Recién posicionado como presidente, Álvaro Uribe tomó la decisión de cerrar la embajada de Colombia en Teherán, capital de Irán. Dicha decisión, que se repitió con otras 14 misiones diplomáticas de Colombia, se dio como parte de un recorte presupuestal para redireccionar los recursos al sector de defensa enmarcado en el plan de la seguridad democrática, bandera política con la que Uribe llegó a la Presidencia.
Desde entonces, las relaciones diplomáticas se han mantenido frías y distantes. Y no es para menos, pues tras la decisión de Uribe, el país quedó inscrito en una lista negra ante las autoridades migratorias y diplomáticas iraníes. Los ciudadanos colombianos pasaron a ser los únicos ciudadanos latinoamericanos con estrictos requerimientos para visitar Irán. Una visa tramitada ante un consulado se volvió necesaria y, en caso de ser aprobada, la visita está condicionada a ser acompañada por una agencia de turismo avalada por el gobierno de ese país. En otras palabras, los colombianos no pueden mochilear en Irán mientras las demás nacionalidades si pueden hacerlo, obteniendo el permiso de entrada gratis por internet.
Sin embargo, debido a una buena porción de ciudadanos iraníes residentes y naturalizados en Colombia, Teherán decidió mantener su misión diplomática en Bogotá a pesar del debilitamiento de las relaciones diplomáticas y políticas.
Con Iván Duque en la presidencia las relaciones han mantenido el mismo nivel, aunque en los pasillos del Ministerio de Defensa, Irán ha estado en la mira del gobierno, al ser un aliado del régimen de Nicolás Maduro y financiador del grupo Hezbolá. Las tensiones diplomáticas también tuvieron otro punto álgido en octubre de 2020 cuando un Boeing 747 despegó desde Teherán rumbo a Venezuela cargado, presuntamente, con material militar según alertaron fuentes oficiales de la Casa Blanca en Washington. Ese mismo mes, el Pentágono detectó el desplazamiento, por aguas del Atlántico, de dos buques de la Armada iraní hacia costas venezolanas.
Ahora, las relaciones entre los dos países volvieron a entrar en tensión con la visita de Iván Duque a Israel. El presidente viajó en compañía de varios ministros, entre ellos Diego Molano quien no tuvo ningún reparo en declarar a Irán como un país enemigo de Colombia. Las palabras de Molano, quien se desplazó a Jerusalén directamente desde Bogotá para lograr acuerdos en seguridad para con el gobierno de Naftali Bennett, podrían tener consecuencias en las relaciones diplomáticas.
“Por supuesto, aquí tenemos un enemigo común y es el caso de Irán y de Hezbolá, que opera en contra de Israel pero también apoya el régimen de Venezuela. Es un esfuerzo importante de información e inteligencia que desarrollamos con las fuerzas militares y el Ministerio de Defensa de Israel”, afirmó Molano desde la residencia del primer ministro de Israel.
En términos comerciales, las relaciones han sido históricamente poco significativas, siendo 4 millones de dólares el tope máximo que ha alcanzado Colombia con sus exportaciones a dicho país, principalmente de banano y azúcar. Mientras tanto, las alfombras persas, los tejidos, las semillas de comino y las artesanías son los principales bienes que importa Colombia desde Irán.
El presidente Duque tuvo que salir a rectificar las declaraciones de Molano ante la posibilidad de una reacción de Irán. Aunque el embajador en Colombia, Mohamad Ali Ziae, no se ha pronunciado, Irán es un país que marca su política exterior con base en las posiciones históricas de los demás países, por lo que las palabras de Molano pueden afectar las relaciones diplomáticas.
Duque aclaró que “Colombia tiene relaciones diplomáticas con Irán. Nosotros hemos sido claros frente a cuáles son nuestras amenazas nacionales e internacionales. Colombia tiene una lista, que es pública, de todas las organizaciones terroristas que en nuestro país son detectadas y frente las cuales se actúa”, y aunque no mencionó al ministro, queda claro que tuvo que salir a corregir la ligereza de Molano.
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