Este año el diario El Espectador la va a tener difícil a la hora de entregar el premio al mejor deportista del 2014. Primero, porque tenemos a cuatro atletas que están, como mínimo, entre los cinco mejores en cada una de sus disciplinas y que, además, han tenido una temporada de ensueño. Mariana Pajón ganó todas las competencias que se le cruzaron por delante y Caterine Ibargüen lideró con holgura la Liga Diamante y además realizó el quinto mejor salto largo de la historia con 15,31 mts. Si las olimpiadas fueran mañana Caterine y Mariana serían dos oros fijos.
A ellas hay que sumarle el impresionante desempeño de Santiago Giraldo en la temporada tenística en donde actualmente ocupa el puesto 28 de la clasificación mundial, un logro que jamás un compatriota había conseguido. Llegó a disputar, el mismo día que Colombia debutaba con Grecia en el Mundial, la final del famoso torneo Conde de Godó. Lamentablemente el pereirano cayó ante el japonés Kei Nishikori, lo que le impidió levantar su primer ATP World Tour 500.
Este año venció a Songa y Murray, dos top 10. Para el 2015 su meta es meterse entre los 10 primeros de la clasificación mundial. Como va, seguro que lo va a conseguir.
El segundo lugar en el Giro de Italia de Rigoberto Urán, la Europa League que obtuvo Carlos Bacca con el Sevilla, siendo el barranquillero figura indiscutible del equipo andaluz, el título de la Paris-Niza obtenido por Carlos Betancur, son hazañas que le hubiesen dado tranquilamente, a cualquiera de estos nombres, el premio que otorga El Espectador. Es que el 2014 fue tan bueno que ni siquiera nos quedó tiempo para meternos mentiras con el patinaje, un deporte que a la hora de la verdad solo nos interesa a nosotros los colombianos.
Pero en el mejor año de nuestras vidas dos deportistas brillaron como lo que son, dos estrellas indiscutidas y reconocidas alrededor del mundo, dos jovencitos que no sobrepasan los 25 años y que se destacan por su sed insaciable de títulos, por sus ganas de ser los mejores en cada uno de sus oficios y por su inquebrantable disciplina y profesionalismo.
Lo de Nairo parece no tener techo. Mermado físicamente, con gripa y el dolor en la rodilla después de la caída en la quinta etapa, el de Cómbita ganó con una sola pierna el Giro de Italia. Su ataque en el descenso del Stelvio está considerado como uno de los momentos más vibrantes en la historia del ciclismo moderno. Fue una pena que esa maldita caída en la contrarreloj en la primera semana de la Vuelta a España le haya quitado la posibilidad de vestir la camiseta roja hasta el final de la competición. Pero el año de Quintana fue fantástico, ganó el Tour de San Luis, se impuso en la Vuelta a Burgos por segundo año consecutivo y fue quinto en la Vuelta a Cataluña y terminó el año siendo 6 en la clasificación de la UCI. Es considerado por los especialistas europeos junto con Contador, Froome y Nibali, como uno de los cuatro mejores ciclistas del mundo. El próximo año tendrá como meta convertirse en el campeón del Tour de Francia más joven de todos los tiempos. Tiene equipo y piernas para lograrlo.
Y sí, ni siquiera un campeón como el gran Nairo pudo opacar el 2014 de James Rodríguez. Todavía estamos ebrios de alegría, incrédulos ante la verdad: James fue el goleador del Mundial, hizo el mejor gol del torneo, el Real Madrid lo compró en 80 millones de dólares y además es titular en el equipo de Ancelotti y apenas tiene 23 años… Increíble, ¿no? Pensábamos que esas cosas solo le pasaban a los argentinos o a los brasileros, pero no, James hizo lo increíble: fue goleador en un mundial. Es para repetirlo una y otra vez, hizo seis goles en un mundial. Su nombre está ahí al lado de Ronaldo, de Stabile, de Kempes, de Paolo Rossi. Todavía lo escribo y no lo creo. Si durante años estuvimos convencidos que Redín había hecho un gran torneo porque hizo dos goles en el 90, si nos emocionó que Iguarán fuera el máximo artillero de la Copa América del 87 y que el Pipa de Ávila fuera el goleador de la Copa Libertadores del 96, esto, esto es del otro mundo.
Además tiene otro logro del que casi nadie se acuerda ahora. A punta de jugadas maravillosas y de goles le cerró la boca a ese incontinente verbal llamado Carlos Antonio Vélez quien decía, justo después de que la Selección le ganara a Costa de Marfil, que James tenía poses de agrandado y que no le gustaba su comportamiento táctico en la cancha. Rodríguez no solo calló a Diosantonio sino que casi lo jubila. Pocos le creen ahora al impotable periodista.
¿En qué momento nos revelamos y saltamos la historia? ¿De dónde salió este muchacho que es educado, lindo y además es superprofesional? Con James se acabó la historia de los genios incomprendidos tipo Asprilla, Usuriaga o el tren Valencia, ya no hay vuelta de hoja. Después de él nadie puede venir a decir que soy un crack por me gusta la noche, el trago y las prostitutas. Y pensar en que todavía está lejos de la cima a la que va a llegar, y pensar que le restan por lo menos dos mundiales más… Lo de James es increíble, es de ensueño, es una locura.
Por eso creo que será distinguido como el deportista del año. Además, porque todavía tiene dos meses y medio para reafirmarlo a punta de goles. Mientras el ciclismo, el tenis y el atletismo ya prácticamente cerraron sus temporadas, al fútbol le quedan partidos importantísimos y todo lo que haga será para reafirmar que fue el mejor. Lo tiene más que merecido.
Gracias a él y a Youtube ya nunca más estaremos tristes: volver a ver su primer gol contra Uruguay es el mejor antídoto para la depresión más aguda. Desde ya vayan edificando la iglesia jamesiana porque lo que viene en los próximos diez años es una espiral indetenible de alegrías. Con él jugando en nuestro equipo no hay selección que nos quede grande. Lo demostró en Brasil con apenas 22 años… ¿De qué será capaz en Rusia con 26?