La tensión entre Quintero y el Concejo de Medellín sigue escalando y amplificando los niveles de degradación en los cuales ha venido cayendo la discusión pública en la ciudad. A las amenazas para que los concejales de la Comisión Primera voten alineados a los intereses del alcalde en lo relativo a la venta de acciones de UNE se agrega la activación de una estrategia de hostigamiento desde múltiples bodegas en redes sociales; la malsana intromisión de los secretarios, Esteban Restrepo y Juan Pablo Ramírez, que inclusive llevó a que la Secretaría General de la corporación solicitara la intervención de la Procuraduría, y el insulto pendenciero de María Camila Villamizar, una de las funcionarias más cercanas a Quintero, quien no dudó en tildar a los concejales de “sinvergüenzas”.
Lo cierto es que la relación entre Quintero y el Concejo se viene deteriorando progresivamente desde mediados de 2020. A pesar de que la aplanadora que montó a los pocos días de ganar la elección se mantuvo intacta tras sus primeras confrontaciones con ciertas élites políticas y económicas locales, el núcleo central de su coalición de gobierno, constituido sobre la base de puestos y contratos, se empezó a desvertebrar cuando un sector de Alianza Verde (encabezado por Daniel Duque) de facto se asumió en la oposición, se volvió manifiesta con la salida del movimiento político Estamos Listas y el grupo significativo Todos Juntos, y se profundizó tras la reventada con una facción gobiernista del uribismo y el viraje del concejal Luis Bernardo Vélez.
Ahora, Quintero solo está acompañado por los concejales liberales, conservadores, del Partido de la U y Cambio Radical, algunos de los cuales llevan décadas en el Concejo; paradójicamente, cogobernando bajo la visión de gobierno corporativo que Quintero está empeñado en desmontar. Tampoco se puede pasar por alto el respaldo del Alex Flórez, concejal de Independientes y quien es conocido como el “perro rabioso del quinterismo” (dado su discurso agresivo que recuerda al del senador uribista Carlos Felipe Mejía).
Al debate sobre la venta de acciones de UNE se le atravesó la salvaguarda de Hidroituango; al menos, es la última destinación a la cual ha hecho referencia el alcalde. Sin desestimar la importancia de propiciar una discusión abierta, y de cara a la ciudadanía, sobre un tema muy sensible y que compromete recursos billonarios: los concejales vienen solicitando más transparencia y rigurosidad con la información, ya que no es la primera vez que Quintero presenta ante la Corporación una propuesta de “última hora” y sin la debida planeación. Solo hay que recordar su fallida propuesta de Central Park, una descabellada idea que se le ocurrió en un fin de semana y que terminó hundiendo el Concejo.
De ahí que insultar a los concejales y no censurar la agresividad de algunos de sus funcionarios (siendo un alcalde autoritario y bastante proclive a la censura) solo evidencie su desespero. Los concejales –no solo los del Centro Democrático– están en la obligación de solventar esa discusión con todos los elementos técnicos; cuestionando la falta de claridad sobre la eventual destinación de esos recursos (responsabilidad de un secretario de Hacienda que estará más ocupado en establecer alianzas electorales con candidatos liberales); obrando con independencia y autonomía, sin dejarse presionar o ceder a un esquema de gobernabilidad sustentado en puestos y contratos.
Resulta importante que todos los debates de ciudad no queden atrapados en la retórica confrontacional y agresiva de Quintero. Aunque, ante un alcalde que cesura medios; hostiga periodistas y se elige bajo falsas de banderas de independencia, sí sería válido preguntarse: ¿quién es más sinvergüenza?