La defensa de los animales se instaló en la agenda pública de Bogotá y en el sentir de los bogotanos. Las corridas de toros, por su despliegue de barbarie y retórica colonial, se han convertido en el estandarte de aquella lucha que hoy plantea la oportunidad de trascender el debate jurídico y someter la decisión sobre la continuidad del espectáculo al mecanismo de la consulta popular.
Algunos esperaban que Petro anunciara esta consulta en la marcha animalista del domingo 5 de octubre, pero no lo hizo, tampoco asistió. Quizás, porque en un gesto de convicción por el tema optó por permitir que sea el siguiente alcalde o alcaldesa quien lidere la iniciativa popular; o porque sabe que los tiempos y apoyos que requeriría del Concejo, sencillamente no le dan.
La consulta popular por los toros es una opción que venimos contemplando desde hace un par de años, sin que confluyeran, hasta ahora, aspectos favorables de política, agenda pública, opinión y ciudadanía activa.
Este ejercicio de democracia directa por los animales sería el primero en Colombia y el tercero en el mundo en menos de cuatro años, e implicaría asumir, en el corto plazo, tres retos relacionados con las dinámicas políticas y del mismo movimiento animalista.
El primero de ellos es “despetrizar” la defensa de los animales y fortalecer la causa con todos los colores. Aunque Petro es el único alcalde que en este tema lo ha hecho bien, sin la independencia del movimiento animalista, el Concejo de Bogotá difícilmente le apostará a la consulta. Bienvenidas, pues, las vocerías de todos los partidos.
El segundo reto es lograr una movilización convocante, pluralista, diversa y representativa, sacudida de caudillismos, vocerías únicas e insignias de partidos. Es tan desafiante la iniciativa popular en términos políticos y de participación ciudadana, que en esta exigencia de grandeza no nos podríamos confundir.
Así como la Séptima Papeleta fue de todos los ciudadanos, en su mayoría anónimos, que entendieron el alcance histórico de la apuesta por la Constituyente, el movimiento animalista debe entregar sus banderas (con o sin consulta) a todas las expresiones políticas y ciudadanas que confluyan en la idea de una defensa de la vida digna.
El tercer reto es el que deberían asumir los candidatos y candidatas a la alcaldía de Bogotá. En este sentido, esperaríamos que todas las fuerzas políticas abanderan la consulta como un compromiso programático con la protección de los animales y otra manera de aportar a la paz.
Que los aspirantes a la alcaldía aceptaran este desafío hablaría de su respeto por la voluntad popular, de su capacidad para asumir temas de vanguardia y de su amplitud ideológica para comprender la profundidad y conexidad de reivindicaciones contemporáneas, por encima de gustos personales y cálculos políticos.
La defensa de los animales y la consulta por los toros tendrán, sin duda, un lugar importante en la próxima contienda electoral por la alcaldía de Bogotá.
