Varios hechos permiten concluir que no será fácil el 2022. El primero de ellos las cada día más agitadas campañas electorales. Las encuestas anuncian que el Pacto Histórico y Petro pueden ganar la Presidencia de la República. Si así sucediera, no cabe la menor duda de que la sacudida histórica del país será comparable, por lo menos, con el fin de la hegemonía conservadora en 1930.
Quizás mucho más fuerte e intensa. Para entonces el Partido Conservador, con su carga eclesial, terrateniente y reaccionaria había manejado con mano de hierro al país durante casi medio siglo. Si el Pacto Histórico gana, no pondría fin a 50 años de sometimiento oscurantista, sino a dos siglos de disputas y repartijas entre las clases más pudientes del país, agrupadas en los partidos tradicionales y sus herederos políticos de hoy, únicos culpables de la situación en que nos debatimos.
Todo el Establecimiento unirá filas contra el Pacto Histórico. Empezando por el actual gobierno, con sus tentáculos en Registraduría, Procuraduría, Fiscalía, Contraloría y demás aparatos de poder. A los que se sumará sin vacilaciones la gran prensa. La estrategia del miedo adquirirá pleno furor, con el propósito de hacernos creer que marcharemos inevitablemente al caos.
En un país donde el atentado, el abuso y la muerte no esperan un clima favorable. Preparémonos pues para una agitación política de inmensas proporciones, en la que habrá de todo. Incluidos fraudes y violencias. El argumento con el que se propondrán intimidar a un pueblo hastiado de mentiras, va a ser que será mejor seguir como estamos, antes que dar un salto al vacío.
Pero es que en las propias campañas se agitan serias contradicciones. Lo del Centro Democrático está cada vez más caliente, como si la autoridad de Álvaro Uribe comenzara a desmoronarse. Algo semejante empieza a entreverse en el Pacto Histórico. Suena grotesca a muchos la obsesión de Petro por sumar en su coalición a Luis Pérez y César Gaviria con su Partido Liberal.
Es que el propio Petro en su libro Una vida, muchas vidas, de muy reciente publicación, expresa su condena a Gaviria por haber introducido en la Constitución de 1991 las normas transitorias que permitieron la instauración del modelo neoliberal de economía en Colombia. Esa decisión entregó nuestro país al saqueo del capital transnacional y la debacle ambiental.
Es cierto que todo cambia, pero resulta demasiado difícil para mucha gente en el Pacto Histórico tragarse semejante sapo, al que además hay que adobarlo con el señor Pérez, de reconocido pasado ultraderechista. Roy Barreras y Armando Benedetti todavía pasan, ¿pero esto? Petro debería saber que el segundo gobierno de López Pumarejo fue el naufragio de su Revolución en Marcha de 1936, precisamente por haber sumado gente así pensando solo en ganar.
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Hay que agregar su desprecio hacia el Acuerdo de Paz de La Habana, que para algunos resulta comparable a quienes quieren hacerlo trizas
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Comienza a verse que para Petro no cuentan las opiniones de los demás miembros del Pacto Histórico. Será lo que él diga, sin más. A lo cual hay que agregar su desprecio hacia el Acuerdo de Paz de La Habana, que para algunos resulta comparable a quienes quieren hacerlo trizas. Ese Acuerdo acaba de cumplir cinco años de firmado, convertido en un hecho político de índole mundial, reconocido así en múltiples eventos en Colombia y el exterior.
Toma cada día más fuerza la idea de que el camino hacia la solución de los grandes problemas del país, pasa por la implementación integral de los Acuerdos de Paz. Pero al parecer la animadversión enfermiza de Petro hacia cualquier cosa relacionada con las extintas Farc, lo conduce a pensar distinto. Así que desde ya se advierte que la posible presidencia de Petro añadirá nuevas contradicciones, y muy difíciles, al complejo panorama político nacional.
Además la política regional en Colombia es otra cosa, todos sabemos por qué. Por eso hay serias dudas en torno a lograr una mayoría del Pacto Histórico en el poder legislativo. Un gobierno alternativo en esas condiciones no la tendrá fácil, más si desde ahora celebra compromisos y casa conflictos innecesarios. Y hay otra cosa de la que poco se habla. La doctrina de seguridad nacional que impera en las Fuerzas Armadas, a la que hay que sumar la ultraderecha paramilitar.
No resulta apresurado presumir que las muertes de Santrich, Romaña y Óscar en Venezuela, son producto de operaciones encubiertas de las fuerzas armadas colombianas. Ellas tienen tanto las capacidades para hacerlo, como el cinismo para negarlo. Basta con oír a Molano, el Mindefensa. ¿Tienen esas fuerzas armadas la convicción civilista para subordinarse al Pacto Histórico? Lo que enseña lo vivido es que saben de sobra obrar, y mal, de modo subterráneo.
Así que el 2022 no será fácil. En el orden del día figura la apuesta por el Pacto Histórico y por Petro, y habrá que sumarse a ella. Pero como advierte con prudencia la canción vallenata, con cuidadito, compadre, con cuidadito.