María Lina Bukamakerama no tenía la menor intención de parir a su primogénita en Bogotá, una tierra fría que ni tan siquiera sabía que existía. Ella pensaba que todos los hijos que tendría junto a su compañero Luis Orlando Querágama crecerían como ellos en la comunidad en la selva chocoana, alimentados por la naturaleza.
La niña, quien no tiene nombre castellano, nació necesitándolo todo el pasado sábado, ocho días después de que sus jóvenes padres llegaran al campamento que los indígenas de 14 comunidades instalaron en el Parque Nacional de Bogotá. María Lina dio a luz con pocas fuerzas; ha estado mal alimentada desde que salió de su comunidad en la parte alta del Chocó. En el Parque Nacional, donde ni siquiera tienen baños públicos dignos, lo único que no escasea es el intenso frío de los días y sus noches.
La hija de María Lina y Luis Orlando nació en condiciones precarias con ayuda de Teresa Borocuara, una partera tradicional que también llegó huyendo de la guerra en el Chocó entre el Eln y los paracos del Clan del Golfo que principalmente explotan la minería ilegal envenenado el río Atrato, donde los indígenas sacaban el pescado para alimentarse.
La bebé forma parte de los casi 700 niños y niñas que están malviviendo y a medio vestir en el campamento y que no han recibido ninguna atención por parte del Estado ni de la Alcaldía de Claudia López, quien ha sido indolente ante la situación de los indígenas instalados en carpas armadas con plástico a pocos kilómetros del palacio de Liévano en la Plaza de Bolívar.
Los indígenas dicen que están solos. Denuncian solo Lo único que una entidad de Gobierno les ha entregado para que su estadía fuese menos difícil fueron unos plásticos negros para levantar sus cambuches; lo hizo hace varios meses la Alta Consejería para las Víctimas. Dicen que no tienen brigadas de salud. Dicen que ni un grano de arroz les ha llegado por parte de la alcaldía ni del gobierno de Duque. La comida y la escasa comodidad que han logrado en esta ciudad se la han dado los bogotanos de a pie que llegan hasta las barreras de lata que rodea el parque.
En el campamento indígena ya han nacido doce bebés. Varios de ellos han tenido que ser llevados al hospital por complicaciones médicas. El frío, la lluvia incesante de Bogotá, la falta de buena alimentación, el juguetear entre aguas sucias tiene en peligro a estos cientos de niños que al parecer son invisibles para los bogotanos y las autoridades que pasan a diario por el campamento del Parque Nacional.
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