No habrá invasión rusa a Ucrania. Solo un gran cañazo de Biden, secundado por el complejo militar de Estados Unidos y aplaudido por todos los halcones de la Unión Europea. Pero a la hora de devolver en bolsas negras los cuerpos de los fallecidos y enfrentar a dos potencias en ascenso de las cuales depende financiera, comercial y energéticamente, la UE tendrá que pensarlo dos veces.
Orquestado por una gran campaña mediática, que también retumba en Colombia, Estados Unidos ha venido anunciando la inminente invasión rusa a Ucrania, pronosticada cada mes para el mes siguiente. Ha aprovechado el ruido para ir desplazando tropas, instalando equipos y activando el movimiento militar en los países que rodean a Rusia. Aparentemente, toda la OTAN secunda estas acciones y moviliza sus fuerzas.
En Ucrania, el gobierno arrecia su ofensiva contra las regiones rebeldes de Lugansk y Donetz, que en 2014 se declararon repúblicas independientes pero que nunca han sido reconocidas por Rusia, a pesar de su afinidad con ella. El mismo Putin, por conducto del Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Rusia y Ucrania) ha intentado desescalar el conflicto con el hasta ahora fracasado Acuerdo de Minsk (2015), que establecía unas reglas para el cese del fuego en el este de Ucrania y la necesidad de establecer alguna clase de autonomía para estas regiones. El presidente ruso reconoce que históricamente ambas siempre han pertenecido a Ucrania.
Este es uno de los factores del conflicto, pero el más importante y sobre el cual Rusia no ha obtenido respuesta es la ampliación permanente de la OTAN y la propuesta de que Ucrania forme parte de esta organización, cuyo objetivo “existencial” no es otro que el de enfrentar a Rusia. Tanto EU como los países europeos han argumentado el derecho de Ucrania de pertenecer a cualquier sistema de alianza que considere. Rusia objeta que ese derecho tiene límites en la medida en que afecta su seguridad. Y señala el hecho, plenamente demostrado, de que cada nuevo país que ingresa a la OTAN se convierte en una nueva base desde la cual se realizan operaciones cada vez más cerca de Moscú y con la OTAN proporcionando los medios.
La información de Fox, CNN y demás medios está sesgada. El que Rusia traslade contingentes a su frontera con Ucrania es vista como la prueba reina de que se prepara la invasión, pero la ayuda militar de Occidente a Ucrania y los continuos ejercicios alrededor de todas las fronteras rusas, no. El Pentágono, situado a ocho mil kilómetros de Kiev, puede moverse libremente en la zona e influir sobre los actores locales. Moscú, en cambio, a ochocientos kilómetros, debe tener las manos amarradas.
A pesar de las tensiones, no habrá invasión rusa a Ucrania y tampoco guerra. Rusia ha afirmado en todo momento y en todos los tonos que no abriga intención de invadir y que los movimientos de tropas dentro de su propio territorio tienen un carácter puramente defensivo y obedecen a la potestad de un Estado soberano de situar a su ejército, dentro de su propio territorio, en el lugar que considere. Lo que Rusia busca es que Ucrania se comprometa a mantener un estatus de neutralidad y no ha manifestado interés en anexionarse territorio ucraniano. Si quisiera presionar al régimen de este país, todavía tiene un menú variado, comenzando con cerrar las llaves del gas, no pagar las regalías por el paso de gasoductos por allí o simplemente hacer todos los envíos por el mar Báltico o por el sur o concentrar sus ventas en Asia. Mientras cuente con opciones distintas a la guerra, actuará así.
Biden sufre una enorme pérdida de popularidad y su agenda legislativa enfrenta serios tropiezos. Como un punto de identidad bipartidista es la hostilidad hacia China y Rusia, el anciano mandatario podría estar buscando elementos de unidad que le permitan retomar la iniciativa ante la opinión pública y ocultar su mal desempeño. Por otra parte, aunque muestre los colmillos, ponga algunas tropas en alerta y anuncie terribles consecuencias, debe estar pensando muy seriamente en las eventuales consecuencias de un conflicto bélico después de su vergonzosa salida de Afganistán. Además, Rusia ha mostrado con creces una superioridad tecnológica en el campo militar, ya ensayada en Siria con enormes pérdidas para los insurgentes apoyados por Estados Unidos. Una cosa es azuzar a que otros ataquen y otra someter a su propio ejército a una guerra incierta y larga. Con un agravante. El uso de armamento nuclear parece descartado, por la superioridad rusa. El hecho de que países aliados de EU como Turquía e India hayan preferido comprar material militar a Rusia, tales como los S-400, brinda una prueba adicional.
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Si Rusia no invade, Biden lo atribuirá a sus amenazas, pero si llega a invadir, será apenas el comienzo de los problemas
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De todas maneras, si Rusia no invade, Biden lo atribuirá a sus amenazas, pero si llega a invadir, será apenas el comienzo de los problemas por múltiples razones. En primer lugar, sus aliados de la OTAN no están tan unidos como se quiere aparentar. Los principales países europeos debaten qué clase de sanciones económicas colocarán, pero han descartado completamente el enfrentamiento militar. Alemania y en general Europa depende críticamente del suministro de gas ruso y de numerosas materias primas, y el volumen de su comercio con Rusia no es nada despreciable. En una guerra, y en invierno, el sufrimiento para los europeos también será enorme.
A pesar de las eventuales sanciones sobre Rusia, que pueden tener un impacto no despreciable, Rusia ya ha sufrido una andanada de ellas y solo han servido para diversificar su producción y acercarse a China. No hay razón para pensar que ahora será distinto.
Europa está profundamente dividida y una cosa es ladrar y otra morder. Hay países que a lo más a lo que llegarían sería a acompañar las sanciones. Alemania las respaldaría si no incluyen el sector energético. Rusia tiene una abrumadora superioridad militar sobre ella y Alemania no se siente segura sin el paraguas estadounidense, pero abriga dudas sobre la lealtad de la superpotencia. Todavía resuenan las quejas sobre el retiro de Afganistán, que no solo no les fue consultado sino ni siquiera informado. Si Rusia quiere a dividir la OTAN, no necesita una guerra. Por el contrario, esta solo serviría para unirla.
A Ucrania tampoco le sirve una guerra. No posee el músculo para derrotar a Rusia y solo tendría alguna posibilidad con el apoyo de la OTAN, pero sería a costa de inmensa destrucción y con aliados volubles.
Todo indica que, así se demore un poco y haya muchos fuegos artificiales, se acabará llegando a una solución negociada que por lo menos aplace un tiempo la guerra abierta. El ruido mediático puede considerarse un episodio más en la Segunda Guerra Fría, que comenzó cuando Estados Unidos y sus aliados decidieron que Rusia y China eran sus enemigos “existenciales”. La tensión seguirá y su escalamiento dependerá de si Estados Unidos decide recuperar la hegemonía por medio de la acción militar o empieza a resignarse a un mundo multipolar.