El estallido social de octubre de 2019 volteó el tablero de la política chilena y ahora tiene un último capítulo en las elecciones que elegirán al sucesor del presidente Sebastián Piñera. Dos candidatos están en la cima de las encuestas, provenientes de orillas opuestas y con las posibilidades de que su gobierno sea -como se ha dicho- el más izquierdista desde Allende o el más derechista desde Pinochet.
La política ha sido el eje de la vida del conservador José Antonio Kast y el socialista Gabriel Boric que han puesto en su mira en el Palacio de la Moneda. Al primero, con 55 años y nacido en Santiago, le viene la vena de familia. Michel Kast Schindele, su padre, teniente en las fuerzas armadas de la Alemania nazi, casado con Olga Rist, nueve hijos, con 26 años llegó a Chile en 1950. Miguel, su hermano mayor, fue ministro de Augusto Pinochet, director del Banco central y uno de los Chicago Boys; Bárbara, su sobrina, ha sido concejala de Paine desde el 2012; Felipe senador y Pablo diputado. Está casado con la abogada Pía Adriadola con quien tiene nueve hijos, ocho de los cuales aún viven en la casa a las afueras de Santiago. José Antonio, el mayor, es como su padre abogado de la Universidad Católica, político y director de la fundación Influyamos, lo acompaña en las giras, le maneja la agenda, y lo asistió en los debates televisados.
Boric, que cumplió 35 años el 21 de febrero y pasó raspando la norma constitucional que establece esa edad para ser presidente, sería el milenial que toma en sus manos la rienda de la democracia transicional de 31 años, que empezó cuando Augusto Pinochet entregó la banda presidencial al democristiano Patricio Alwyn el 11 de mayo de 1990. Desde su natal Punta Arenas, María Soledad Font y el ingeniero químico Luis Javier Boris Scarpa han visto la carrera en ascenso de Gabriel, uno de sus tres hijos. El que había estudiado en The British School y cuando se graduó en el 2003 los dejó para irse a estudiar Derecho a la Universidad de Chile.
Para ese entonces JAK ya era diputado y acababa de oponerse al proyecto para la reprogramación del crédito universitario en la Comisión de Educación de la que era miembro. Boric, el joven estudiante de Derecho, estrenaba liderazgo en la facultad y en Izquierda Autónoma. Años más tarde se asomaría a la política y los titulares de prensa desde la primera línea de lo que ha sido considerado un hito: la toma del edificio de la Calle Pio Nono para exigir la salida del decano Roberto Nahum que duró 40 días y terminó con un sonado triunfo: Nahum se fue.
Gabriel Boric, un milenial formado políticamente en la protesta desde el 2009
El 2011 es un año icónico de la protesta chilena. Boric fue uno de los cuatro líderes estudiantiles, junto a Camila Vallejo, Karol Cariola y su actual vocero de campaña, Giorgio Jackson, que la encabezaron pidiendo educación gratuita, libre y de calidad. La protesta se oyó en todo el mundo. Chile había empezado a alzar la voz en contra de la desigualdad y el joven del sur tomó la vocería de la Confederación de Estudiantes de Chile, la Confech, sustituyendo a una figura de mucho relieve por aquel entonces: Camila Vallejo.
Mientras JAK consolidaba la carrera política parlamentaria como jefe de la bancada de la Unión Demócrata Internacional (UDI) e iba por la cuarta reelección, Boric, el hijo político de las movilizaciones estudiantiles, buscó un espacio en el Congreso con su discurso en contra de los partidos tradicionales, de las dos grandes coaliciones de la transición, y como independiente logró su escaño en las elecciones del 2014 a nombre de su región natal, Magallanes y la Antártica Chilena, tan lejos de Santiago de Chile como el interés de los gobernantes en ella. Cuando fue reelecto en el 2017 fue el segundo más votado en el país.
