La campaña política no es entre las anacrónicas divisiones políticas de derecha, centro e izquierda. La campaña política no es tampoco entre políticos de extrema derecha y extrema izquierda. Tampoco la solución está en los tibios del centro y en los tibios de la experiencia.
La campaña política es entre los que representan el viejo país y los que representan el nuevo país.
En los que representan el viejo país son un mosaico de camaleones que en cada campaña cambia de bando y fugen como mensajeros de un nuevo país, pero en el fondo son los mismos con las mismas, defensores del status quo.
El uribismo y sus aliados: el conservatismo, la U y Cambio Radical, simbolizan el viejo país, son cuatro partidos cuyos líderes son defensores del modelo económico neoliberal financierista: el expresidente Álvaro Uribe es la reencarnación del legado del gamonalismo feudal del expresidente Laureano Gómez. Óscar Iván Zuluaga es un candidato que luce desconectado, sin carisma y salpicado hasta los tuétanos en el escándalo de Odebrecht.
Germán Vargas Lleras y su partido aglutina lo más putrefacto de la política colombiana y en los gobiernos de Santos y Duque funge como un auténtico zar de la corrupción y burocracia, pero se comporta como las malas esposas que reciben de todo de los esposos y salen a las calles a la desacreditarlos.
Los aspirantes conservadores David Barguil, campeón del ausentismo y símbolo de la corrupción y clientelismo de las nuevas generaciones de conservadores. Miguel Gómez Martínez, tipo político de las élites, representa el más auténtico legado conservador, despiadado y atroz de su abuelo el expresidente Laureano Gómez, uno de los políticos más crueles y artífice de parte de la herencia de la violencia que vive en el país.
Mauricio Cárdenas Santamaría, su trayectoria política es la de un delfín privilegiado de las élites cafeteras que ha navegado de puesto en puesto en los gobiernos en los últimos 30 años, aplicando las recetas de políticas neoliberales y sobre sus hombros cabalga la cruz del escándalo de Dragacol, uno de los mayores nidos de corrupción en el gobierno del expresidente Andrés Pastrana. Ninguno de los tres godos representa un verdadero cambio en la política colombiana y todos simbolizan el viejo país.
Los candidatos de la Coalición de la Experiencia también son defensores del mismo modelo económico neoliberal financierista de los anteriores y hacen parte de la zaga del plan B del uribismo: Enrique Peñalosa, encarna la típica arrogancia de las élites, hijo del exministro liberal Enrique Peñalosa Camargo, quien siendo el primer director del antigua Incora, aprovechó para apoderarse fraudulentamente de grandes extensiones de baldíos en el Urabá antioqueño y chocoano.
De allí que el exalcalde tiene una destacada trayectoria de transfuguismo político sin escrúpulos... del liberalismo pasó a las toldas del uribismo, luego regreso a liberalismo y de un salto largo cayó ea Cambio Radical y ahora de nuevo agachado en el uribismo.
Juan Carlos Echeverry, un burócrata conservador y uribista como exministro de Hacienda y exdirector del Departamento Nacional de Planeación fue alfa y omega en las aplicaciones de las políticas neoliberales que tienen al país con altas tasas de pobreza, desempleo, exclusión y desigualdad.
Federico Gutiérrez, un típico culebrero y aprendiz de mago. Es el típico tipo joven de clase media con aureola de oligarca que adopta la estrategia del camaleón dentro del el uribismo para fugir como el buen muchacho del GEA, mientras tapa la fetidez de sus actuaciones en el nido de corrupción de Hidroituango.
Alex Char, de origen liberal que navega entre el poder clientelista y burocrático del uribismo y Cambio Radical. Es el zar de la corrupción y el clientelismo en la costa Atlántica con 24 investigaciones penales durmiendo en los anaqueles de la justicia.
Dilian Francisca Toro, una caracterizada ficha de la casa política de los parapolíticos de la familia Abadía, de liberal paso al uribismo, lidera el partido de la U, un partido de garaje del uribismo.
En los 8 años del gobierno de Uribe controló los dineros de la salud en los cuatro departamentos del Pacífico y las direcciones de ICBF. Es la gran baronesa de la corrupción y el clientelismo en el Pacífico.
La Coalición de Centro Esperanza, también consumados defensores del modelo económico neoliberal financierista: Humberto de la Calle Lombana como miembro del gobierno del expresidente César Gaviria fue uno de los artífices de la política de la apertura económica y el modelo neoliberal que arruinó el campo, quebró la industria y la producción nacional. Ha formado parte de los círculos del poder del expresidente Gaviria y ahora disfrazado de independiente.
Juan Fernando Cristo, heredero de una casa política nortesantandereana que no está exenta de las más rancias prácticas clientelistas. Un liberal que ha navegado en todas las aguas liberales del gavirismo a samperismo, del samperismo a santismo y ahora disfrazado de independiente.
Sergio Fajardo, el imputado que dejó en bancarrota la gobernación paisa es otro uribista vergonzante y ficha del GEA, que juega al plan tijera del uribismo.
Alejandro Gaviria, otro liberal que hizo tránsito al uribismo, regresó al liberalismo santista y luego con una cabriola volvió al uribismo en la operación tijera en esta coalición. No se sabe si anda en operación tijera para Santos, Uribe o el GEA.
Los hermanos Juan Manuel y Carlos Fernando Galán, los dos han sido niños mimados de los hilos del poder y caracterizados chupasangres del Estado.
Finalmente, Jorge Robledo, sin duda la gran excepción entre todos. Un senador que toda la vida luchó contra las políticas neoliberales. Sin embargo, ahora anda rodeado de los más caracterizados defensores del neoliberalismo. Es un político que ha perdió el rumbo y en la última elección presidencial su papel fue dividir a las fuerzas alternativas para que ganara Duque y actualmente anda en las mismas.
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