Después de casarse y compartir con sus hijos, de súbito rompen su amistad, cuando Txato, el empresario y esposo de Bittori, es asesinado por un comando de la guerrilla separatista ETA porque se negó a seguir pagando las crecientes extorsiones “para apoyar la causa contra la opresión española y por construir el socialismo”.
Miren, su confidente amiga que casi la acompaña al convento cuando jovencita iba a ser monja, rompe su amistad con ella y toda su familia, porque su hijo Joxe Mari, semanas antes, partió de la casa reclutado por la guerrilla y circula el rumor de que fue el homicida de quien le enseñó a montar bicicleta y en su cercana niñez le gastaba helados después de las correrías dominicales en bici y los juegos de balonmano, deporte en el que es un talento con proyecciones hacía el profesionalismo.
Sin tomar partido ni caracterizarnos a los personajes como buenos y malos, Fernando Aramburu (nacido en 1959), con un lenguaje y estilo cautivante, nos recrea un drama universal que en distintas épocas y continentes se ha expresado y sigue vigente, al desnudarnos las humanas contradicciones expresadas en la psiquis y vida cotidiana de las familias y habitantes de un pueblo vasco, infectados por los dogmas ideológicos, permeados por la exaltación de la “Patria” y de la lucha por construir el igualitario paraíso terrenal, como excusa para defender toda clase de sacrificios y arbitrariedades, que históricamente, junto a la exaltación de la “religión y buenas costumbres”, han servido de combustible a dictadores de derecha e izquierda para llevar a los pueblos al matadero de la guerra.
En Colombia esta novela tiene una vigencia sorprendente, pues a lo largo de las más de 600 páginas que mantienen la curiosidad del lector, en el fondo lo que se recrea es el drama del perdón: atreverse a pedirlo después de difícilmente reconocer los errores y delitos, y lo duro de aceptarlo, por parte de quienes fueron víctimas directas o indirectas de sus abusos en sus campos de concentración en la selva, atentados y nunca vieron regresar a sus familiares secuestrados, en el caso de los guerrilleros; y desde la otra orilla un drama similar vivido por los militares que considerándose los “buenos” de la película, con la excusa de defender la Patria y combatir el mal de la guerrilla, aliados con empresarios y paramilitares ayudaron a cometer motosierradas masacres, despojos de tierras y para mostrar engañosos resultados operacionales y obtener ascensos y recompensas, asesinaron a jóvenes desempleados, presentados como falsos positivos.
Lo que en la novela se desarrolla, alternando las acciones y pensamientos de los personajes, atreviéndose o no a reconocer sus errores o a pedir perdón, en Colombia la trama la hemos vivido en vivo y en directo, cuando los dirigentes de las Farc inicialmente negaron el reclutamiento y abuso sexual de menores, el desplazamiento forzado, apropiación de tierras y otros delitos. Y, desde la otra orilla, empresarios, parapolíticos y militares, autoproclamados “la católica gente de bien” negaron su participación directa o indirecta en masacres y crímenes similares a los de la guerrilla, negándose a reconocer a la JEP para acceder a penas carcelarias menores, y a declarar ante la Comisión de la Verdad para, mediante el cruce de versiones, acercarnos a la realidad de los hechos, y mediante el perdón y la reparación, allanar el camino a la reconciliación entre antiguos enemigos, antes que seguir alimentando venganzas.
Echándole leña al fuego, desde que mataron a Gaitán en 1948 ayudaron a convertir a Colombia en un gigantesco y creciente matadero y asadero, donde además de quemar los bosques para meterles coca, ganado y monocultivos industriales, en medio de la costosa guerra inútil, la delincuencia común y de cuello blanco, cada vez se quema más carne humana a nombre de los “buenos, el desarrollo y la civilización”, que solo beneficia económicamente a minorías avarientas remachadas en mantener a sangre y fuego el poder y sus privilegios.
Esta novela, convertida en fenómeno de ventas desde su primera edición en 2018 y traducida a más de 20 idiomas y en versión cinematográfica producida por HBO, tiene mucho que enseñarnos a los colombianos.