En vísperas de navidad falleció Roberto Gerlein Echeverría, el eterno parlamentario del Partido Conservador. Gerlein, quien duró casi medio siglo en el parlamento colombiano, recibió todos los honores, incluyendo la Cruz de Boyacá, concedida por el presidente Santos en 2015, y la Gran Cruz en Placa Oro, concedida por sus colegas del Congreso de la República. Sin embargo o muy a pesar de ello, la historia también nos cuenta que no fue un buen ejemplo para la democracia. Para decirlo más claro, considero que, de hecho, fue un mal ejemplo.
Su vida pública comenzó como juez de la República por allá por 1962 y terminó en 2018, cuando decidió no aspirar nuevamente al Senado de la República después de haber sido reelecto durante ocho ocasiones. Lo condecoraron por su persistencia como conservador y tal vez por su oratoria, porque ningún colombiano recuerda ejecutorias de su autoría que hayan impactado el devenir nacional. Fue uno más dentro de la clase política que pasó sin pena ni gloria, y que se le recuerda más por lo que decía que por lo que proponía. Aun así lo condecoraron.
Creo que tenía una especie de veneno, pero este siempre iba por dentro. Clientelista a morir, casi nunca se le veía en la oposición porque le interesaba disfrutar de las mieles burocráticas para él, su familia y sus amigos. Era inseparable del poder. Por eso apoyó a Ernesto Samper con el grupo conservador denominado Los Lentejos cuando la época del proceso 8000, por financiación de narcotraficantes a la campaña presidencial. Fue uno de los responsables del “aquí estoy y aquí me quedo” de Samper. Claro que Roberto Gerlein también estuvo vinculado al 8000 por cuanto apareció a su nombre un cheque girado por el cartel de Cali. Todavía no se sabe el porqué.
Le fascinaba el poder. Por eso apoyó a Álvaro Uribe en sus intentos reeleccionistas; y en 2013 también respaldó a Santos en su reelección. Se recuerda que a excepción de Virgilio Barco (1986-1990), siempre estuvo respaldando al gobierno. Y en el Atlántico, a pesar de su rancio conservatismo hizo alianzas en diferentes épocas con los Name y los Char. Lo importante era estar en la repartija burocrática y en la contratocracia. Vivió siempre alimentándose de mermelada en forma de burocracia y de contratos.
El clan Gerlein creció en poder político y en poder económico. En 1992 creó VALORCOM, una empresa constructora propiedad de Roberto Gerlein en menor cuantía y el todopoderoso Julio Gerlein. Fue la fórmula que años después llevó a Daniel Coronell (Revista Semana, julio 15 2017) a afirmar: “El hermano senador y el hermano contratista. La fórmula que ha enriquecido a numerosas famiempresas políticas fue creada en la costa. Un miembro de la familia es jefe político, ubica su clientela en los puestos claves, gana capacidad de presión ante las administraciones locales y el gobierno nacional. El otro contrata con esas mismas administraciones, patrocina campañas electorales, acerca funcionarios y al final todos se enriquecen”.
Así funciona todavía el clan para adueñarse de los recursos públicos y lograr un cacicazgo regional: Julio es el financiador de las campañas, Roberto ayuda a conseguir los contratos con el alto gobierno y con las administraciones locales y la estructura política se cimienta cada vez más.
Mientras, a través de Valorcóm se han hecho a grandes obras públicas: contratos de acueducto, alcantarillado, Transmetro, concesiones viales en la costa y hasta en Cundinamarca, rehabilitación de vías nacionales, etcétera. Hasta en la fase III de TransMilenio de Bogotá han estado usufructuando y la última gran gesta es la conformación de la APP Consorcio Navelena, junto con Odebrecht, para recuperación de la navegabilidad del río Magdalena, con una inversión de 2,2 billones de pesos. Odebrecht y Gerlein, juntos para apoderarse de los recursos públicos colombianos. Saben para qué sirve el poder y saben cómo acceder a él.
Valorcom también cumple una función política que trata de degenerar la democracia y es la compra de votos y el constreñimiento al elector. De los Gerlein se dice en Barranquilla que conformaban el grupo TLC por aquello de Tejas, Ladrillos y Cemento que entregaban a cambio del voto. Es más, se dice que algunos barrios como El Pueblito, San Nicolás, Santa María y otros del suroccidente son producto de la política de votos de los Gerlein Echeverría.
Por constreñir al elector en la costa Caribe pero también por apoderarse de los recursos públicos con contrataciones amañadas, recursos que después eran utilizados para financiar campañas políticas mediante la compra de votos, Roberto Gerlein fue un mal ejemplo para la democracia colombiana. No creo que descanse en paz.
Estructuras corruptas fueron replicadas a partir de Gerlein y Valorcom. Eso también quedó demostrado con el funcionamiento de la Casablanca, como se denominaba al cuartel de operaciones de la hoy condenada y prófuga Aida Merlano, compañera de cobijas del hermano Julio. La diferencia es aquí el pato lo pagó la Merlano y no los Gerlein ni los Char, que también estaban vinculados al proceso investigativo. Incluso después de este escándalo, la clase política ungió a Arturo Char como presidente del honorable Congreso de la República, demostrando, otra vez, que se puede ser corrupto y ostentar honores.