Kast voló más alto en esas elecciones. Como independiente buscó la presidencia y fue entonces cuando en campaña dijo: “Si Pinochet estuviera vivo, votaría por mí”. Los evangélicos y los militares fueron el foco y ocupó un honroso cuarto lugar con el 7,93 % de los votos en la primera vuelta. En la segunda ganó Piñera. De allí salió el Movimiento Acción Republicana que antecedió al actual Partido Republicano de Chile.
La explosión del octubre del 2019 que empezó con miles de jóvenes saltando los torniquetes del metro de Santiago por alza de tarifas y terminó en la constituyente de mayoría de izquierda que hoy preside la mapuche Elisa Loncón, cambió totalmente el tablero político de Chile y abrió una gran puerta las transformaciones del país. Allí estuvo Boric en una controvertida actuación. Fiel a sus convicciones se la jugó por el acuerdo para poner fin a la protesta por encima del Partido Comunista de la coalición que no quiso participar. Firmó a título personal. Pero el Acuerdo de Paz del 15 de noviembre fue el camino para la redacción de la nueva Constitución. Políticamente se había anotado un punto a favor. Kast había trabajado para que ganara el Rechazo.
En este segundo intento por la presidencia Kast le apostó a una campaña gerencial y buscó a los jóvenes
Fiel a su discurso dirigido contra la supremacía de la izquierda JAK le apostó a una campaña de tipo gerencial y un programa de gobierno que trabajó la Fundación Jaime Guzmán, fundador de UDI, ideólogo de la dictadura. Empolvó iniciativas como construir una enorme zanja en el norte de Chile para detener la inmigración o quitar las rejas de las casas para usarlas en las cárceles, y se volcó a las redes sociales buscando los políticos en Twitter y los jóvenes en Tik Tok. Y trató de desmarcarse de los rótulos del Bolsonaro chileno, y del Trump chileno; algunos analistas lo ven más cerca de Margaret Thatcher que de Marine Le Pen.
En la otra orilla, un torbellino llevó a Boric a la candidatura en cuatro meses. En marzo su partido Convergencia Social lo hizo candidato presidencial, poco después lo fue del Frente Amplio, y en una carrera contrarreloj en tres semanas consiguió 35.000 firmas para participar en las primarias de la izquierda. El 17 de mayo cantó: “Superamos la cantidad de firmas”. El reto fue, entonces el 18 de julio: ganarle a nadie menos que el alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue. La campaña tranquila del comienzo terminó crispada cuando hubo un quiebre en el fair play, que Boric capitalizó y fue electo candidato de Apruebo Dignidad. El triunfo fue categórico, con el 60 % de los sufragios, suficiente para colocarse en el mejor sitio del partidor.
Empezó avasallando en las encuestas, muy lejos del segundo en ese entonces, Sebastián, Sichel, el candidato de Piñera. Pero cuando se inició la veda el domingo pasado, Kast las lideraba cinco puntos por encima de Boric. El talón de Aquiles, se dijo, fue la falta de experiencia y la debilidad de su equipo incapaz de reacción inmediata, mientras JAK capitalizaba los electores de Sichel descontentos con su apuesta de centro.
El último debate por televisión fue un desastre para Kast, y uno sin brillo para Boric
La última vez que se vieron los favoritos fue en el debate televisado del domingo. Una noche para el olvido de JAK. Con una bandera de Cuba en la mano no fue afortunado en la comparación de la dictaduras de Ortega y Pinochet, metió la pata preguntándole a una de las entrevistadoras si estaba casada, rechazó las termoeléctricas de su propio programa y quedó en Babia cuando le hablaron de PIB tendencial. Boric trató de no cometer grandes errores, pero tampoco brilló.
Ahora se enfrentarán en las urnas, y ellas serán las que midan el efecto del último debate. Con 23 % de indecisos no hay nada escrito, de pronto hay una sorpresa y sale de la manga un sombrero, como en Perú.