En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (II)

En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (II)

Cuando me enteré de que la petición para que fuera el director técnico de la selección del municipio venía de una compañía minera, no lo dudé un momento

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
febrero 01, 2022
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En El Bagre primero fue el fútbol que el oro (II)
Foto: cortesía

Cuando me enteré de que la petición para que fuera el director técnico de la selección de fútbol de mayores de El Bagre venía de parte del gerente de la compañía minera, Gonzalo Gómez Vargas, no lo dudé un momento para aceptarla.

Incluso lo hice a pesar de que por esos mismos días mi padre, Horacio Zapata Muñoz, me había encargado de sus negocios en ese municipio debido a que ya eran inevitables los riesgos de caer en las manos de algún reducto de las Farc, o del frente que hacía presencia en la región, porque las amenazas que recibía de parte de ese grupo eran cada vez más frecuentes y más serias hasta llegar a su secuestro.

Así de crudo y de realista recuerda Carlos Albeiro Zapata los sucesos que hasta ahora estaban inéditos para muchos, pero que al descorrer el velo resultan curiosos porque por aquellos años fueron varios los que llegaron a interpretar que su llegada no era sino a través de un camino que muchos llaman “cajonear”, que en buen romance significa hacer algún esfuerzo extraño para sacar del cargo a alguien y que el resultado sea el nombramiento de la persona que empujó todo el proceso. Este no fue el caso y el correr del tiempo le dio la razón íntegra a este personaje que no duda en señalar que “para verdades el tiempo”.

De manera que me di a la tarea de elaborar un proyecto que llenara no solo las expectativas del mundo futbolero local, sino que el apoyo que nos brindaba de manera generosa la empresa Mineros de Antioquia, que para ese año era su razón social, no se diera al traste porque nadie podía poner en duda que los resultados que alcanzamos en ese deporte por muchos años fue gracias a la entrega incondicional de ese respaldo. Sobre todo en materia económica, que eran manejados con total pulcritud, sino porque desde la administración municipal no se tenía esa capacidad y, además, por su carácter de ser una entidad privada, el flujo de los recursos eran más ágiles, como lo requiere una actividad como la deportiva.

Recuerdo que mi primer grupo de apoyo lo conformaron Fidel Rodríguez, Justo Benítez, el médico Fabián Palacio y Mayito Gruesso como delegada de la compañía minera. Otra decisión que se tomó y que calificamos en su momento como la más acertada, fue entregarle la responsabilidad de la selección juvenil a una persona que ya había dado muestras de trabajar con empeño y entrega en esta categoría como Antonio “Toño” Oviedo.

Además, se dejó en claro que esta especie de cuerpo técnico, y el que se conformaría más adelante, no tendría ninguna remuneración económica, pero que si deberían estar atendidos en lo referente a la dotación para los deportistas.

Recuerdo que muchas veces los mismos trabajadores, cuando dejaban su turno en las horas de la tarde, hacían una especie de parada en cercanías de la cancha de Pueblo Nuevo para ver las prácticas de aquel grupo, ya que era evidente que la sentían como su propia selección y la del mismo pueblo bagreño. Uno de aquellos infaltables fanáticos en las tardes de entrenamiento era una persona que conocimos como Totoa, que nos animaba desde la malla y estaba al tanto de todo.

Como en alguna ocasión le declaré, me recordó desde su asiento el señor Zapata Puerta, escogí como defensor central a Eder Cuero, un muchacho que medía 1,92 y, según sus propias aventuras, era capaz de jugar hasta cinco partidos al día en aquel clima infernal que siempre ha tenido El Bagre. Lo acompañaba en la zona Wilman Ángel López, conocido como “Cacho”, que todavía anda por ahí en las canchas y en la delantera eran titulares Dagoberto Vallecilla y Eduardo Figueroa; y en la mitad estaban David Tabares y Julio Patiño. Con esa columna vertebral era muy fácil, gracias a los talentos que había para escoger, terminar de conformar un buen equipo de fútbol, muy competitivo, pero además serio y con grandes sueños para lo que todos estábamos llamados a cumplir.

