La comediante Alejandra Azcárate inicia su año muy relajada con unas vacaciones en los Pirineos en la península ibérica después de un año bastante complicado en el que quedó en el ojo del huracán tras el escándalo que involucraba a su esposo y uno de sus aviones con casi media tonelada de cocaína.
Vivió los "sótanos del infierno" como ella misma le llamó y desde los Pirineos escribió este mensaje que publicó en sus redes sociales:
Así fue mi año, blanco y negro. Nunca la había pasado tan mal y tan bien en un mismo periodo y el resultado ha sido la pérdida del miedo. Conocí la naturaleza del odio, lo recibí y también lo sentí desde el fondo de mi víscera. Odié a mucha gente, a varios medios de comunicación, a “colegas”, a personas conocidas y desconocidas que se regocijaron pisoteando mi nombre, intentando destruir mi hogar y pretendiendo arrasar con años de una carrera hecha a pulso. Sin embargo esa fase me duró poco porque entendí que la mediocridad no merece la bajeza del odio sino la grandeza de la compasión. Quienes intentando apagar la luz de los demás encuentran placer, la vida inevitablemente suele someterlos a la condena de quedar encandilados ante su brillo.
Encontré apoyo y nobleza en rincones inesperados, en palabras reconfortantes dichas a los ojos, en manifestaciones honestas de bondad, en la solidaridad de uds a través de mensajes que jamás olvidaré, en el abrigo de mi familia, en la lealtad de mis amigos, en el inquebrantable amor de mi esposo por quien una y mil veces pondría el cuerpo entero al fuego, en la confianza de quienes saben quien soy, quienes somos, en el silencio y en Dios. Conocí lugares tenebrosos de mi mente y maravillosos de mi alma. Con templanza logré transformar la tristeza en poder creativo, la angustia en una invitación a la libertad, la desesperanza en fe y en el desapego, ese que desde niña había evadido, reconocí mi verdadera esencia. Nada me quitaron, todo lo solté y por eso hoy estoy recibiendo con gratitud el premio del aprendizaje. Quienes quisieron derrumbarme lo lograron y se los agradezco.
De mi armadura poco queda porque la coraza con la que durante años me cubrí, la deshicieron a golpes. Hoy soy una mujer en carne viva, fortalecida espiritualmente, con una extrema consciencia del ser y el estar pero sobre todo llena de una energía poderosa que se la atribuyo al amor. El coraje necesita brillantez, esa luminosidad escasa que solo se obtiene a través de la sabiduría que otorga el dolor porque solo cuando estamos de rodillas es que logramos reconocer cuánta fuerza tenemos en las piernas para ponernos de nuevo de pie.
¡Feliz año!
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