Estaba yo tranquila acariciando mis perros cuando alguno de ellos sintió celos del otro y empezó a gruñir. Los gruñidos fueron respondidos y el ambiente se puso tenso, acompañado de miradas de odio que amenazaban con llegar a algo peor. Nunca pensé que el enfrentamiento llegara a mayores. Ingenua que es uno, pues estaban realmente furiosos. De repente empezó la gresca verdadera y yo, con una reacción imprudente intenté apartarlos. Resultado: dos dedos heridos, sangre a borbotones, imparable y carreras hacia urgencias, en medio de gritos y lamentos.
Aprendí, al modo más doloroso, que en pelea de perros nunca se debe meter mano porque uno puede salir seriamente lastimado. Los perros cuando tienen rabia no se paran en pelos ni se fijan a quien lastiman, tiran tarascazos.
En Colombia tenemos dos personalidades que se la pasan gruñendo y pelando dientes cual canes furibundos. Si no tenemos cuidado podría suceder que más de uno salga herido cuando el enfrentamiento llegue a mayores.
Se trata de Uribe y Santos por supuesto, que están dando un espectáculo bochornoso, como si se tratara de dos fieras irreconciliables a punto de lanzarse a la yugular del otro. Ya muchos han recibido mordiscos por intentar que este par de animales (políticos) no se hagan más daño. Hemos visto a algunos salir con el dedo sangrando porque se han metido en la pelea, confiados en que solo se harán daño entre ellos pero ¡qué va! Los mordiscos siempre van a parar, por razones inexplicables, a la mano compasiva que intenta separarlos.
En el debate sobre paramilitarismo vimos manos sangrantes por todas partes cuando Uribe lanzaba tarascazos a diestra y siniestra. Sino pregúntenle al senador Chamorro que casi pierde una mano, por meterse en la pelea.
Esta semana el enfrentamiento derivó hacia el senador García Realpe porque también se metió en el medio y se atrevió a hablar del tema de la mermelada. Así, todo el que meta la mano saldrá herido. Tenga cuidado, por favor.
En el santismo también hay gruñidos y mordiscos, aunque algo más matizados por cierto estilo marrullero. Sin embargo, las cosas son igual de bravas, sobre todo para quitar de en medio a quienes se ha quedado por ahí en la burocracia oficial sin tomar partido o tomando partido pero por el animal contrario.
Esta pelea, que no es de perros y gatos, sino de perros y perros, le puede salir costando mucho al país. Así Santos convoque a Uribe a sentarse y hablar de paz, pero no de la paz entre ellos sino del proceso con las Farc, cuando lo hace muestra los dientes y gruñe como un perro rabioso, aunque elegante. No otra cosa deja ver ese llamado al “senador” Uribe que más que un mensaje de concordia parece una puya para humillar e intentar doblegar a su oponente. Decirle senador a quién fue su jefe en la Presidencia no es otra cosa que una forma de insulto o de burla. Al igual que hizo con otro que metió la mano, el procurador. A este le dijo que si quería le daba una “Audiencia” para explicarle el proceso de paz. ¡Qué tarascazo tan duro!
Pero Uribe no se doblega, saliva por las fauces y enseña 12 dientes más contra la negociación en La Habana, dejando claro que no se sentará frente a Santos, sino que le saltará encima a la menor oportunidad.
Habría que calmarse porque esta confrontación no llega a ningún lado, a no ser a una sala de urgencias, como me tocó a mí con el mordisco recibido de mis perritos, los mismos que la mayor parte del tiempo yacen juntos, comen del mismo plato y cuidan la misma propiedad, pero pierden el control y se autodestruyen por el maldito protagonismo.
http://blogs.elespectador.com/sisifus/