Lo que da de qué hablar en la Feria Internacional del Libro de Cali

Lo que da de qué hablar en la Feria Internacional del Libro de Cali

La palabra libro viene de la misma raíz latina que libertad. Y es la invitada de honor en el evento celebrado del 21 al 31 de octubre. ¿Por qué?

Por: Adolfo Montaño Vivas
octubre 26, 2021
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Lo que da de qué hablar en la Feria Internacional del Libro de Cali
Foto: Instagram/@fil_cali

Comenzó en Santiago de Cali la Feria del Libro y sus organizadores, con un criterio y una visión amplia del panorama de la América del siglo XXI, han tenido la genial idea de proponer como invitada de honor a la más sexi de todas las aspiraciones humanas: la libertad.

Y la palabra libro viene de la misma raíz latina, porque leer nos libera de todas las esclavitudes y nos permite viajar sin necesidad de pasaportes, visas, reservas en hoteles, pérdida de equipajes, pasabordos y trámites en aeropuertos. Todas esas molestias que se toman los que andan huyendo de su ciudad de origen en busca de la    universalidad.

La máquina del tiempo ya fue inventada hace rato y reposa en sagrada meditación trascendental en los estantes de las bibliotecas.

Y te da la libertad de recorrer los parajes idílicos de los tiempos homéricos o trajinar las calles atestadas de carruajes del París decimonónico en cualquiera de las novelas de Balzac.

Puedes ser testigo de la creación del mundo y vivir la falta de caballerosidad de Adán, que cuando se ve sorprendido mordisqueando la fruta del árbol vedado salva su irresponsabilidad achacándole toda la culpa a esa lujuriosa antojada que le dio Dios por compañera.

Puedes ver arder Sodoma y Gomorra sin convertirte en estatua de sal; tienes la opción de alucinarte en la isla de Patmos con el apóstol San Juan.

Y tienes la libertad de intoxicarte con los morbosos delirios del Marques de Sade o naufragar en los océanos de mala prosa que producen a raudales los escribas y los fariseos en los suburbios de las academias.

Ir a la luna con don Julio Verne, a Marte con Bradbury, al futuro con Stanisĺav Łem, deambular por las calles de San Petersburgo con Raskolnikov, ser un voyerista impenitente en el serrallo de Harum Al Rashid.

Tienes todas esas opciones y sin embargo hay seres humanos que nunca se imaginan que Shakespeare existe, que creen que León de Greiff es tan solo un colegio.

Por eso celebrar la libertad y promover la lectura entre aquellos que ignoran el universo de Joyce, el paraíso de Isaacs, la noche oscura del alma y la traducción de la Ilíada de Alfonso Reyes es abrir las almas de los efímeros mortales que nos rodean a la verdadera voluptuosidad del espíritu, que nada tiene que ver con ese ataque de epilepsia que llaman orgasmo y por el que todos se desviven.

Yo sé que cuando los organizadores de esta Feria Internacional de la lectura ponen a la libertad como invitada de honor, están pidiendo a gritos que esa esquiva libertad llegue a nuestro país vecino y que ellos anhelan el día en que el orangután sobrealimentado que maneja con tanta sabiduría los destinos de Venezuela permita elecciones libres para que todas las hordas de exiliados puedan regresar a su país y construir en libertad, una patria que no pertenezca ni a los rusos, ni a los chinos, ni a los cubanos.

Yo sé que cuando el espíritu de la libertad se siente a orillas del río Cali, en el epicentro de la Feria Internacional, todos los escritores libertarios clamaran por la libertad de Nicaragua, para que esa nación pueda celebrar elecciones libres donde cada uno pueda opinar libremente sin que los esbirros del enano Anastasio Ortega vuelvan puré a los opositores en las paredes de Managua.

Creo firmemente que la intelectualidad progresista espera los días en que florezca la biodiversidad ideológica en la isla de Cuba y en vez de un único pensamiento, un solo periódico diciendo una sola verdad, se multipliquen las verdades que hoy son censuradas con internet y que nadie quiera abandonar como balsero a Cuba, "mi patria querida, la cuna de Maceo y de Martí".

Que la libertad llegue también a Colombia, a los barrios donde aparecen las líneas invisibles, a las selvas del Chocó donde ejércitos de zombis desplazan poblaciones inocentes ante el silencio de muchos, a los territorios nacionales oprimidos por la bestialidad y la codicia. Que nadie oprima a nadie ni derive su poder amenazando con un fusil a sus semejantes.

Y que los ojos sientan sed de leer y las mentes quieran viajar a mundos lejanos, y que soñar sea tan fácil como perderse entre las páginas de un libro.

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