Uno de los episodios más oscuros de nuestra historia fueron las torturas a que fue sometido el presidente Manuel Antonio Sanclemente, siendo un anciano de 87 años, para exigirle la renuncia y que Marroquín pudiera asumir como presidente en propiedad. Cabe anotar que el propio hijo del ejecutivo, Lorenzo Marroquín le hizo estrecho seguimiento al cumplimiento de esta horripilante orden.
El carcelero y verdugo fue el entonces mayor de la Policía, Salomón Correal, posteriormente premiado como director nacional de la Policía en dos ocasiones. Pero el ochentón les salió hueso duro de roer, aguantó con serenidad todas las humillaciones que el mismo Correal le impuso, no le firmó la anhelada renuncia y en medio de su martirio, no se cansó de gritarle en la cara a su sayón con gran valentía y coraje, que el Gobierno de Marroquín era ilegítimo.
Correal abofeteaba al decrépito anciano, lo sometía a prolongados períodos sin alimento, sin probar ni pan, ni agua; parecía dispuesto a matarlo de hambre. Llegó al colmo de no dejarlo dormir buscando enloquecerlo; pero el que estaba enloqueciendo ante la digna firmeza del anciano, era Correal. Desesperado al convencerse de que el presidente seguiría resistiendo y no cedería, en un arranque de rabia lo prendió por las tres lanitas de pelo que le quedaban, y lo arrastró por el suelo, estrujándolo hasta que se quedó con casi todo el cabello del valiente mandatario en las manos, desesperado lo pateó con sevicia, mientras le gritaba improperios.
Lorenzo Marroquín lo presionaba para que le sacara la renuncia al viejo pronto, pero al ver las ansias de sangre de Correal, les tocó apaciguarlo. Optaron por una segunda opción, que consistía en sacarlo del departamento, pues la Constitución lo facultaba para ejercer la presidencia en suelo cundinamarqués. Clavetearon todas las ventanas de la casa del presidente en Anapoima, convirtiéndola en una prisión mientras llegaba una obsoleta litera ordenada por el hijo del ejecutivo en Bogotá, que consistía en una silla de manos herméticamente cerrada con vidrios. Una claustrofóbica caja en la que cabía una persona sentada sin mucha holgura.
Una madrugada llegó Correal a la habitación pero como después de dos horas, el viejo se negaba a entrar en la caja, trajeron cuatro gorilones que lo metieron a la fuerza. Era un viaje de 400 kilómetros por entre nuestras agrestes cordilleras. Alcanzaron a caminar treinta y tres kilómetros en tres largos días, pero Sanclemente enfermó, estropeado por el movimiento de la jaula. Se puso tan grave que tuvieron que regresar con el rabo entre las piernas.
Tan pronto se recuperó, Lorenzo ordenó insistir en la renuncia, y a Correal se le ocurrió la genial idea de ramajear los árboles, para dejar al viejo todo el día, y a pleno sol dentro de la silla de manos. La temperatura era de 30 grados y la humedad del 90 %, por lo que los vidrios se empañaron debido al calor infernal que se sentía dentro de la litera. Cuando llegó el flamante mayor a supervisar el trabajo, creyendo que el presidente se había dormido, mandó abrir para despertarlo y que sintiera la tortura, pero se les vino encima desmayado.
Fue tan aberrante la situación que el director del Herald de Nueva York, aterrado mandó un corresponsal para recibir la denuncia de los hijos, y entrevistar al casi nonagenario presidente de esta lejana república banana y verificar las denuncias. El diario neoyorquino publicó la infamia, con pelos y señales, en primera página, mientras la censura impidió su publicación dentro del país.
El viejo sacó a Correal de quicio a tal extremo, que estuvo varias veces a punto de asesinarlo con sus propias manos, pero Sanclemente se mantuvo con gran dignidad, dejando en alto su nombre y el de su magna investidura.
¿Y Marroquín? Cuando finalmente murió Sanclemente, se dice que a causa de las torturas, no se atrevió a asumir la Presidencia porque tan tenebroso episodio había trascendido tanto que temió revolver el avispero y se quedó siendo el “vicepresidente cumpliendo funciones presidenciales”.
Estos son los siniestros episodios de nuestra historia que tenemos que conocer, para entender por qué hemos llegado a ser la sociedad violenta que aun somos. Solo reconociendo esta clase de infamias podremos construir una PAZ estable y duradera.
Fecha de publicación original: 15 octubre de 2014