Un par de semanas antes de la cumbre COP26 en la ciudad inglesa de Glasgow, el puerto chino de Tianjin inauguró una terminal de contenedores. Nada para asombrarse en un país que tiene siete de los 10 puertos más grandes del mundo, Tianjin siendo el noveno, de acuerdo con World Shipping Council. Lo novedoso era su nivel de robotización y la neutralidad absoluta en de carbono: en el área de carga no se ven operarios, solo robots y la energía que usa proviene 100% de celdas fotovoltaicas y generadores alimentados por energía eólica. En funcionamiento el terminal incrementará la capacidad del puerto en un 25% pero reducirá las emisiones en 20%.
Cuando sucedió la cumbre de Glasgow el presidente chino Xi Jinping envió un escrito volviendo a poner de presente la estrategia y contribución de China al control del cambio climático, situación que fue aprovechada por el presidente norteamericano Joseph Biden para acusar a los chinos de falta de compromiso y recordarles su primer lugar en las emisiones de carbón. Los americanos y la prensa occidental quisieron probar su caso haciendo lo que los gringos llaman “cherry picking”, denominado en lógica como falacia de la evidencia parcial. Se escogen unos datos segmentados de una realidad más compleja, casi siempre para negar su existencia, en este caso el compromiso de China contra el calentamiento global. Con los norteamericanos además se trata de escurrir el bulto y echarle la culpa de sus desgracias a otro.
Por eso el titular común de CNN, BBC o New York Times ha sido “China emite más carbón que todas las economías desarrolladas sumadas”. Evaluación simple, conclusión fácil: China es culpable del calentamiento global, razón por la cual debe ser la primera responsable en tomar acciones, los demás pueden esperar.
Una forma más amplia de ver el problema incluiría respuestas satisfactorias a varias preguntas menos del gusto norteamericano. La principal: ¿Cómo son las emisiones de carbón cuando se miran per cápita y cómo es la situación de las economías desarrolladas? Y otra: en una perspectiva histórica ¿qué país ha hecho más emisiones? Una tercera: ¿En qué momento China se disparó como emisor de gases de invernadero? Y por último ¿Qué está haciendo China para reducir las emisiones de carbón?
Dado que Xi Jinping no está recién llegado al poder como Biden, ni pertenece a un partido que entra y sale del poder, hay que evaluarlo por lo menos desde el inicio de su liderazgo que empezó en el XVIII Congreso del Partido Comunista de China de 2012. Aunque más completo sería ver la evolución de China en materia ambiental desde su acceso a la OMC en 2000, cuando se dispara su integración económica global.
Empecemos por las respuestas. En medio de la cumbre de Glasgow Deutsche Welle le hizo control de evidencia a la afirmación de que China es el mayor contaminador del mundo. Resulta que si la cifra escogida son emisiones netas, concluye que sí. Pero si trabaja sobre emisiones per cápita ya no, sino economías de países grandes y desarrollados; los principales contaminadores aquí son, en su orden, Australia, Estados Unidos y Canadá. La UNCTAD tiene las mismas cifras. La inclusión de Estados Unidos no podía ser distinta. ¿Pero Australia y Canadá tan verdes ellas? Toda una sorpresa.
Cavando más profundo en la evidencia, The Guardian elaboró en 2019 la lista de las empresas que más contaminaron en los anteriores 60 años y resulta que el primer lugar se lo llevó Aramco, de Arabia Saudita. Le seguían Chevron, Gazprom Rusia, Exxon Mobil, Iranian Oil, BP y Shell. 20 empresas del mundo eran responsables del 30% de las emisiones de gases de invernadero y solo una era de China, PetroChina ubicada en el puesto 11. En cambio entre las primeras 10 había 2 latinoamericanas: Pemex y PDVSA.
Deutsche Welle hizo un cruce aún más interesante, haciendo una retrospectiva a 1750 desde el inicio cuando de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo. Y encontró que en un lapso de 170 años, Europa y Estados Unidos son responsables del 52% de las emisiones de carbón. China del 13%.
Esta evidencia sigue siendo cherry picking pero va más allá de las emisiones netas de China y contextualiza mejor el problema. El mundo se calienta por emisiones de carbón producidas para sostener básicamente un modelo de producción para satisfacer las enormes, desproporcionadas, pantagruélicas, voraces y vulgares necesidades de consumo de Estados Unidos y Europa. El sueño americano no son las libertades individuales sino el consumo, un dicho dice que en el futuro de todo gringo debe haber tres cosas grandes: “a big house, a big car and a BigMac”.
