A Jennifer Arias, la controvertida presidenta de la Cámara de Representantes, no parecen preocuparle las acusaciones que se le atribuyen por plagio académico, sino que, para colmo, le ofrece un nombramiento a su cómplice en el posible plagio.
¿A caso esto no es una muestra de rosca o nepotismo? Más bien diría que una muestra del descaro puro, de la poca vergüenza o del desafío a la opinión pública que, como yo, no traga entero y no se come todos sus cuentos chinos.
Su nuevo escándalo, si es que su participación en la escena política colombiana ya de por sí no es más que una desvergüenza, nos dice cómo funciona el quehacer de su bancada, el Centro Democrático (CD).
Es que la consentida del uribismo viene siguiendo los pasos de su padrino político, el mismísimo Álvaro Uribe Vélez, que desde que llegó al poder siempre trabajó de la mano de sus compinches, los cuales de antemano sabían de sus tranzas y participaron de su pasado criminal. Bonito ejemplo, ¿no?
Así que esto explica por qué se nombran a personas cercanas en los cargos públicos, aunque se las investigue o no cuenten con una imagen favorable, ya que con ellas es más fácil seguir delinquiendo y ocultar las marranadas que día a día perjudican al país. Por eso dicen que el pan va de la mano de la mantequilla, y que los bandidos se juntan con bandidos, así estos no sean los más inteligentes o los más preparados, como lo son los funcionarios del CD, todos ellos mediocres y dispuestos a pasar por alto la ley.
Basta con analizar el perfil de las personas que han participado de los chanchullos más sonados de dicho partido, como por ejemplo los de la vicepresidenta de la república, Marta Lucía Ramírez, por mencionar algunos, y se puede concluir que la filosofía del uribista promedio es la de la misma mafia, que haciendo valer sus intereses no le importa llevarse por delante a quien sea.
Por consiguiente, no es de aterrarse que no vaya a pasar nada con Jennifer Arias, puesto que está más bien que sabido que sus conexiones la van a sacar a delante de sus problemas, cosa que no nos impide decirle que es otra mediocre más a la que una palanca la respalda y le permite que nombre a dedo a la gente que va a tapar todas sus ollas podridas. De esta forma queda demostrado que está a donde está porque sabe cómo tomar el camino más corto: el del funcionario tramposo que siempre triunfa con el favor de un conocido.
Por todo lo anterior, se hace necesario reformar cuanto antes las instituciones que se encargan de vigilar disciplinariamente a los funcionarios públicos, porque realmente se hacen las de la vista gorda frente a los actos de corrupción y el tráfico de influencias, que como en el caso de Jennifer Arias se hace más que palpable, llamando a trabajar a la coautora de la monografía de grado que hoy la tiene en el ojo del huracán.
¿A dónde quedó el decoro? ¿Este es el país en donde cualquiera hace lo que se le da la gana? Todo parece que sí, amigo lector: aquí no hay decoro en la política, ni mucho menos se le hace control al nepotismo que nos gobierna. Triste es el ejemplo el que desde hace dos décadas nos viene dando Uribe y sus pupilos.
Para tener en cuenta. ¿Por qué la Externado de Colombia no se ha pronunciado frente al caso de su graduanda Jennifer Arias? Esta es la pregunta que más de uno se hace, porque cuando el plagio se detecta la sanción debe ser inmediata, no puede pasarse por alto la violación de derechos de autor. ¿Será que la prestigiosa universidad donde se reciben los fiscales y los magistrados de la república se está corrompiendo?
Quisiera decir que sí, pero mejor se le aconseja que se pronuncie con seriedad, puesto que está en juego el prestigio académico que la ha catapultado como una de las mejores universidades del país.