Aún recuerdo cuando estaba en el colegio y escuchaba a la selección de Pékerman jugar por la radio. Estaba en once y no nos dejaban ver los partidos, por eso me ponía mis auriculares y los oía, era la única manera de saber que pasaba en las clasificatorias rumbo a Brasil 2014.
Cada palabra que salía de los labios del Tato Sanint se volvían imágenes en mi cabeza, y según mi imaginación la selección jugaba maravillosamente, de los 90 minutos escuchando al narrador, 60 solo nombraba a jugadores colombianos. Según la radio, Colombia controlaba el juego y tocaba el balón como nunca lo había hecho.
Después, pude verla en el partido frente a Uruguay, ese 4-0 que es recordado como el mejor partido de la selección en esas eliminatorias, y confirmé que mi imaginación no estaba tan alejada de la realidad: la selección jugaba realmente bien. Y después de años de decepciones con otros técnicos, pensé que Pekerman por fin podría hacerme ver a la selección por primera vez en un mundial.
Pues el “viejo querido” lo logró en ese 3-3 contra chile que supo a victoria, y los jóvenes como yo, por fin sentimos la emoción que solamente habían podido vivir quienes vieron jugar a Valderrama, Rincón y al Tino en la década de los 90, y de quienes se escuchaba decir que “Pekerman le había devuelto la jerarquía a la selección Colombia”
Lo siguiente fue historia, el mejor resultado en un mundial, convirtió a James en el mejor jugador colombiano, y devolvió a la tricolor a los primeros puestos en los rankings. Quienes habíamos crecido viendo a la selección ir de fracaso en fracaso nos sentíamos soñando con los ojos abiertos. Y aunque rumbo a Rusia se sufrió, y en el mundial no se igualó lo de Brasil, cuando Pekerman se fue dolió, y dolió profundamente.
Hoy extraño la idea de juego de José Nestor, el balón al suelo, la apertura de espacios a punta de toque y el equilibrio en cada zona de juego, y cada vez que veo a la selección de Rueda jugar me entristece pensar que pasamos de ser vistos como una potencia, a estar cuartos en la clasificación a Qatar no por mérito propio, sino por el de las otras selecciones.
Nos duele ver a Pekerman dirigiendo Venezuela porque con él, quienes somos amantes del fútbol, vivimos los mejores momentos de la selección en los últimos años, volvimos a creer en la tricolor y nos sentimos fuertes a punta de los goles de Falcao, los cierres de Yepes y los pases de James. Es como cuando vemos a nuestra expareja con alguien más, siempre da guayabo, porque sabemos que le está brindando todo lo que nos dio, e incluso más, a otra persona.