En los debates presidenciales han venido surgiendo temáticas como la educación. A este respecto, principalmente hubo propuestas de Sergio Fajardo y Gustavo Petro dadas en promover la formación posgradual de docentes de colegios públicos.
En el caso particular de Fajardo, ha expuesto la propuesta dada en garantizar maestrías a 450 mil docentes del ministerio público, en todos los niveles y áreas de formación.
Esta columna intenta debatir lo que a simple vista parece una propuesta sensata y de lo más justa, pero que podría de hecho implicar cierto grado de populismo y de oportunismo a nivel político.
En la casa de quiénes tal vez fungen de ser los más correctos e inmaculados, las propuestas podrían deslucir, más que en sus buenas intenciones, en sus capacidades reales y programáticas para generar mayor bienestar colectivo.
En un estudio inicial hecho por Alejandro Gaviria y Jorge Barrientos de 2001, en una muestra de resultados en pruebas ICFES en Bogotá, los autores encontraron que el nivel de formación de los docentes no se asocia con la calidad de la educación pública de una manera concluyente.
De hecho, probaron más bien que la calidad de la educación pueda estar asociada con un problema de incentivos en cómo debe ser la relación entre docentes, estudiantes y directivas, principalmente en las prácticas pedagógicas.
En un estudio posterior de 2012, Leonardo Bonilla y Luis Gálvis encontraron que la mayor profesionalización docente empezó a tener un efecto positivo, pero considerablemente bajo, y de hecho limitado solo a las áreas de matemáticas y lenguaje, principalmente la primera.
Finalmente, en un estudio a este respecto hecho en 2018, la investigadora María Milagros encontró un impacto considerable del aumento del grado de profesionalización docente, pero no lo suficientemente robusto a nivel general cuando no logró probar que un porcentaje importante de docentes con títulos de posgrado (25 %) lograran efectivamente impactar en el rendimiento de estudiantes de bachillerato. De hecho, encontrando además un bajo impacto de los docentes posgraduados en los estudiantes de primaria.
Las implicaciones de esta discusión no son menores. La propuesta de Fajardo de hecho sobre estima la cantidad de docentes oficiales que hay, porque plantea unos 450 mil, cuando hay 328.899 (MinEducación, 2021), y el 53 % de ellos ya con título de posgrado.
No obstante, quisiera insistir, aunque la discusión está abierta, la evidencia prueba que la relación entre posgraduar a docentes de colegios públicos y mejorar el desempeño en pruebas estandarizadas y en medidas de rendimiento se debate entre ser nula y baja.
Y en los casos de una relación específica exitosa para tal caso, se limita primero por áreas, principalmente las matemáticas; por cursos, solo siendo más probable en los últimos cursos y no en la primaria.
Y posiblemente acompañándose de otros factores, como los incentivos para buenas pedagogías, y relaciones cercanas y responsables entre docentes, estudiantes y directivas.
Si aprobamos este tipo de políticas públicas propuestas por el candidato Fajardo, sin estos detallados análisis, podríamos estar destinando, por ejemplo para este caso, alrededor de 1,8 billones o más de pesos en costo salarial anual, como expresó la profesora Tatiana Andia, sin justificación clara, cuando los colegios públicos requieren con urgencia incrementos salariales en sus docentes con educación media y universitaria, mejoras en infraestructura, y apoyos colectivos a cambios culturales que promuevan la calidad de las relaciones organizacionales y el cumplimiento obligatorio de créditos y currículums hechos por los docentes con sus clases.
Finalmente, es de recordar que Fajardo destinó como alcalde y gobernador importantes inversiones en educación, mejorando en su momento índices de calidad y bajando deserción.
No obstante, desde el año 2015 algunos índices bajaron y la medición del impacto de medidas que implementó para posgraduar a docentes nunca se probaron.
Por el contrario, las inversiones en infraestructura educativa hechas por sus políticas terminaron siendo poco eficientes y generaron amplias discusiones.
La apuesta de Fajardo por decretar al maestro como el agente clave de la mejora educativa terminó siendo cuestionable, tal vez vacía, por lo menos retórica. Incluso, conveniente solo para los intereses de un escalafón docente.
Parte de un imaginario que suele sobreestimar incentivos personalizados, pero no condiciones colectivas y organizacionales claras para mejorar la calidad educativa.