El municipio de Turbo, al noroeste de Colombia, no se siente igual desde que capturaron a Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, presunto líder del cartel criminal denominado Clan del Golfo. Usuga fue detenido en un campamento escondido en los tupidos valles entre el cerro Yoki y el cerro Azul en el Nudo de Paramillo, en un megaoperativo de 500 policías y militares tras años de intensa cacería. Y a poco menos de dos días de hacerse viral la noticia de su captura el pasado sábado 23 de octubre, empezaron los enfrentamientos a agudizarse.
Al menos cuatro militares murieron y tres resultaron heridos en dos ataques diferentes con explosivos y disparos en las regiones aledañas a donde fue encontrado el martes 26 de octubre. Fue "una retaliación por la captura del narcotraficante más buscado por las autoridades mundiales y colombianas", dijo sin ninguna duda el general del Ejército Juvenal Díaz.
Y, paralelamente, se informó sobre la muerte de otro militar en Ituango a manos de la misma organización narcotraficante, donde los tentáculos de Otoniel están más que fuertes. Los militares caídos en lo que ha sido considerado la primera venganza del Plan del Golfo por la captura de su líder, eran en su mayoría jóvenes. El ejercito sacó un comunicado conmemorativo con sus rostros y nombres.
Pero, mientras gran parte del país celebra la caída del capo, entre los comandos militares persiste una preocupación cada vez más latente. La Séptima Brigada del Ejército lleva dos días recomendado activar protocolos de vigilancia y seguridad, especialmente en el Urabá antioqueño por posibles nuevos ataques del Clan del Golfo en todas sus zonas de influencia. En un documento oficial de dicha instancia militar se habla de un posible plan pistola que podría ejecutarse a través de la activación de explosivos improvisados, ataques de francotiradores y hostigamiento a estaciones de Policía.
Dicho documento recomendó, además, que los soldados no transiten solos, que el personal administrativo del ejercito no porte uniformes en los cascos urbanos y que se estimulen los planes de alertas tempranas con las comunidades, con el fin de evitar riesgos de atentados imprevistos.
Mientras Indepaz estima que el Clan del Golfo cuenta con una fuerza de unos 1.600 hombres, las autoridades calculan que esta ascendería los 3.800 integrantes entre combatientes y colaboradores.
Expertos prevén que los subalternos de Otoniel podrían desatar una guerra para llenar el vacío que dejó el capo, en una confrontación que atemoriza a los habitantes de la región. Alias "Chiquito Malo" y "Siopas" aparecen como los posibles sucesores del narcotraficante.
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