Me aterra. Me aterra el positivismo absoluto. Me aterra la moda de lo positivo, por lo positivo. Me aterra la incapacidad de ver de frente lo negativo o cuando se trata de minimizarlo, ocultarlo, o lo que es peor, negarlo. Veamos unos ejemplos.
Encontré por casualidad a un médico amigo almorzando empanadas con Coca-Cola en la misma cafetería en que yo voy a comer casi lo mismo, (a veces lo hago con granizado de café). Es una persona que conocí cuando era médico general con toda la ilusión de ser cirujano ORL. Mas la vida dispuso que quedara hemipléjico luego de trauma de cráneo en accidente automovilístico. Luchó por volver a cirugía, lo cual claramente era imposible, la destreza manual no estaba presente. Posteriormente trató de hacer radiología, nuevamente los procedimientos lo alejaron. Finalmente encontró su vocación, la fisiatría, donde además de su conocimiento médico es ejemplo para sus pacientes al verlo superado mientras lleva con altura su discapacidad. Ejerce en clínicas de dolor con toda maestría.
“Todo va a estar bien…”. Qué tal que se hubiere quedado por años tratando de normalizar dos extremidades en vez de ponerlas al servicio de los demás. No, no todo está bien, se cansa y lo dice a viva voz, pero sigue adelante con la reciente motivación de una hija de 6 meses. No todo está bien para el común de la gente, la parálisis continúa, la dificultad de realizar ciertos actos también, el que lo miren por la calle con compasión sin saber que es médico en ejercicio es constante. Dicha frase “todo va a estar bien” tiene la connotación de volver a la “normalidad” anterior. ¿Cuantos pacientes habrían quedado sin su ayuda si se hubiere atravesado un positivista absoluto? O podríamos decir que todo está bien desde el punto de vista humano y espiritual ya que está cumpliendo su misión con las circunstancias que le tocaron (eligió, en otras filosofías).
“Es que la enfermedad está solo en su mente”, díganle eso a una persona profundamente deprimida, con fibromialgia, y los mandará al carajo. No, la enfermedad no está solo en su mente. El medio ambiente, sus familiares, los compañeros, tienen que ver con sus actitudes en mantener o remediar la depresión. La misión de vida trunca también es causa al alejarse de su camino espiritual. Hasta los cambios químicos en su cerebro tienen que ver. Por esto no todo está únicamente en su mente. Ni se cambia todo esto por el solo hecho de decir frases positivas y repetirlas como un lorito en su interior. Estas frases perjudican si al mismo tiempo no se realiza el proceso psicológico de enfrentar las causas de la depresión.
“Aquí no pasó nada…”. Se hizo la fiesta, se dieron las amnesias, las peleas, los disgustos y “aquí no pasó nada”, como tampoco pasó el accidente de tránsito, ni las lesiones personales. No, nada pasó luego de tratar de volver a la rutina anterior. Claro que pasó, pasó que quedaron sembrados sentimientos de intolerancia, de rabia, de rencor. Claro que el agravio al propio cuerpo lo marca semana tras semana con cicatrices que no vemos. Y seguimos repitiendo la cantaleta “aquí no pasó nada”. Decir “aquí pasó” y asumo la responsabilidad, no es la regla por ahora.
Tememos tanto la negatividad que pretendemos eliminarla con frases bonitas, en vez de trabajar con ella para ser creativos. No la usamos para fortalecernos y llevar a buen término un proceso de paz, sino que la usamos para torpedearlo. La negatividad es tan maligna, como el positivismo absoluto.
