Los escándalos políticos en las más altas esferas del poder colombiano han venido con un crecimiento exponencial. Cada vez más existe un detrimento al erario, parece una competencia a ver qué corporación o qué entidad pública hurta más bienes del ya desangrado Estado.
La modalidad varía según la preferencia del sujeto activo del delito. En algunas ocasiones se da de manera individual o con complicidad de un grupo mayor de personas, a la final lo importante es hurtar; qué más da, al fin y al cabo eso lo pagan los súbditos del Estado; la situación parece más una enfermedad que un círculo vicioso.
Las noticias sobre estos multitudinarios escándalos son cada vez menos alentadoras, ya que es un carcinoma que cada vez hace más metástasis y se reproduce más, sin cura conocida para frenar este padecimiento. Tal es el caso del nuevo y estridente escándalo que, a mi criterio, he denominado la sociedad Váquiro-Mayorquín. En mérito de lo expuesto con anterioridad, se hace a todas luces imperioso comenzar a desgranar este indignante caso.
En primera medida, la señora Karen Liseth Váquiro es la dama negra en todo este entramado de corrupción. En segundo lugar, se encuentra su esposo y principal director de esta maraña corrupta, el señor Mauricio Mayorquín, hasta entonces funcionario del DAPRE (Departamento Administrativo de la Presidencia de la Republica), por tanto, se supone que debía propender por las buenas prácticas en temas de gobernanza.
Aprovechándose de su puesto y de la posición dominante que este le delega, junto con su esposa lograron la suscripción de 24 contratos por más de $1.200.000.000 (mil doscientos millones de pesos), obtenidos para ella, la señora Váquiro, 22 contratos fueron suscritos por contratación directa, evadiendo, como no, los lineamientos de la Ley 80 de 1993 (legislación que regula lo concerniente a la contratación estatal).
Entre las entidades estatales salpicadas por este entramado de corrupción se encuentra el DAPRE, lugar de trabajo del señor Mayorquín y en el cual no podían contratar a la señora Váquiro, en vista de la relación marital que sostenía con un funcionario del departamento de presidencia, saltándose todos los lineamientos del régimen de inhabilidades; pero la entidad, ni corta ni perezosa, salió a decir que la señora Váquiro había mencionado ser soltera.
Así pues, causa curiosidad y es demasiado sospechoso que estas entidades estatales, con el sinfín de requisitos que exigen para otorgar un cargo, nombren a una persona que, en su palmarés profesional, no contaba con conocimientos en materia legislativa, pues la asesoría en estos temas era el objeto principal de la mayoría de los contratos, pero esto ha sido cubierto por diversos medios de comunicación hasta la saciedad.
Lo que en realidad importa son los supuestamente enervantes mensajes que por medio de la popular red social WhatsApp le hizo llegar el señor Mayorquín al populista y domador de clases sociales William Dau, quien, ni corto ni perezoso, los reveló a todos los medios de comunicación locales y nacionales.
Los mensajes revelados por el alcalde no son para nada despreciables, pero su actitud y sus acciones sí dejan rastro de un comportamiento que para la comunidad cartagenera no debe pasar desapercibido. Este personaje trata de realizar revelaciones cada vez que le convenga para aumentar su valoración política, o aparecer en su medio favorito Blu Radio, en donde cada vez que está al aire despotrica venenosamente contra cualquier contendor político con acusaciones de corrupción que al fin y al cabo no tienen sustento probatorio, típico de los más grandes populistas, haciéndose los redentores cuando las cámaras enfocan, una vez dan la espalda muestran la realidad.
La acción de sacar a la luz los mensajes y la oratoria que usa para referirse a la corrupción reafirma el mensaje: el alcalde Dau es una persona populista, utiliza lo que en argumentación se conoce como las falacias ad populum o argumentos ad populum, que es básicamente decir lo que la gente quiere escuchar con el fin de ganarse a las masas y así ganar cualquier debate argumentativo; y eso es lo que pasa con nuestro líder político, que saca los escándalos cuando lo favorecen en las encuestas o en la opinión pública y esconde aquellos en los que participa.
Esta táctica siempre ha sido utilizada al antojo del gobernante. El pueblo no se debe dejar engañar, lo que el alcalde Dau quiere hacernos pensar es que está haciendo lo correcto cada vez que destapa sus supuestos escándalos de corrupción, además de hacer inmaculada su imagen ante la opinión de miles de cartageneros, quienes lo ven como su redentor y el libertario que rompe el yugo de la corrupción. Verán que estas acciones se acrecientan para la campaña presidencia.
Y un consejo: prenda la televisión, pero no crea todo lo ve en ella.