Cuando China empezó su apertura al exterior e introdujo el mercado en el contexto de una economía socialista, tenía claro que no iba a quedarse como la fábrica del mundo para siempre, eso sería un fracaso. China tenía una sociedad atrasada con necesidades estructurales de modernización y ofrecía a la inversión extranjera un ambiente económico y político estable, donde las políticas públicas duran décadas, y una enorme población de bajos ingresos que podía trabajar por salarios que eran fracciones de lo que se pagaba en Estados Unidos. Para 1980, Estados Unidos ya estaba trasladando al exterior parte de sus industrias intensivas en mano de obra, hacia países de Asia y América Latina. China otorgaba ventajas más significativas y empezó a recibir flujos enormes de inversión extranjera directa.
Uno de los sectores atrasados de China era la tecnología. El país dirigió su estrategia hacia la adquisición de tecnología mediante los contratos de riesgo compartido que incluían condiciones de transferencia de conocimiento hacia China. No era un misterio ni un engaño, estaba escrito en las leyes y los contratos. Los chinos entraban en la globalización para modernizar su sociedad, lo contrario sería un fracaso. Ese es el verdadero sentido de la frase “no importa si el gato es negro o blanco si caza ratones”. No se trataba de renunciar al socialismo, sino de abandonar la pobreza.
Para incrementar su capacidad productiva China acudió a su fuentes de energía más disponibles, el carbón y petróleo. La dependencia de carbón inclusive para el uso doméstico era evidente en la China de los años 1990, a los diez años de la apertura al exterior. Pero una enorme parte de su PIB estaba ligado a las exportaciones hacia Estados Unidos y Europa.
Cuando se dio el acceso de China a la OMC se dispararon varios índices. Por un lado su comercio exterior de ida y vuelta, China exportaba e importaba cada vez más. Por otro la capacidad portuaria hasta llegar a ser lo que hoy es. Pero también se dispararon las emisiones de carbón, pues los países industrializados habían trasladado sus industrias a China para que les exportara bienes que ellos ya no podían producir de manera competitiva.
Como la estrategia de reforma y apertura estaba orientada a que el país fuera cada vez más moderno y autosuficiente en algún punto China iba a dejar de ser la fábrica del mundo en industrias intensivas en mano de obra y recursos. Por eso a la par con la apertura, fueron trabajando su crecimiento interno y el mejoramiento de los estándares de vida de la sociedad.
Xi Jinping fue elegido Secretario General del Partido Comunista en 2012. En su discurso de saludo al Politburó dijo “Nuestro pueblo tiene un amor ardiente por la vida. Quiere tener mejor educación, empleos más estables, más ingresos, seguridad social, mejor atención médica, mejores condiciones de vivienda y un mejor medio ambiente. Quiere que sus hijos tengan un buen crecimiento, buenos trabajos y disfruten más de la vida”.
En mayo de 2017 en el foro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta dijo “Debemos buscar la nueva visión de un desarrollo verde y formas sostenibles de vida y trabajo, bajas en carbón, circulares y sostenibles. Deben hacerse esfuerzos para estrechar la cooperación en la protección ecológica y ambiental y construir un ecosistema sólido que nos permita alcanzar las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Como contraste, al mes siguiente el gobierno de Estados Unidos notificaba su retiro del acuerdo de Paris.
El mensaje de Xi Jinping a la COP26 era breve: ratificó el compromiso de China con la Agenda del Desarrollo Sostenible y propuso tres puntos: mantener los consensos multilaterales, tomar acciones concretas y hacer una transición acelerada modificando los patrones de producción y consumo.
China no hace cherry picking, en estos años ha puesto el acelerador en la transición energética. Una canasta de energías limpias eliminó la prevalencia de carbón para uso doméstico. Tiene un programa sobre el Transporte en la Nueva Era que enfatiza los vehículos inteligentes, los sistemas limpios de transporte masivo y la correlación entre la construcción infraestructural y los corredores verdes que explican una parte de la recuperación de áreas boscosas en China, que asciende a 20 millones de hectáreas.
Hace tres años China dejó de importar basura y notificó a Estados Unidos que su basura ya no sería recibida. Los deshechos del consumo americano se fueron hacia Vietnam, India e Indonesia, a veces enmascarados como reciclaje. Según Plastic Pollution Coalition, antes de la pandemia Estados Unidos exportaba diariamente 225 contenedores hacia países que sabía tenían malas prácticas de manejo de desperdicios, entregando 120 millones de kilos de emisiones de carbono.
Estos son hechos más allá de la retórica. El oportunismo de Biden en Glasgow no cambia una realidad en la que, como dicen los chinos, ante los problemas globales los países tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Xi ofreció en su mensaje acciones concretas, como muelles inteligentes movidos con energía solar y eólica. ¿Cuál es el plan concreto de Biden, a quien solo se le oye que hay que frenar el avance tecnológico de China, el mismo que le permitirá cumplir las metas del Desarrollo Sostenible, no solo para darle a su gente una mejor vida en una economía verde, sino para cumplir con lo que le corresponde al pasar de ser a fábrica del mundo a ser una economía de alta calidad basada en tecnología y sostenible?
Te puede interesar:
Primer borrador del acuerdo de la COP26 generó todo tipo de reacciones