El preámbulo de la Constitución Política de Colombia expresa de manera clara, precisa y tajante que el pueblo la decreta, sanciona y promulga invocando la protección de Dios.
En este caso particular, Dios es enaltecido de forma general y por consiguiente puede ser católico-apostólico-romano, católico-ortodoxo, protestante, evangélico, pentecostal, cuadrangular, triangular, octogonal, gnóstico, hinduista, judío, musulmán, budista, mormón, taoísta, sintoísta, yoga, esotérico, bahaísta, brahmanista o de cualquier otra de las múltiples teologías o corrientes deístas.
Dios es un ente impersonal en esas ideologías catalogadas como deístas, o sea que quien cree en él lo asume como una idea trascendental, y quizás esta podría ser el factor determinante para que el alma del creyente, en una eventual reencarnación, vaya a parar a una dimensión paralela con paisajes de ciencia ficción, un cielo rumbero o un etéreo estado de nirvana.
Para que ese Dios constitucional te pueda defender con todas las de la ley, todos nuestros tus actos deben estar libres de maldad, odio, miedo, rabia o codicia. Por poner un ejemplo cualquiera: en tu proceder en los cortísimos momentos durante los cuales ejercerás el derecho al voto en las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2022. Sí, en esos breves segundos en que marcarás con equis tus recuadros preferidos de las tarjetas electorales.
Esto si eres del club de quienes asistimos a los puestos de votación con fe de carbonero ya sea que llueva, truene o relampaguee. Esas acciones puntuales, amparadas por la confidencialidad acartonada de los temblorosos cubículos, las debemos enmarcar con la bendición divina de que vivimos en una democracia, así esta lo sea solo en lo formal y no en lo esencial, como debería ser.
Así que recuérdalo bien y métetelo entre ceja y ceja: hay una suprema deidad protectora que está siempre omnipresente a tu lado, mirándote de reojo, pisándote los talones, vigilándote a toda hora con sus ojazos de Supermán. Se halla siempre a tu espalda un todopoderoso para quien la compraventa del voto es un pecado mortal penalizado con las llamas del infierno. Existe un ser omnipotente que desea, en el fondo de su bondadoso corazón universal, que quienes administren los gobiernos sean líderes honestos, asertivos y creativos.
Las fechas de elecciones del 2022 son tres. La primera jornada es el 13 de marzo, día de los comicios parlamentarios y consultas de precandidatos a la presidencia por diversos frentes o partidos. Luego vendrá el domingo 29 de mayo, que es el de la importantísima elección del dúo dinámico presidente-vicepresidente de la república. Y la muy posible tercera es el domingüín pingüín 19 de junio, consistente en una segunda vibrante confrontación por el solio de Bolívar, la cual se realizará si ninguna fórmula binomial logra la mitad más uno de los apoyos en la precedente primera vuelta.
Por tanto, estás invitado a participar en otro enésimo acuerdo sobre lo fundamental, como decía y repetía hasta la saciedad Álvaro Gómez Hurtado, el caudillo conservador del siglo pasado.
Este convenio sobre lo básico debe apoyarse con la conciencia limpia, con los valores éticos umbilicalmente pegados a la honestidad, con el pleno optimismo de dirigir nuestros esfuerzos a la consolidación de un consenso popular que privilegie la paz y el desarrollo.
Apelemos entonces a los mandatos o consignas del acróstico siguiente:
Activismo: salgamos todos a votar en el 2022.
Cuatrienal: visualicemos cuatro años de concordia y progreso.
Unificador: debemos integrarnos como nación.
Electoral: estamos hablando de comicios.
Reformista: rompamos el statu quo.
Divino: ojalá Dios nos ilumine a la hora de sufragar.
Organizativo: vecinas y vecinos, ahora sí, ¡a organizarnos!
Que haya tarambanas que no respeten este compromiso es otra cosa. Tú lo sabes de sobra: hay pobres de espíritu y traficantes de votos que pueden volver a respaldar a los animales politiqueros que sabemos. También hay quienes opinan que esto no lo compone Madam Kalalú, ni Mandrake El Mago, ni Fu-Manchú, ni nadie, y que es gente que se abstendrá de participar en la próxima escogencia de nuestros máximos dirigentes.
Pero bueno, gracias a la divina providencia contestaremos presente las ciudadanas y los ciudadanos que deseamos un gobierno contrario a la venalidad y el nepotismo, promotor de un sistema educativo consecuente en lo cuantitativo y eficaz en lo cualitativo, eficiente gestor en servicios de salud, impulsador de actividades deportivas y lúdicas en todos los campos, y financiador de las bellas artes.
Si tú eres de los que desea ver trasformaciones positivas en los escenarios institucionales, económicos y sociales del país, toma a excelente recaudo esta convocatoria. Asúmela como un sagrado juramento contigo mismo, tu familia, nuestro país y, ante todo, ante Dios, sea cual sea la idea que tengas de él, como dice el poema Desiderata, de Max Ehrmann.
De aquí a allá, al 2022, hay bastante tela por cortar. Recuerda que a veces la prisa trae tremendas caídas cuyos golpes los puedes sentir durante todo un larguísimo cuatrienio. “Caminante, no hay camino: se hace camino al andar”, nos advierte el poeta sevillano Antonio Machado.
Quiera nuestro Dios intercesor constitucional que te unas a la gran mayoría que clama con la voz masiva del pueblo: ¡Sí a la paz! ¡Por la unidad nacional! ¡Cambio, cambio!