La pesadilla que vive una mujer cuando un bebé muere en su vientre

La pesadilla que vive una mujer cuando un bebé muere en su vientre

Maricel es una de las los 2 millones de mujeres que año tras año sufren de mortalidad fetal en el ámbito mundial, según la OMS. Su historia

Por: Diego Núñez
octubre 28, 2021
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La pesadilla que vive una mujer cuando un bebé muere en su vientre
Foto: Piqsels

Bogotá, Colombia. Era la hora del almuerzo, estaba acompañada del frío que usualmente hace en la capital. Maricel Cuartas tenía siete meses de embarazo. Nunca olvidará aquel 28 de octubre de 2010 cuando dejó de sentir al bebé que llevaba en su vientre. Sería su tercer hijo, el cual conoció en circunstancias desgarradoras, para nunca más volverlo a ver.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como mortinato cuando un bebé muere en el útero durante las últimas 20 semanas de embarazo. Maricel tenía 28 semanas cuando perdió su bebé.

Fue a principios de marzo del mismo año. Sin planearlo o esperarlo, Maricel se enteró de que iba a tener un bebé. Su esposo y sus dos hijos recibieron la noticia con mucha emoción.

En la primera ecografía, la pequeña criatura que se estaba formando se negó a que descubrieran su sexo. Maricel lo tomó como algo normal, siempre le decía a Dios “sea niño o niña, lo importante es que nazca sano”.

A los cinco meses de embarazo, Maricel acudió a uno de sus controles y le expresó al médico:

No me siento bien, tengo mareo, dolor y demás malestares —dijo ella.

Eso es algo normal, no hay qué preocuparse —respondió el médico.

En una de tantas veces en las que ella asistió a la clínica sintiendo los mismos malestares, el médico le dijo “¡no sea floja!”, “usted no es mamá primeriza, ya este es su tercer hijo y todos los embarazos no son iguales”. Ella no supo que responder, en su mente estaba la idea de: “Ellos son médicos, por lo tanto, saben lo que hacen”.

La hinchazón, los zumbidos en los oídos, el dolor en la parte del cordón umbilical eran los síntomas inusuales de Maricel, pero poco relevantes para los médicos.

Dos meses más tarde, Maricel se encontraba caminando sola por la calle, rumbo a una capacitación de Arte Country cuando sintió un fuerte dolor en su vientre y ¡catapum! sentada cayó en el piso. Con lo único que se pudo sostener fue con un poste, duró varios minutos ahí. No le dio importancia a nada de lo ocurrido; si iba al médico ya sabía que terminaría en la puerta de su casa sin ninguna solución, así que decidió continuar hacia su destino.

Al tercer día de lo ocurrido las cosas se empezaron a poner complejas, Maricel no sentía su bebé. Acudió a la clínica, al llegar le hicieron un monitoreo, el resultado era tenso. Al no moverse el bebé, la mandaron a comer Chocorramo con Pony Malta. El dictamen seguía igual.

Maricel no razonaba, ni se le pasaba por su cabeza que lo que estaba afrontando se convertiría en un caso más de los 2 millones que hay cada año por mortalidad fetal en el ámbito mundial, según el informeUna tragedia olvidada: la carga mundial de la mortalidad fetal”, publicada por Unicef, la Organización Mundial de la Salud (OMS), el grupo Banco Mundial y la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas.

Su esposo y sus dos hijos ya sabían el dictamen final. Por otro lado, a Maricel le arrebataban lo poco y nada de esperanza que le quedaba (ella seguía aferrada a su bebé). Minutos después se enteró de que le harían algo bastante inhumano. Comenzaron a aplicarle  medicamentos para generarle contracciones. La sala de parto estaba lista, lo único que estaba escrito era que nacería un bebé sin vida.

Maricel dio a luz una hermosa niña, cuyo nombre fue Dulce María.

La vida le ponía un gran reto, pues aparte de haber perdido su hija, no tenía cómo darle una cristiana sepultura a su bebé. Maricel recurrió a la ayuda de una fundación, la cual la apoyó y permitió que Dulce María tuviera un digno velorio y entierro.

Un luto de aproximadamente dos años, lleno de lágrimas y recuerdos conmovedores. El cuerpo de una mujer no asimila cuando un bebé fallece en su vientre. Un dolor gota a gota, así lo define Maricel. Ella seguía lactando normal, por lo cual le tocaba extraer el lácteo y esto se convertía siempre en una pesadilla. Al buscar no atormentarse con aquel dolor decidió parar la extracción de leche, lo que la condujo a una mastitis.

Su familia guardaba silencio, porque cuando intentaban romperlo, terminaban lastimando a Maricel diciéndole constantemente “al menos no nació con vida”. Ella sentía que menospreciaban la vida de su hija.

La Unicef dice que una pérdida fetal o un mortinato podrían prevenirse con un mejor control y acceso a atención obstétrica de emergencia cuando sea necesario. Atención y prevención que Maricel nunca recibió.

Hoy en día Maricel  tiene una fundación llamada Princesas Guerreras. Su misión es empoderar a niñas y adolescentes de 7 a 17 años para que estén preparadas frente a las circunstancias difíciles que les depare la vida. Las aconseja y las orienta desde su experiencia de vida.

Dulce María se fue, la mortalidad fetal sigue y el déficit de prevención de las pérdidas fetales también.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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