Los tiempos cambian y los hechos nunca se repiten del mismo modo. Hace un centenar de años el galope de los bravos jinetes de Zapata y Villa resonaban en todo el orbe, anunciando que los pobres y desprotegidos reclamaban su lugar en la historia. Sus ecos llegaron hasta la tierra de los zares y producirían inmensas repercusiones en América Latina.
Hoy el estruendo que proviene de México es menos sonoro. Porque los intereses de los poderes mediáticos dominantes en el planeta procuran evitar a toda costa difundir las repercusiones que pueda tener la nueva revolución mexicana emprendida por Andrés Manuel López Obrador. Un presidente al que su pueblo otorga un 70 por ciento de aceptación.
AMLO perdió un par de veces las elecciones presidenciales, en los años 2006 y 2012, contra Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en ambas ocasiones en medio de denuncias por fraude. No era extraño, todos los grandes medios mexicanos se declararon en contra suya en las campañas previas, repitiendo hasta el cansancio que se trataba de un peligro para México y un verdadero riesgo para la democracia.
No nos resultan tan extrañas las acusaciones similares que se escuchan en Colombia contra Petro. Es lo que me permite pensar que México marca una pauta. A AMLO también lo acusaron de ser el Chávez mexicano. Hoy es el presidente más popular en el mundo, demostrando que pueden vencerse todas las manipulaciones de la casi omnipotente trama mediática.
Se vale, aparte de sus políticas a favor de la tercera edad, la educación pública gratuita, el medio ambiente y la recuperación de los recursos naturales, particularmente el litio, amén de su postura franca frente a los Estados Unidos, del mañanero, un programa de televisión en el que habla directamente al pueblo de México, explicando su obra de gobierno y desenmascarando los intereses de quienes lo atacan.
Andrés Manuel López Obrador levantó como bandera la lucha contra la corrupción, con lo que ha puesto a temblar a la tradicional clase política mexicana, que por primera vez se siente apremiada a responder por sus groseros manejos del erario público. Andrés Manuel rescata la herencia bolivariana y hace sonar a Calle 13 en su programa diario. Es todo un personaje, modesto, pero a la vez muy firme.
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AMLO demuestra que la arrogancia y la petulancia no son necesarias para ser un gran político. Algo que ratifica Evo Morales, el presidente boliviano,como lo llaman con cariño
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Demuestra que la arrogancia y la petulancia no son necesarias para ser un gran político. Algo que ratifica Evo Morales, el presidente boliviano, como lo llaman con cariño y respeto todos los que se dirigen a él. Lo derrocaron mediante un golpe de estado a finales de 2019, con toda la alharaca mediática continental en su contra, con el señor Almagro y la OEA de por medio, y el aplauso regocijado del grupo de Lima y el infaltable en esos casos gobierno colombiano.
Las fuerzas armadas lo dejaron solo, al igual que una parte considerable de los aliados políticos de su gobierno. La verdadera lealtad se ve en los malos tiempos, afirma sin aspavientos. Nada enseña más que ver a alcaldes y dirigentes regionales supuestamente afines a su política, declarando repentinamente su neutralidad, no estar ni con el presidente saliente ni con la entrante.
Reconoce en México y en su presidente una solidaridad decisiva. Gracias a ellos pudo salvar la vida, cuando escapó al plan para matarlo en Bolivia. La vida de los revolucionarios cuenta más que aquel retórico patria o muerte, explica con una sonrisa. Lo aprendió con el golpe de abril de 2002 en Caracas. Chávez, rodeado por los militares golpistas, se comunicó telefónicamente con Fidel, para indagar su opinión. Primero que todo salva tu vida, le dijo Castro. Después se verá. Muerto no contarás.
Evo volvió triunfante a su país, cuando en las elecciones patrocinadas por la derecha continental, el candidato Arce, del partido de Evo, barrió por completo en los resultados, en una demostración formidable del abuso de los grandes poderes al derrocar arbitrariamente al MAS. Hermosa lección, la gente no se alzó en armas, sino que se organizó e imprimió una aplastante e inobjetable victoria a los fascistas.
Evo encabeza el Movimiento al Socialismo, una perspectiva que defiende con absoluta convicción. Así como afirma que no se puede ser revolucionario sin ser antiimperialista. Con su hablar indígena acentuado, asegura también que no gusta de esa gente que por complacer a la derecha niega su apoyo a las revoluciones cubana y venezolana.
Para Evo, fundar y acrecentar organizaciones sociales es lo fundamental. Aunque reconoce que cada país tiene sus particularidades. Escucharlo, como oír a Zelaya, otro derrocado por la CIA, enseña mucho. Todo indica que en Honduras triunfará Xiomara Castro, que en Chile quedará atrás para siempre la noche de la dictadura, que en Brasil volverá Lula y se hundirá esa derecha extrema. Como en Colombia. Habrá que seguir soñando y luchando por eso.