le tuvieron que practicar una histerectomía, una cirugía en la que le extrajeron el útero. Nunca pudo tener hijos ni una familia. Es común el destino que padecieron las víctimas de Giraldo, nunca recibieron reparación del Estado ni fueron sometidas a tratamiento psicológico, por eso, suelen ser víctimas una segunda, tercera, cuarta vez. Otra víctima hoy tiene 37 años, nunca pudo tener una relación sentimental, la iglesia cristiana a la que asiste es su único consuelo.

La cruz con la que carga la hija del dueño de la tienda de Rosalía, una pequeña población recostada al pie de la Sierra Nevada, es una cicatriz en la frente, producto de un golpe que le propició Giraldo cuando azotó su cabeza contra un inodoro, ella estaba de espaldas mientras la violaban dos de sus hombres. El tercer turno fue para Giraldo que terminó el abuso riéndose mientras le gritaba: “Vio, esto es lo que le pasa por culpa de su papá que no me quiso pagar”. El hombre cansado de ser explotado se negó a seguir pagándole a sus terratenientes. Esa noche, la familia empacó lo poco que tenían, abandonaron la tienda y su tierra huyendo a Santa Marta. El tendero de Rosalía cayó en completa demencia, su esposa perdió el oído y su hija terminó mendigando en la calle con la imagen de Giraldo atormentándola en cada espejo de la ciudad.

En 2020, en Colombia el proceso contra Giraldo estaba congelado. Se alistaba a saborear su libertad una vez lo deportaran de Estados Unidos, ya había pagado una condena de 14 años que superaba los 8 años que le correspondía gracias a la Ley de Justicia y Paz. Norma Vera, quien además es hoy candidata al Senado de la República por la Coalición Centro Esperanza, no solo adelantó la lucha ante la justicia colombiana, desempolvó los 201 testimonios que recogió entre el 2016 y 2017 para dar la pelea ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos con ayuda del abogado y exfiscal general Mario Iguarán. Gracias a la presión internacional, el caso se reabrió en Fiscalía y Hernán Giraldo fue imputado por acceso carnal violento, acceso carnal abusivo con menor de 14 años, aborto forzado, trata de personas y concierto para delinquir, delitos que cometió después de someterse a la Ley de Justicia y Paz incumpliendo con la garantía de no repetición. Las testigos de la Fiscalía son 4 víctimas de las 201 mujeres que llegaron a Norma. Aunque todavía no hay un veredicto final, la condena que podría oscilar a los 40 años de cárcel, sería una pena de muerte para Giraldo que cumplirá 74 años en junio.

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Hernán Giraldo tiene 73 años, de ser hallado culpable por estos delitos significaría una condena de por vida

La lucha de Norma Vera fue una lucha en solitario, todavía las amenazas anónimas de muerte llegan a su celular y aunque la Fiscalía saca pecho de tener ad portas de una condena por la que Hernán Giraldo podría pasar el resto de sus días en la cárcel, de no ser por Norma, seguiría siendo el terror de la Sierra.

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