Entonces se nos unieron como “padrinos” de aquel grupo unos señores que nunca he podido olvidar por su cariño y por el respeto que le tenían a mis muchachos. Ellos eran Jubal Quintana, Armando “Bollera” Patiño, el que arreglaba bicicletas en lo que hoy es la avenida la Juventud, el señor Gilberto Cuesta y don Ñañe, que no recuerdo su nombre de pila, pero era el que tenía una venta de gallinas guisadas en el pleno corazón de lo que entonces conocíamos como el barrio de tolerancia, en otras palabras de las más de 25 cantinas que funcionaban casi las 24 horas del día en pleno centro del pueblo.

Bueno, para no perdernos del tema, le agrego que conté con otras figuras como Fabio Ríos, Filadelfo Serna y Julio Mármol, sumados a Carlos Mercado y Jhon Angulo. Con ese grupo viajamos a Medellín a unas finales y era tal el aprecio y el respeto que allá le tenían a El Bagre, que el propio profesor Marroquín, ya fallecido y paisano mío, porque también nació en Bello, Luis Alfonso, no dudó en ayudarnos a que nos prestaran ocho días las instalaciones del emblemático estadio Cincuentenario y, de ñapa aceptar tres partidos con la selección Antioquia de entonces, en donde estaban René Higuita, Luis Carlos “el Coroncoro” Perea, Osorio, Jhon Edison Castaño, Jairo “la Turbina” Tréllez; todos ellos bajo la dirección de Carlos Alberto “Piscis” Restrepo, y sabe cómo nos fue? me interroga y él mismo se contesta: ¡ganamos uno, perdimos uno y empatamos el otro, ¡pero ante semejantes figuras!

De nuestro grupo se destacó Eder Cuero, que incluso fue fichado por el equipo profesional América de Cali, pero no llegó más allá por su falta de compromiso, dice con algo de nostalgia el señor Zapata Puerta y agrega que nunca valoró aquella oportunidad de oro y por más recomendaciones y consejos que se le daban, no las atendió y todos conocemos los resultados.

Alguien interrumpió la reunión, en todo caso no fue una llamada, y de repente nos vimos sumergidos en el tema político cuando el personaje señaló que esa ha sido otra de las actividades en las que se ha visto involucrado y recuerda la época cuando ejerció como asesor del gobernador de Antioquia, Alberto Builes Ortega, pero con más cercanía con el fallecido Óscar Alberto Arboleda Palacio y de Álvaro Pío Valencia Vélez desde la Fábrica de Licores de Antioquia, cuyos caminos conducían a Luis Alfredo Ramos Botero, jefe de todos ellos y del Equipo Unionista, el mandacallar de los movimientos políticos de entonces.

Se acordó de que en medio de la campaña de Builes, este nunca apareció y le escuchó decir a Ramos Botero una frase que la enmarcó en su mente: “Procesión sin santo no hay”. Por estar cercano al entonces secretario de Obras, que así se llamaba lo que ahora es infraestructura, fueron muchos los beneficios que recibieron los municipios del Nordeste y Bajo Cauca, en especial a los corregimientos de Puerto Claver y Puerto López en materia de vías, señala el hoy empresario Zapata Puerta.

Fue en ese momento cuando ocurrió lo de Salvador Hernández y sus tropiezos con la justicia, por decirlo en un tono suave, así como la designación en calidad de encargado de la alcaldía de El Bagre de Antonio Cerpa, cuando el senador Mario Uribe Escobar era el “padrino” de Chelita Moore para asumir aquel cargo.  La vida tiene sus misterios porque el propio Toño supo del esfuerzo que hice desde la Gobernación para mantenerlo en el cargo y cuando le pedí su apoyo no recibí ninguna respuesta. Así son las cosas.

Antes de concluir esta nota me dice que por esos años mantuvo una relación con una mujer que era el encanto de todo El Bagre, con la misma que pudo soñar para siempre, pero las cosas del corazón, como las de todas las cosas de la vida, no las maneja el capricho de un ser humano. Por eso a veces nos dan duro. Ella se llama Hanes Levis Osorio Sierra.

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