El Hay Festival surgió en 1988 en el pequeño pueblo Hay-on-Wye de Gales, Reino Unido, un pueblo con cerca de 1500 personas y 41 librerías. Es decir, una librería por cada 36 habitantes, por eso el Hay se pronuncia “jei”, en honor a este pueblo y no “Hay”, que significa que habrá festival. Aunque cualquiera que sea la pronunciación, el Hay Festival, como marca, hace alusión a la realización de un festival cultural y de literatura de primera categoría.
En Jericó, este evento cuenta con el patrocinio exclusivo de Comfama, la caja de compensación más grande de Antioquia. Lo disfrutamos por primera vez desde enero de 2019; el año pasado no se pudo realizar de manera presencial por la emergencia sanitaria y en este 2022, volvimos a la presencialidad. Llevamos cuatro ediciones del “Hay” en Jericó.
Recuerdo que una de las razones que explicó Comfama para llevar el Hay a este municipio era que siendo uno de los tres municipios patrimonio de Antioquia, junto con Jardín y Santafé de Antioquia; y catalogado como la Atenas del Suroeste, no tenía un evento cultural de talla nacional e internacional que le siguiera dando relevancia a ese apelativo, distinto a Jardín y a Santafé, que ya gozan, desde hace tiempo, de connotados festivales de cine.
En teoría, y como menciona Comfama en su página web (ver), un evento de este tipo es para darle fuerza a las ideas, abrazar “la diversidad de pensamientos, sonidos, imágenes y palabras”; sin embargo, desde que se hizo el primer Hay en Jericó ha sido evidente que detrás de este evento lo que hay es un interés por generar una opinión contraria frente al desarrollo de un proyecto minero en este territorio que lleva asentado más de 17 años en el municipio, mucho antes de que llegara el Hay, y por supuesto Comfama, (que, paradójicamente, es la caja de compensación de grandes empresas mineras, como Gran Colombia Gold y Mineros S. A.).
Incluso, hace dos años su director estuvo conociendo las instalaciones de la mina Buriticá de Zijin Continental Gold, donde literalmente dijo que “este proyecto es muy importante para el desarrollo del Occidente de Antioquia y para el país”.
En la versión del Hay Festival Jericó de 2019 el concierto en el parque estuvo a cargo de Puerto Candelaria, donde tiraron la pulla: “El oro de Jericó son los niños” (ver).
En 2020 estuvo el economista Luis Jorge Garay, que en resumen mencionó que la minería no era un buen negocio, incluso la hecha por empresas colombianas como Argos. El artista central de ese año fue Yuri Buenaventura, al que forzadamente (porque vino fue a conversar sobre salsa colombiana en Francia) se le preguntó qué pensaba sobre la minería en Jericó. Inteligentemente, Buenaventura respondió que “uno no podía venir un sábado y devolverse un domingo y decir no a esa mina, porque es una decisión de la gente de Jericó”.
Sin duda.
Las últimas elecciones locales muestran que los jericoanos estamos creyendo en la coexistencia, en ver el vaso medio lleno y en las oportunidades que generen más y mejor empleo. Creemos que #TodosCabemos.
Yuri, en el Hay, fue muy prudente en ese sentido. pic.twitter.com/HYpk4DHdgN
— José María Dávila Román (@josemariadavila) February 4, 2020
En la versión de este año, el concierto fue un ensamble entre la Orquesta Filarmónica de Medellín con la Orquesta Filarmónica Emberá Chamí, a lo que a ojos de jericoanos del común, como Nicolás Cardona, era un mensaje subliminal (ver): “Los organizadores del Hay Festival Jericó perdieron el norte cultural por ‘ensamblar’ un objetivo publicitario subliminal de ‘antiminería’ (…) espero que los organizadores recapaciten y entiendan que en la Atenas del Suroeste sí somos pluriculturales, pero no somos ‘desorejados’ y mucho menos, monotemáticos”.
Para agregar a las recomendaciones que hace Cardona y recogiendo el sentir de varias personas de la comunidad con las que he conversado, les diría que para los próximos Hay traten de hacer más encadenamientos con las empresas locales, para que la gente empiece a sentir este evento como propio, por ejemplo, contratar a los medios de comunicación comunitarios, como el canal de televisión, para transmitir los distintos eventos; así, el público local que no asiste de manera presencial puede verlos. Esos ingresos le darían un oxígeno extra a estos medios, que prácticamente viven con las uñas.
Lo propio con la ruta gastronómica, tratar de incluir, en lo posible, a todos los establecimientos que ofrecen estos servicios, de lo contrario, se genera malestar y desunión. Los que no fueron incluidos se preguntan cuál fue el criterio de elección.
Y qué tal si en varios conversatorios y presentaciones culturales se tiene más en cuenta el talento local, que la gente de Jericó sienta que también es parte de este evento, que no es exclusivo de ilustrados. Tuve la posibilidad de ir a seis conversatorios. La representación de jericoanos fue mínima.
Es un lujo tener el Hay en Jericó, pero ojalá que las próximas versiones sí correspondan al espíritu de abrazar la diversidad de pensamiento, de unidad y respeto por la diferencia, si no seguirán quedando sinsabores. Un evento cultural de esta magnitud no se lo puede permitir.